Las novelas negras , se publica en diferentes versiones, por motivos de espacio y filosofía, en La Opinión de Murcia y Cambio16, y en esta web; mes de noviembre/diciembre.

Las novelas negras

Las novelas negras que se escriben actualmente sólo tienen de verdaderamente negro la tinta con la que se imprimen. Novela negra es una etiqueta que sirve al agobiado crítico moderno (demasiadas novedades, demasiados autores, demasiado escaso el tiempo para leer) para quitarse de encima obras que a veces transcurren en ciudades y a veces en el campo, en las que a veces salen policías y detectives y a veces no salen. Las novelas negras en el siglo veintiuno deberían perder el apellido y ser sólo novelas, porque la soledad de Marlowe es un clásico en cualquier lugar del mundo occidental: pueblos o ciudades, la violencia de Sam Spade es un juego de niñitas al lado de masacres como las del Líbano o Iraq, los negocios sucios al lector le parecen cualquier cosa menos ficción.
Y, aún así, los editores -con los mismos problemas de exceso de novedades, autores y falta de tiempo que los críticos- nos presentan algunas novelas con el atractivo oscuro que encierra la palabra negro o negra. Tengo a la izquierda del portátil Un tipo implacable (The Hot Kid) firmada por el mítico Elmore Leonard de quien han bebido directores de cine tan exitosos como los Coen Brothers o “el hombre del cardo en el culo” (Tarantino). Es una novela negra, sí. Vale, un poco al estilo de Pop. 1280 de Jim Thompson, pero sobre todo es literatura que nos hace retroceder medio siglo, a un oeste moderno de sombreros (mi debilidad), revólveres, chicas dispuestas a todo e hijos de millonarios con deseos de alcanzar la fama jugando a los gánsters. Un libro recomendable para cualquiera, le gusten las novelas negras, rosas o azules (una lástima que no haya novelas azules, porque rosas desde luego las hay, verdes serían las eróticas y amarillas..., amarillas quizá eran aquellas pequeñitas y deliciosas que publicaba Bruguera y se vendían en los quioscos a diez o quince pesetas cuando yo era un niño).
A la derecha del portátil tengo otra novela: Ojo de dragón (Dragón´s eye) de mi amigo Andy Oakes (le conozco de un día pero tengo genes ingleses y funcionaron como si hubiésemos ido al mismo abrevadero desde pequeños. También es una novela negra, con la peculiaridad que tiene unos toques de amarillo (amarillo asiático, no amarillo Bruguera) pues transcurre en Shangai, ciudad a la que hace unos años estuve a punto de ir como Agregado Comercial (pero esa es otra historia). Es una novela sobre China, sobre sus olores, sus costumbres, sus caderas femeninas poco pronunciadas, el lado del río Huangpu. En ella hay un investigador de la policía solitario y un ayudante sanchopanziano, misterios, desenlaces, lucha, capas y capas de la cebolla que es la realidad del gigante asiático... Lo que debe haber en cualquier novela que se precie, en esa recreación de la vida que es el género narrativo por excelencia. Buenos libros. Pero a quienes gustan de hacerlo que les sigan llamando negros; poco tiempo les quedará para hacerlo. En la época de lo políticamente correcto (esa basura) antes o después alguien acabará diciendo que lo de novela negra es racismo literario, y tendrán que llamarlas “novelas de color” y se quedarán jodidos los pobres críticos con sensibilidad porque el negro era la ausencia de color. El color, como bien saben en los programas de telebasura es rosa, siempre rosa.

 

 

 

Diario

Portada

Narrativa

Columnas