PEQUEÑA Y ATRACTIVA
EDITORIAL
Sucede a primera hora de la
tarde de un día de octubre o noviembre, en la ciudad
de Getafe donde se está celebrando una semana de literatura
criminal y negra. Lo que sucede no es espectacular, un hombre
joven y despierto concentrado al máximo y moviéndose
de la sala de conferencias a las casetas donde se venden los
libros, en concreto a la asignada a ESTUDIO EN ESCARLATA.
Y es tal la velocidad, concentración y eficacia del
hombre joven que consigue crear el efecto de estar en los
dos lugares al mismo tiempo, y eso hace que le siga, trate
de adaptarme a su ritmo angélico o demoníaco;
es entonces cuando descubro que es editor, concretamente
el editor de alguien a quien aprecio pero no he leído
demasiado, Carlos Salem, y descubro también que los
libros son especiales, mimados en su confección, rompedoras
en la faja dorada que atraviesa la cubierta vertical y no
horizontalmente. Es él quien se dirige a mí,
quien me conoce y detecta porque conoce y detecta cuanto sucede
a su alrededor. Me da una tarjeta donde leo su nombre, Pablo
Mazo, y el nombre de la editorial, pequeña y maravillosa,
que dirige. Con educación exquisita, subrayada por
el grado de timidez cortés que impide responder no
al interlocutor, me pide la dirección de mi casa para
enviarme un par de libros y así poder opinar sobre
lo que están haciendo. Y, en efecto, días después
me llegan dos libros de Salem y uno de Óscar Urra.
Los ojeo al recibirlos por la tarde, y más tarde, por
la noche los hojeo, hoja a hoja, y no puedo menos que sentirme
admirado, sólo en editores como Emilio Pascual o Enrique
Redel había visto un acabado tan impecable. Por azar,
o por algún motivo que desconozco, días después
me entero que una antología de relatos oscuros y urbanos,
negros, en las que accedí a participar graciosamente
(en aquel momento no tenía agente) va a ser publicado
por Pablo Mazo, por su editorial: Salto de página.
Y entonces comprendo que deseo saber más, que tengo
que acercarme al nido donde se incuban esos huevos maravillosos
de tinta y papel, porque no puede ser que una sola persona
articule algo tan delicioso y perfecto como Salto de página.
Así que hago unas llamadas telefónicas, me hago
el tonto o el curioso o el periodista o el autor o todo ello
a un tiempo y así, una tarde de enero llego a una oficina
pequeña e impecable, y mientras Pablo Mazo me recibe
con el rabillo del ojo observo a otro hombre joven, que luego
averiguaré se llama Daniel Martínez, hablando
a través de un micro y las orejas ocultas tras unos
auriculares grandes y acolchados . Y entonces entiendo: el
equipo, el pacto quizá tácito y secreto en busca
del prodigio hecho libro, y que ellos mismos se encargan de
velar hablándome del jefe de prensa, un segundo editor,
el informático... Permanezco unos minutos más
de lo necesario en el nido, no quiero llamarlo sede, de la
editorial, porque soy consciente de que estoy ante un momento
único, ante el florecimiento de una suerte de orquídea
literaria bautizada Salto de página. La editorial que
en el futuro será o no será; pero ahora es.
Excelente.