La semana pasada me deshice
en elogios tras leer la primera novela de la serie Millenium
firmada por el difunto Stieg Larsson:
Los hombres que no amaban a las mujeres, pero esta semana
he leído una novela aún mejor. La firma
Jed Mercurio, la publica Anagrama, y
se titula Un adúltero americano. Una maravilla.
Jed Mercurio es un inglés nacido en 1966 en Stafforshire.
Estudió medicina pero interrumpió sus estudios
para convertirse en piloto; sin embargo la primera vocación
ganó a la segunda, dejó su bien remunerado
trabajo de conductor de aviones y regresó a terminar
sus estudios para trabajar como galeno. Sin duda es un
tipo inquieto, porque apenas comenzaba a ejercer -médico
residente se llama a ese estado- decidió sentarse
ante el ordenador y marcarse el guión un drama
médico absolutamente rompedor que -él sabrá
quienes eran sus contactos- rápidamente compró
y rodó la mismísima BBC. El drama se llama
Cardiac Arrest y puede rastrearse en internet sin demasiada
dificultad. Al guión siguió una novela,
de algún modo en la misma línea, que tituló
Bodies; de nuevo la BBC se sintió fascinada por
el talento de Mercurio, realizó una adaptación
y volvió a lograr un éxito absoluto. En
el 2007 publico Ascent, su segunda novela, de la que no
tengo ninguna información, y el año pasado
publicó en el mercado anglosajón American
Adulterer, que es la obra que ha publicado Anagrama, con
una excelente traducción del muy brillante Jaime
Zulaika.
La novela es fascinante por varios motivos. En primer
lugar las fuentes de las que bebe Mercurio van desde El
hombre sin atributos de Mussil, hasta
el nuevo periodismo de Tom Wolfe o la
novela de no ficción A sangre fría que inmortalizó
a Truman Capote. En un principio el lector
pensará que lo sabe todo sobre la vida del presidente
americano asesinado en Dallas, pero Mercurio demuestra
que apenas sabemos nada del hombre, el tipo que “trabajaba”
en la Casa Blanca. Y para mostrarnos esa faceta insólita,
cercana, del esforzado señor Kennedy recurre a
dos recursos; o más bien a uno con dos vertientes:
Kennedy como enfermo. En efecto Kennedy parecía
un anuncio de salud, pero era casi un cadáver ambulante,
obligado a llevar fajas ortopédicas por sus gravísimas
lesiones de espalda, a desplazarse con muletas cuando
nadie le veía, y a consumir una cantidad de fármacos
que asustaría a Iggy Pop. Kennedy
necesitaba compensarse a sí mismo “tirándose
a cuanto se movía”; perdón por la
vulgaridad de la expresión, que es pura expresión,
porque la enfermedad de Kennedy se traducía en
que sus amantes, numerosísimas y tan famosas como
Marilyn Monroe, tenían que hacer
todo el trabajo para que el presidente pudiese encontrar
el equilibrio emocional que necesitaba para gobernar el
mundo. Esa es la tesis de Mercurio. Pero lo grande es
su oficio, so english, como narrador. Sus casi cuatrocientas
páginas de letra intensa hipnotizan y fascinan
y enamoran al lector. Porque también se trata de
amor lo que subyace en esta historia protagonizada por
un personaje real; una preciosa historia de amor. Una
novela imprescindible. Para cualquier lector. En serio:
para cualquiera.
Carpe
diem, visitante nº
Que los hados guíen tus pasos