Dragó , se publica en diferentes versiones, por motivos de espacio y filosofía, en La Opinión de Murcia y Cambio16, y en esta web; febrero 007.

Dragó


El último milagro de Dragó ha sido convertir el telediario en literatura. Algo tan aséptico, utilitarista y esquemático como un telediario ¿transformado en literatura? Semejante logro, que podría parecer un imposible, no ha sido, parece, difícil, para Dragó. Y no lo ha sido porque Dragó es literatura y del mismo modo que un imán convierte en magnéticas las limaduras de hierro que inevitablemente se le acercan Dragó convierte cuanto toca en literatura. Para comprenderlo basta observarle con cierta atención, detenerse en alguna de sus peculiares características: Dragó no se cansa, siempre tiene la palabra exacta en los labios, es permanentemente imprevisible, ingenioso e incluso heroico, como si nada le pudiese pasar jamás en realidad. Y es cierto, nada le puede pasar jamás en realidad porque Dragó es el equivalente a Don Quijote, aunque un Quijote triunfador. Dragó -el Dragó que el público conoce- es un personaje literario, una creación continua y cada día más perfeccionada de un conocido escritor, aunque no tan conocido como su personaje, Fernando Sánchez-Dragó. Porque Fernado Sánchez-Dragó no es Dragó, porque es más que Dragó, es... su autor. El demiurgo que se esconde atrás, detrás, manejando los hilos, pero que también se exhibe delante, en primera línea de fuego: prestando manos, modales y voz a su personaje; autor y actor de su propia obra en el gran teatro del mundo lo cual equivale, en mi opinión, al máximo logro al que puede aspirar un creador: a ser capaz de escribir sobre la piel de la realidad, intercalar las propias palabras, frases, párrafos en la crónica de una historia de la que religiosos, políticos y negociantes pretenden ser autores sin advertir que es el azar quien finalmente dicta siempre los mejores capítulos. Por eso resulta tan espléndido que alguien sea capaz de rotular sus propias líneas, de colar entre los personajes reales uno de su propia invención: es una burla al azar, al destino. Nadie, excepto yo, decide lo que le sucederá a mi personaje. Es algo tan difícil como parece. Fernando Sánchez-Dragó, el escritor, lleva trabajando en ello toda su vida: no en vano ha tenido la osadía de tratarse a sí mismo como personaje desde sus primeros hasta sus últimos libros. Desde Gargoris y Habidis hasta Muertes Paralelas, sus dos obras mayores, hasta alcanzar la meta consciente o inconsciente: separarse del personaje y ser al mismo tiempo ese personaje. “Soy Dragó” puede leerse en una de sus famosas camisetas negras rotuladas en el pecho. Yo podría ponerme esa camiseta, el lector de esta columna podría ponerse esa camiseta, pero seríamos impostores, porque sólo él tiene derecho a llevarla: el creador que ha empeñado lo mejor de su energía en insuflar vida al personaje dibujado a su imagen y semejanza. Por eso ahora a Fernando Sánchez-Dragó le es tan fácil realizar algo en apariencia imposible: convertir un telediario en literatura; y añadiría algo más: en excelente literatura. Y le es fácil porque lo difícil yo lo ha hecho, lo hizo y lo sigue haciendo: crear a Dragó. Su gran obra incomparable y genial. Me quito el sombrero.

 

 

 

 

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