La carrera literaria , se publica en diferentes versiones, por motivos de espacio y filosofía, en La Opinión de Murcia y Cambio16, y en esta web; abril 007.

La carrera literaria


Dakar, noche, hace a
proximadamente ocho años. Este humilde cronista, por aquel entonces no tan humilde, y un negro senegalés de casi dos metros e impecable traje gris perla de corte inglés llamado Sarr y jefe de protocolo del ministerio de asuntos exteriores senegalés, corrían como dos balas sudorosas desde el salón de honor del aeropuerto hacia el edificio de llegadas pues un presidente autonómico se nos había despistado y si no llegábamos a tiempo no era imposible que acabase en calzoncillos ante un aduanero incapaz de articular una sola palabra de español que quizá se empeñase en volver a vacunarle contra la fiebre amarilla, el tifus o la diarrea vacíaintestinos. El calor era húmedo como un millón de manos pegajosas tratando de impedir nuestro paso, pero aún así Sarr y yo, hombres responsables, orgullosos de hacer nuestro trabajo tan bien o mejor que ningún otro, corríamos y corríamos, hasta que uno de nosotros, no importa quien, se volvió hacia el otro y con un brillo irónico en los ojos que también sudaba dijo en voz alta y exquisito francés:
-Por fin he comprendido lo que significaba eso de “la carrera diplomática”.
Pues bien, ocho años después ya empiezo a comprender también lo que significa la carrera literaria. Cierto que algunos llegan a embajadores por mor de un dedo poderoso o un azar siempre oscuro, pero en general los demás tenemos que correr, correr y correr, salvar obstáculos, coronar etapas y si algún día logramos alcanzar el objetivo es previsible que estaremos ya tan agotados que ni siquiera seremos peligrosos y hasta nos harán una estatua en algún parque para que puedan cagar sobre mármol los alegres pájaros. La carrera literaria. ¿Por donde se empieza? ¿Competiciones de barrio? ¿Concursitos de biblioteca? ¿Vender los propios libros por los bares? Hasta ahora cuando alguien me preguntaba como se empieza la carrera, como puede un aspirante a escritor inmortal (después de que le haya matado el cansancio) no sabía como responderle, pero en los últimos meses he descubierto que en España sí hay un camino, un posible principio: el premio Ateneo Joven de Sevilla. El premio se le concede a un autor menor de 35 años y a los organizadores igual les daría endilgárselo a Antonio Panizo que a Silvia Salgado por lo que se esfuerzan, ha quedado demostrado, en que se haga con el galardón la mejor novela posible.
Ganar el Ateneo Joven de Sevilla no es garantía de nada, excepto de que si se corre con inteligencia y ganas quizá puedas volver a subir al podio y seguir corriendo. Este año, los últimos meses, han visto nada menos que cuatro Ateneos jóvenes subiendo a pódiums. Marta Ribera de la Cruz (Pódium Planeta), Blanca Riestra (Pódium Alianza literaria), Care Santos (Pódium Primavera) y Carmen Amoraga (Pódium Nadal). Amén de felicitar a todas ellas y congratularme de haber descubierto una posible entrada en nuestro estrecho mundillo literario -el premio Ateneo Joven- espero que las citadas autoras hayan tenido a bien recordar de donde vienen y dado a su honesto y valiente primer editor las correspondientes gracias.
De nada

 

 

 

 

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