Libros con magia
Minutos antes, días antes,
de que la brutal Feria del Libro de Madrid engulla todo lo encuadernado
y encuadernable
los responsables de Alianza Editorial han realizado un acto
de prestidigitación recuperando diez títulos emblemáticos,
inolvidables, de sus no menos mítica e inolvidable colección
Alianza de Bolsillo, aprovechando que ésta
cumplía nada menos que cuarenta años. Los libros
de Alianza, y en particular esta colección de bolsillo,
supusieron para cualquier amante de la lectura un "río
de aire fresco" en un tiempo, el de la dictadura, que para
leer determinados títulos había que buscarlos
allende nuestras fronteras. ¿Quién que
ahora tenga entre treinta y cinco y cincuenta y cinco años
no leyó en su momento El Lobo Estepario, de Hermann Hesse,
los Poemas y canciones de Brecht, El Jugador de Dostoyevski
o la Metamorfosis de Kafka? Y si los leyó lo
hizo en El libro de Bolsillo de Alianza Editorial.
He asistido a la presentación de los diez títulos
elegidos para su "resurrección" o relanzamiento
(aún pueden encontrarse las versiones originales de muchos
de ellos) con el ánimo feliz de quien acude a una fiesta,
al cumpleaños de un amigo muy querido, y al llegar a
casa lo primero que he hecho ha sido buscar los ejemplares originales...
y no he encontrado ninguno, a pesar de que compré y leí
y releí todos ellos, los diez y muchos más, en
su momento. Mi mala costumbre de prestar libros (es tan raro
que los devuelve), las mudanzas de ciudad a ciudad, de país
a país, los amigos cleptómanos... En suma, que
aunque esperaba un juego de repeticiones (y poder comparar la
antigua edición con la actual; magnífica, con
una letra grande y deliciosa) me he encontrado con la recuperación
de diez libros amadísimos (y sueño tener tiempo
este verano para releerlos y resubrayarlos una vez más
todos ellos; a ver si consigo, al menos, no prestarlos sin tomar
nota de a quien se los presto).
Tener entre las manos Ficciones, de Borges, o El señor
de las moscas, de Golding, con la misma portada aunque era en
un tapa dura y mucho mejor edición, me produce un efecto
de viaje; viaje en muchos sentidos. Me vuelven a la memoria
olores, calles, edificios, amistades y amores; también
dolores, soledades y sueños (algunos hasta cumplidos).
En un momento en que el mercado del libro es como esas máquinas
en las que se amontonan las monedas y unas van desplazando a
las otras a velocidad de vértigo resulta maravilloso
que aún haya editoriales que
apuesten por mantener un fondo editorial vivo en el que pueden
encontrarse desde las recetas de Simone Ortega, los ensayos
de Freud o las novelas de Galdós. Si fuese escultor
haría un monumento a Valeria Ciompi y sus colaboradores
de Alianza; como sólo soy escritor les dedico
humilde y agradecidamente estas palabras, esta columna.
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