El premio Quiñones
Hace un par de semanas escribía en mi sorprendentemente
muy visitado diario web el hecho de que una buena amiga me
había reprochado que todas, o casi todas, las personas
que aparecían en mi web parecían caerme bien,
y tenía razón, porque tengo la suerte de dedicarme
a un oficio que me permite relacionarme fundamentalmente con
aquellos que me gustan: voy a las comidas o desayunos de prensa
que me interesan, hablo con escritores, periodistas, pintores
o editores a quienes aprecio, leo a quien deseo leer y ni
siquiera en mi pequeño taller literario admito a nadie
que no me caiga simpático.
Todo lo anterior para explicar mi presencia en la comida de
prensa que Alianza Editorial organizó Lhardy, para
presentar dos novelas, El bulevar del miedo y Todo lleva su
tiempo, ganadora y finalista respectivamente, de la VIII edición
del Premio Fernando Quiñones.
Tres días antes me había telefoneado Alicia
Hernández, del departamento de prensa de Anaya, para
preguntame si había recibido los libros. No sólo
los había recibido, los había leído.
Los dos. De principio a fin. Al lector ajeno al mundo literario
eso podría parecerle algo corriente, pero es imposible
para un periodista literario leer todos los libros que recibe,
y en muchas ocasiones debe conformarse con lo que en el gremio
llamamos una lectura en diagonal: principio, final y algunas
catas por el medio. Para mayor dificultad este año
le prometí a Jorge Herralde que me leería todo
lo que publicase durante la temporada, y estoy cumpliendo
lo prometido. Comprenderá ya el lector lo buenos que
tienen que ser dos libros, novelas de más de trescientas
páginas, para que me las lea enteras. Pero además
de buenas novelas sus autoras, recuerden el principio de esta
columna, me caen bien, son dos personas que me gustan, dos
escritoras que me interesan: Juana Salabert y Blanca Riestra.
Y hay más gente que me gusta, interesa, en Alianza,
desde Ángel Uriarte que hace las portadas, a Valeria,
la directora, pasando por otros muchos. Por eso estaba en
Lhardy a las dos el jueves ocho de marzo, a pesar de que tenía
una entrevista en Radio Intereconomía para hablar de
mi propia editorial, Haz Milagros, a las cuatro y ni siquiera
me dio tiempo a disfrutar del famoso cocido del restaurante.
De la novela de Juana Salabert, El bulevar del miedo, me interesó
sobre todo la estructura, la complejidad y minuciosidad de
un trabajo surcado por las nadadoras que pintaba el padre
del protagonista: un hombre con doble identidad. De la de
Blanca Riestra, Todo lleva su tiempo, me atrajo el lenguaje,
descarado, libre, aparentemente fácil con el que narra
la historia de un vagabundo, porque muchos vagabundos, como
señaló Blanca en la comida, escriben y escriben
sin parar, como yo, como Blanca, como Juana.
Ambas pasan largamente por París. Y ambas utilizan
la primera persona del singular desde un punto de vista masculino.
Quiñones, a quien se homenajea con este premio, hizo
lo mismo, primera persona en femenino, con su impagable Las
Mil Noches de Hortensia Romero. Y creo, algo tengo de médium,
que el escritor gaditano, se sentiría orgulloso de
las dos. Felicidades, Juana, Felicidades, Blanca.