JAVIER PUEBLA

                     

El genial Rafael Reig

La incomparable Julia Uceda, apoyada en el caballeroso brazo de Diego Valverde

Rafael Reig es nuestro. Es “el escritor de los escritores”, el que ninguno deseamos compartir con el lector común, con el lector sólo lector o escritor aficionado que jamás alcanzará la triunfal y dolorosa y ridícula categoría de escritor profesional. Rafael Reig es un genio. Un genio absoluto. Y por eso lo queremos sólo para nosotros. No, se equivoca quien esté leyendo estas palabras, no lo queremos sólo para nosotros por disfrutar en exclusividad de su talento, sino porque le tenemos miedo: lo último que querríamos sería que el mundo descubriera nuestras miserias, los secretos del mundillo ridículo y doloroso en el que nos movemos con la cabeza alta y los pulmones siempre escasos de aire. No hay nada tan peligroso como un genio, porque el genio ve lo que está vedado al común de los mortales, y si lo sabe escribir, y si lo cuenta, y si lo que mira somos nosotros... ¿Comprende ahora quien lee? ¿va comprendiendo porque los escritores queremos al genial Rafael Reig sólo para nosotros? Le adoramos, todos: hasta los que dicen detestarlo, porque habla sobre nosotros; y lo hace con tal brillantez, mezcla de desapego y afecto, que es imposible evitar la carcajada cuando encontramos el nombre de un colega al que ha atravesado el ego con un adjetivo, o nos sonrojamos cuando hallamos el propio acogotado contra un verbo.
Rafael Reig debería vender más libros que botes rojos la empresa Cocacola. SANGRE A BORBOTONES podría ser la más famosa novela negra firmada por un autor español. Su rostro, su nombre, son continuamente publicitados: sale en la tele con gran frecuencia (yo le conocí en el rodaje de una de las “blancas noches” de Dragó) y es el hombre que responde a las cartas en el diario Público, amén de ser colaborador habitual de la SER, la “ESTAR” y muchos otros medios. ¿Cómo alguien así aún no ha ganado el Planeta, el Torrevieja y el Alfaguara? La respuesta ha sido dicha. Porque es nuestro, y tenemos buen cuidado en aplaudirle -o criticarle- los libros en los que nosotros somos protagonistas, su fantástico MANUAL DE LITERATURA PARA CANÍBALES o el JUZGADO literario que tenía en El Mundo y que luego publicó el grupo Mondadori. En este último, y después de afirmar que detesta o desprecia los cuentos hay un cuento genial: EL CAPÍTULO TREINTA Y UNO; quizá el relato más bonito que he leído nunca aunque Rafael Reig lo estropea un poquito y ex profeso al citar al principio a una señora ministra que, por supuesto, ni siquiera recuerdo. Y ahí está la clave: un genio delimita sus dominios, decide donde y cómo reinar. Y Rafael Reig reina entre nosotros, como prueba que Pérez Reverte -siempre sediento de gloria- le respondiese a un artículo donde le dejaba en calzoncillos, o Javier Marías hable de él en su columna de El País poniendo el máximo cuidado en no mencionarle, en no escribir las diez letras que conforman su nombre. Porque no hace falta, entre nosotros, escribirlo. Todos los escritores sabemos quien es con sólo ver la sombra de su bigote. El pistolero que más admiramos y tememos. El más divertido, y astuto, de todos nuestros genios.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos