Un libro diferente
Tengo entre las manos un libro peculiar, raro. Ya su título,
CIEN CARTAS A UN DESCONOCIDO, es un timo, una inteligente
estafa. No hay literatura epistolar en las páginas
del libro raro, ni siquiera están escritas en segunda
persona. También es mentira que los textos -ya he dicho
que no son cartas, luego desvelaremos el misterio- estén
dirigidos a un desconocido. Están dirigidos a muchos
desconocidos y también a cuantos conocidos hubiesen
querido acercarse a su astuto fraseado, es decir, a cualquiera.
Lo que sí es verdad es el número, el cien. Increíble
el poder que tiene esa cifra. Hablo porque soy una de las
numerosas víctimas de su poder magnético: escribí
cien cuentos que podían ser impresos en tarjeta de
visita y con los mismos realicé cien tarjeteros firmados
y numerados que vendí a cien euros cada uno. Cien.
Pero el libro que tengo entre las manos... mejor no ser mentiroso
para no apuntarme a la trampa del título: no lo tengo
entre las manos está a mi derecha, cuidadosamente despanzurrado
para que no se desencuaderne, mirándome con cierta
impertinencia su portada blanca y negra, a pesar de que el
hombre que aparece fotografiado en la misma, el autor rodeado
de los libros que durante toda la vida ha ido editando, mira
para otro lado, le importa un pimiento lo que pueda opinar
de él un columnista que vive en otro país, maneja
una lengua distinta a la suya y ni siquiera es premio Nobel,
ni tiene cien años. Pues en eso estábamos cuando
me he tirado por el alegre tobogán de mis propias palabras,
en el número cien. El origen de este libro. Reunir
cien “algo”. Cien recetas de cocina, cien millones,
cien sellos de correos, cien pares de zapatos, cien textos
publicados en contracubiertas.
Sí, ya hemos llegado al meollo de la cuestión,
el quid del asunto, este libro extraño, raro, diferente,
absolutamente genial, reúne cien, ni una más
ni una menos, cien contracubiertas escritas en cuarenta años
de profesión por uno de los editores más famosos
de Europa, Roberto Calasso, el responsable de Adelphi. Leer
este libro es una aventura, una sorpresa permanente, una delicia.
Un columnista yanqui estereotípico escribiría
que “este puto oficio mal pagado y oscuro cobra sentido
cuando uno tiene la suerte de encontrar un libro como este”.
Lo suscribo aunque en un autor europeo suene impostado y algo
hortera: este puto oficio mal pagado oscuro cobra sentido
cuando uno tiene la suerte de encontrar un libro como este.
Alguno de los textos corresponden a obras famosas de autores
como Nabokov de Quincey o Oliver Sacks (el sicólogo
que firmó uno de los títulos más divertidos
y surrealistas de la historia: El hombre que confundió
a su mujer con un sombrero)..., pero hay bastantes desconocidos
(yo, que nunca he negado mi natural asilvestramiento, no conozco
ni a la mitad, ni a cincuenta). Y ese es otro de los encantos
de este libro, leaselo, memorice nombres y títulos
junto algún dato, y logrará parecer un sabio,
el rey de cualquier fiesta. Si es que en las fiestas -ay,
mi inveterado optimismo- a alguien le interesase hablar de
literatura, autores geniales y libros.