JAVIER PUEBLA

                     

Irina C, una editora de diecinueve años

Conozco a Irina, si no me falla la memoria, en la última “Fiera del libro”. Me la presenta su madre, mi colega y amiga la escritora Juana Salabert (maravilloso el único libro suyo que hasta la fecha he leído: El bulevar del miedo). Y es en ese momento, en el día y lugar que la conozco cuando me cuenta que va a montar una editorial. Semejante declaración hace que me pare, que detenga y borre el mundo que hay a mi alrededor y fije toda mi atención y empatía en Irina. Parece muy joven. Muy joven en general, y muy joven en particular para montar una editorial, así que sin ánimo de ofenderla ni meterme donde no me llaman, tengo la osadía de preguntarle su edad y me responde que diecinueve, tiene diecinueve años.
Siempre me han encantado, caído bien, ganado el primer punto ante mis ojos, las chicas de diecinueve años. A mi mujer la conocí cuando ella tenía diecinueve años (yo tenía bastante mas). Y me gusta esa edad porque es el momento en que son tan mujeres como niñas, el combinado perfecto que unos meses antes no existía, demasiado niñas, y meses después, dejará de ser tan equilibrado, ya más mujeres que niñas. Le pregunto si la idea es montar la editorial junto a su madre y me da una respuesta absolutamente “diecinueve años”.
-Yo no podría trabajar con mi madre.
Yo tampoco. Tampoco podría trabajar con mi madre. Supongo que por eso me simpatizan tanto las chicas de diecinueve años; las comprendo perfectamente. Pero allí estaba también Luis de la Peña, y es él quien -me explica- será su ayudante o mano derecha.
Palabras, bonitas intenciones... Pero meses después me llegan dos libros, dos libros preciosos y muy bien editados y una elegante invitación para una fiesta en el mítico bar Hispano con motivo del nacimiento de una nueva editorial. Nocturna. La editorial de Irina C. Salabert. No pude asistir porque coincidía con mis clases en la universidad de Alcalá; y lo lamenté, porque francamente me apetecía.
A los dos primeros libros siguieron otros dos, y quizá algún otro que no he recibido. Pero ahora mismo, a mi derecha, tengo cuatro libros bellísimos. Bellísimos como objetos e inusuales en su contenido, a saber: Diario de un viaje a Rusia y Cartas inéditas a Mabel Amy Burton, ambos del genial Dogson, más conocido como Lewis Carroll, Hijas de la ira, de Juana Salabert y una joya sobre el París bohemio de principios del pasado siglo, firmado por una de sus musas, Kiki de Montparnasse, modelo a la que adoraron desde Picasso a Man Ray, pasando por Matisse o Joyce y, por supuesto, Modigliani. El libro, generosamente ilustrado, es una delicia para la vista, la inteligencia y el tacto. Al ojearlo pienso que yo también la habría adorado si hubiese estado en París en 1920. Su libro se titula Recuerdos recobrados (memorias). Como no tuve la suerte de vivir en el París de 1920 pero sí la tengo de vivir en el Madrid de 2010 traslado mi adoración y admiración hacia Irina C Salabert y su maravillosa editorial Nocturna: me hace pensar en los primeros e inmejorables tiempos de Siruela... Suerte. Ahora y cuando cumpla los 100 años. Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos