JAVIER PUEBLA

                     

EN EL MÍTICO BAR HISPANO

Situado en el número 78 del Paseo de la Castellana de Mad Madrid, guardando a sus espaldas el afamado restaurante Zalacaín y la ya muy antigua Facultad de Ingenieros de Caminos, está situado el bar restaurante que, junto al Café Gijón, más aventuras y desventuras ha conocido de la vida cultural cocida y servida en la Villa y Corte; de la vida cultural y también de la vida golfa (pero esa sería otra historia). Estoy hablando, claro, de El Hispano, donde me he citado en los últimos treinta años con empresarios de infinitas lenguas y nacionalidades, ministros africanos en visita oficial o extraoficial a España, editores de todo pelaje, y donde cada año -con la excepción del pasado- presenta la editorial Anagrama su premio de narrativa tan mítico como el propio bar Hispano: el Herralde.
Eran las siete y media en punto y el local ya parecía un remedo del bar de la Guerra de las Galaxias, con sus extraterrestres de múltiples colores e imprevisibles formas acodados a la barra o distribuidos por las más suficientes que numerosas mesas. Ya en la puerta me encontré con uno de los adláteres del grupo de Brooklyn, Carlos Alberdi, y metros más adelante con mi querido Manuel Hidalgo, con quien días antes había compartido “membratura” de jurado en un premio literario que, con los años, y no me equivoco, también devendrá mítico: El Internacional de Novela Luis Berenguer. Fui a dejar el abrigo al guardarropa -el Hispano aún tiene guardarropa y una señora mayor y encantadora ocupándose de bufandas, lanas y sombreros (yo no le dejé el mío)- Harguindey, Gutierrez Aragón, JF Ferré, Jordi Costa, Jorge Herraldey al regresar la marea humana era ya tan densa que no volví a ver a Hidalgo, así que me situé frente a la mesa donde Ángel S. Harguindey y Jordi Costa presentarían, ya estaban todos sentados, las novelas de Manuel Gutiérrez Aragón y Juan Francisco Ferrré, LA VIDA ANTES DE MARZO y PROVIDENCE. Dos libros interesantísimos, no podía ser menos tratándose de los Herralde, pero tan distintos como la primavera en Europa y el otoño en el corazón de los Estados Unidos de América.
-Consideramos oportuno jugar a dos apuestas absolutamente diferentes.
No recuerdo si la frase me la dijo Jorge Herralde a mí, creo que así fue, o si fueron las palabras que utilizó para abrir el acto. Entre las casi cuatrocientas novelas que se habían recibido para el premio sin duda había donde elegir (se me ocurrió, antes del fallo, sugerirle a Herralde que aprovechando que Anagrama llevaba cuatro decenios y se habían presentado cuatro centenares de originales, diese la campanada y concediese cuatro ganadores ex-aequo del premio. Supongo que era una idea más romántica que práctica, porque el editor que más ama el lector que hay en mí no me hizo caso. Entre el público estaban desde Elías Querejeta hasta Manuel Vicent, y muchas caras y nombres conocidos de los mundos del cine y la literatura. La novela ganadora la había escrito un cineasta -supuestamente retirado- y la novela finalista trataba de las aventuras de un director de cine español en USA.
La magia del Hispano, y muchos amigos entre los asistentes: Juana Salabert, Paula Izquierdo, Javier Goñi... En suma, una velada encantadora, un premio.


Manuel Gutiérrez Aragón, escritor.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos