La Forqué , se publica en diferentes versiones, por motivos de espacio y filosofía, en La Opinión de Murcia y Cambio16, en marzo.


La Forqué

Cuenta la leyenda del célebre pintor de nacionalidad francesa nacido en Málaga, Pablo Ruiz Picasso, que siempre era consciente de cómo y desde donde le fotografiaban, apuntaban con un objetivo; hasta el punto que en una rueda de prensa, celebrada según se cuenta en los salones del Ritz, y estando el pintor rodeado de fotógrafos que disparaban sus flashes sin cesar se giró hacia uno, situado a su izquierda, y cogiendole la cámara veló el carrete.
-Esa foto no.
Lo que acabo de referir nunca habría llegado a creermelo de todo si no me hubiese sucedido el pasado miércoles 15 de marzo lo que me sucedió, y quizá el lector tampoco me creería, o tendería a no creerme, si no tuviese las pruebas fehacientes que demuestran que es cierto, que una persona -no una persona cualquiera, pero si alguien como Picasso, o alguien como Verónica Forqué- son capaces de controlar, ser conscientes de la futura trascendencia de una imagen cualquiera, sin por ello desviarse o distraerse de la actividad en la que están inmersos.
Era 15 de marzo, ya digo. Casi primavera. Primavera en Madrid. Una de mis más entusiastas Tripulantes, Pura Fernández, me dejó en la puerta de la Casa de América, Paseo de Recoletos, donde se iba a presentar un libro de José Luis Alonso de Santos editado por Cátedra y en cuya mesa de honor estaría sentado uno de mis amigos de Nueva York, del cada vez más célebre Grupo de Brooklyn. Por él acudía, en realidad, aunque apenas le vi, pues una vez terminado el acto se esfumó con la discreción del humo. Pero había mucha gente desbordando la sala Simón Bolívar de la Casa de América. Entre otros la mejor mente literaria que conozco, Emilio Pascual (genio y amigo). Y también había actores, porque se realizaron tres lecturas dramatizadas de los microteatros o cuadros que presentaba de Santos (el brillantísimo y generoso señor de Santos). Las dos caras más conocidas eran las de Juan Luis Gallardo y Verónica Forqué. Como llevaba mi cámara decidí "disparar" sobre ambos para dar color a mi diarioweb, que inopinadamente parece haberse convertido en una crónica de la "vida literaria capitalina". Tengo tres fotos de la Forqué. Hablaba con una amiga, concentrada en la conversación, pero justo cuando iba a apretar el botón de mi pequeñísima cámara digital se giró hacia mí y sonrió al objetivo. Pensé, ah ingenuo, que me había visto, y fui a explicarle. Pero ella no me había visto. Sólo "había sentido la cámara". Decidí disparar de nuevo. Y de nuevo se produjo el milagro, esa capacidad sobrehumana de desdoblamiento que hizo de Picasso un semidiós y de la Forqué una actriz que jamás será olvidada. Y aún hay una tercera foto, en la que ya había hablado con ella, y posa, únicamente posa. Para verlas todas, y dado lo limitado del espacio de esta columna, tendrá el lector curioso que visitar mi diarioweb; pido disculpas y una página extra a mi directora en el futuro para solucionarlo. Quien entre en el diario encontrará algunos otros detalles de una velada que con cinco presentadores y cinco actores duró exactamente cuarenta y cinco minutos. Un milagro digno de "santos".

 

 

 

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