PEDRO DE PAZ
El
traqueteo, suave y moderno pero aún así inconfundible,
de los trenes que recorren las entrañas de la ciudad,
bajo el suelo, obliga a Lorenzo Silva, presentador de EL DOCUMENTO
SALDAÑA, la última novela de Pedro de Paz a
elevar la voz cada vez que una de las grandes lombrices electro-mecánicas
entran o salen de la estación de Retiro. Estamos en
una sala que, por primera vez en la historia del Metro de
Mad Madrid se utiliza para presentar un libro, un salón
alargado en el que se suceden varias filas de sillas de madera
interrumpidas por trípodes que sostienen cámaras
de televisión de variado tamaño pero similar
calidad, todas digitales, y flanqueadas por docenas de personas
que no han llegado a tiempo para sentarse y deben seguir el
acto a pie firme. El lugar no podría haber estado mejor
elegido porque en El documento Saldaña hay un protagonista
de excepción, un ser que sin ser humano se mezcla con
los bípedos o los sostiene o oculta o realza: la ciudad
de Madrid. No
el Mad Madrid, aunque sí, del que suelo hablar en estas
columnas, sino el Madrid del siglo pasado que de Paz combina
y solapa en la aventurera, entretenidísima, escrita
en estado de gracia, novela que muy probablemente le dará
la fama y fortuna que merece.
Se nota cuando un escritor disfruta haciendo su trabajo, siendo
ante todo el primer lector de una historia que quiere o querría
leer y tras buscar y buscar se da cuenta que no está
en ningún sitio, que el único medio de convertirse
en lector del libro que busca es ser también su autor
y amanuense y escritor. Y eso es lo que sucede en El documento
Saldaña, una apuesta en la que la editorial Planeta
ha puesto su más limpia esperanza para la temporada
que ya comienza y que acabará encabezando la lista
de los libros más vendidos, porque tiene todos los
ingredientes: aventuras, la búsqueda de un tesoro,
el solapamiento de la historia con el presente; el coctail
de la novela policíaca con la histórica mecido
por unas manos que como ya he dicho o insinuado más
arriba han agitado el vaso con la misma sabiduría y
amor que una madre mece y ayuda a su cachorro hasta que se
convierte en una persona capaz de sostenerse sobre sus pies.
De Paz escribió una primera novela de quitarse el sombrero,
El hombre que mató a Durruti, y que fue traducida al
inglés espontáneamente, sin mediación
de agentes ni personaje alguno del mundo literario. Su segunda
novela, Muñecas tras el cristal, en la que se asomaba
a la ventana de internet y al lanzarse a través del
cristal se encontraba en el mundo real, conoció dos
ediciones en muy pocos meses. Pero es en esta tercera obra,
El documento Saldaña, así se llama el manuscrito
misterioso que arropa la trama, aúna los aciertos de
una y otra, se lee con el mismo placer fácil y resbaladizo
que siente un niño al lanzarse por un tobogán.
Si alguien tiene ganas de disfrutar, de ser niño unas
horas sin dejar de ser mayor, vivir una aventura que le hará
desear llegar a casa lo antes posible para poder seguir leyendo,
que no lo dude. El documento Saldaña es su libro. Palabra
de Javier Puebla. Me lo agradecerán.
NOTA ADICIONAL:
Cuando escribí la columna
de más arriba aún no había terminado
el libro, pero confieso que preferí escribir cuando
llevaba 160 páginas, que me habían encantado,
temeroso de que luego EL DOCUMENTO SALDAÑA bajase el
magnífico ritmo de su largo comienzo y se me enfríase
el entusiasmo. No fue así: de Paz utiliza al segundo
protagonita de la novela, la chica, Lola, como el segundo
reactor de un cohete y la novela sube y sube hasta el final.
Impecable. Una gratísima sorpresa, porque a Pedro de
Paz le aprecio especialmente y jamás habría
hablado mal de un libro suyo, pero tampoco habría sido
capaz de mostrar el entusiasmo que muestro si no fuese merecido.
Y lo es. "Como un buen álbum Tintín";
quien me conozca sabe que no puedo decir de una obra de ficción
mejor piropo.