El lado oscuro de una sonrisa Evidentemente sufría por la exigencia futura que
las palabras, subrayadas por la sonrisa rectilínea del catedrático,
implicaban. Sufría Panizo, Javier Panizo. Sufría sudorosa
y torpemente. De la peor manera. Fatal. Que el titular de la cátedra
en persona hubiese afirmado que sus modestos ensayos cada vez poseían
mayor profundidad, inteligencia y enjundia, y ante el resto de los profesores
no numerarios, era peor que una bofetada. Habría querido responderle
pero las palabras se le ahogaban en saliva y el pensamiento perdía
el hilván. ¿Cómo estar en el futuro a la altura
de semejante halago? Tendría que emigrar, cambiar de ciudad,
de país, de lengua en la que expresarse. Recuperar a cualquier
precio su posición de aspirante. Pues la maestría era
algo que Panizo, Javier Panizo, como es lógico, consideraba deseable
y admirable, para los demás. Sólo para los demás.
LA JAVIER PANIZO COLLECTION
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