Victoria Sánchez Ayllón, la autora de HISTORIAS DE SARA y BRUNO VERGARA, EL DIARIO, este año nos presenta K.O.TICA, su trabajo más vivo y divertido.JAVIER PUEBLA

ACTUALIZADO 31 MARZO 2008


K.O.tica


EL AMBIGÚ

Tienda de esoterismo de la calle El Gato Negro, donde su dueña, Marigú, echa las cartas, lee la mano, vende libros sobre el más allá y prepara infusiones. Los clientes, amigos y curiosos son un tanto peculiares.

-Relaja la mano -dice Marigú-. No es necesario que me des demasiada información, solamente si me equivoco en cosas importantes o me voy por los cerros de Úbeda.
-¡Ay, que nervios! La última vez que me leyeron la mano, me dijeron que iba a conocer a una persona muy especial y ese mismo día me acosté con el sobrino de mi portero.
Marigú parece no prestar mucha atención a su clienta y amiga. Por el contrario, su mirada está fija y concentrada en la mano que ésta le ofrece confiada. Tras varios minutos comienza su reflexión.
-Tienes unas líneas muy marcadas, como de haber vivido ya mucho...
-Ay, si yo te contara...
-Que no me digas nada, si me cuentas tu vida, qué me dejas a mí -protesta Marigú-. Las líneas están muy definidas, con cierta inclinación hacia el lado derecho y mezclándose unas con otras. Hay cierto paralelismo entre las de la mitad superior con las de la mitad inferior. El umbral de los sentidos es inverso al de las pasiones. Yo diría que la onirocrítica no se corresponde con la oniromancia.
-Y todo esto, ¡qué coño quiere decir! -contesta recelosa.
-Tranquila, Mamen. Sencillamente, que te has acostado y te vas a seguir acostando con todo lo que se mueva, que vas a pasar una racha regular en tu trabajo y que estás algo inestable de las neuronas. Todo lo demás como siempre.
-¿Y no ves un hombre alto, guapo y con dinero en mi vida, o un viaje maravilloso a un país lejano?, o no sé… ¿Algo que no hayas visto y necesites echar otra miradita?
-Sólo puedo decirte lo que veo o intuyo -aclara Marigú que, al instante percibe la desilusión en la cara de su amiga Mamen-. Pero espera un momento, sí aquí veo algo interesante, a corto plazo vas a reencontrarte con alguien de tu pasado.
-¿De mi trabajo o del K.O.tica?
-Eso no lo sé. Tendremos que esperar un tiempo. Por cierto, te sudan las manos una barbaridad, guapa.
-Es que, cuando entro en este sitio con tanta vela, tanto incienso y tanto rollo del más allá me impresiono mucho.
-Pues tranquila que no es para tanto y, por cierto, me debes doce euros, seis de la semana pasada y seis de ahora -apunta Marigú extendiendo la mano hacia su amiga.
-Pues debería pagarte la mitad porque me has dicho lo mismito que la última vez.
-Mamen, yo no tengo la culpa de que tu vida sea tan monótona, además las líneas de la mano no cambian en tan poco tiempo.
-¡Pues habérmelo dicho antes de empezar! Bueno, me quedo con lo del reencuentro y por si acaso me voy a ver a Ulises.
-El K.O.tica aún no está abierto, cada día abre más tarde el bar. Mientras, y para hacer tiempo, te puedo echar las cartas y te cobro la mitad, ¿te parece bien?
-Venga, pero esta vez procura que lo que veas, me alegre la noche.
-¡Eso está hecho! Baraja y corta.

EL GABINETE DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

Un cartel, permanentemente iluminado al final de la calle El Gato Negro, informa de los horarios de consulta, del teléfono de cita previa, del número de colegiada de la psicóloga Esmeralda Hinojosa Sanz y de las terapias para adultos, adolescentes, niños y parejas que en su gabinete imparte.

-Señor Márquez, tiene usted un problema de autoestima.
-¿Y eso es grave Doctora Hinojosa?
-Cuando la autoestima en una persona es baja, es más vulnerable a padecer cualquier trastorno psicológico.
-Si es que no somos nadie.
-El tratamiento es relativamente fácil, con cinco o seis sesiones será suficiente.
-Lo que usted diga, Doctora.
-Señor Márquez, en las dos primeras sesiones haremos una reflexión personal para aumentar la propia estima, en las dos siguientes aprenderá a luchar contra los sentimientos de culpabilidad y en la quinta o sexta sesión, identificará la crítica que una persona se hace a sí misma.
-Lo que usted diga, Doctora.
-Señor Márquez por hoy hemos terminado. Por favor, no olvide al salir pedir hora a mi secretaria.
-Lo que usted diga, Doctora. Hasta la próxima semana.
Esmeralda sabe que tiene una tarde complicada, además de sus pacientes habituales, de dos casos urgentes que ya ha atendido y de uno por atender, Isabel, su secretaria, acaba de comunicarle que su madre está en la entrada exigiendo ver a su hija ya.
-Isabel, por favor, haz que pase mi madre.
-Toda tuya Esmeralda.
Y casi antes de acabar la frase irrumpe en el despacho la madre de Esmeralda. Deja el bolso en una butaca, el abrigo en una silla, los guantes en la mesa y la bufanda en la pantalla del ordenador.
-Esmeraldita, hoy he visto a tu padre.
-Lo dudo mucho, lleva muerto diez años -contesta un tanto cansada.
-Y esta vez me ha hablado, alto y claro. Me dice que está preocupado por ti, que no entiende cómo no estás ya casada y con hijos.
-Madre, has vuelto a tener un trastorno sicótico. ¿Seguirás tomando la medicación, verdad?
-Llevo unos días sin tomarla y es que, es como si me hinchara cada vez que me trago esas pastillas.
-Madre, debes seguir el tratamiento aunque te hinches como un globo. Sin esa medicación nos arriesgamos a empeorar la situación, a volver a los delirios y las alucinaciones. Es obligatorio y urgente que continúes tomándola.
-También me ha dicho...
-Cuando tomes la medicación me terminas de contar lo que te ha dicho, ¿te parece bien?
-Claro, hija, ahora estás muy ocupada. ¿Por cierto vendrás a comer el domingo?
-Si madre. Hasta el domingo.
-Por cierto, también estará tu padre.


EL K.O.tica

Bar de copas situado en la calle El Gato Negro, número trece. Su propietario, Ulises, lleva personalmente el negocio desde hace más de una década. El K.O.tica tiene una particularidad; aquel que traspasa sus puertas tarde o temprano vuelve.

-Ulises, ¡pon una botella de cava a enfriar, no, mejor pon dos!
-Pareces muy contento esta noche, Pablo.
-No es para menos tío, hoy cumplimos Susana y yo tres años de casados. ¿Te acuerdas cuando la conocí en esta misma barra?
-Si, parece que fue ayer -contesta pensativo Ulises.
-Hombre tanto como ayer... -replica Pablo rascándose la cabeza-. Tú me conoces bien, y sabes porqué me casé con ella. Sabía que su padre ponía el piso, los muebles, el coche..., y eso fue suficiente para dar el sí.
-Pero ahora lo llevas bien. ¿No?
-Ahora es cuando empiezo a necesitar más su compañía que todo su dinero.
-Me alegro por ti -sentencia el barman-. Cuando llegue Susana avísame.
Ulises camina hasta el extremo de la barra donde, una llamativa y vistosa Marigú le saluda con los dedos.
-Buenas noches, Mari Bruja. ¿Lo de siempre?
-Si, por favor. ¿Cuándo me vas a dejar que te lea la mano, Ulises? Eres el único que me queda por adivinarle el futuro.
- Yo no creo en esas cosas. Es más, pienso que en cierto modo juegas con los sentimientos de la gente.
-Qué guapo estás cuando te pones serio. ¡Venga, déjame que te lea la mano! -insiste zalamera.
-Tengo que ir a servir aquella mesa -dice volviéndose hacia una bandeja repleta de bebidas-, pero gracias por lo de guapo.
Ulises maneja la bandeja con gran habilidad y seguridad, por lo que es capaz de saludar con la mano libre a una apresurada Susana que en ese momento hace su entrada en el K.O.tica. La sigue con la mirada a la vez que deja las copas en la mesa; en pocos minutos Pablo le pedirá que sirva el cava.
-¡Hola, amorcito! Feliz aniversario -exclama pletórico Pablo-. ¡Ulises ya ha llegado Susana! Es el momento de sacar el cava fresquito y brindar por tres años de felicidad.
-No tengo ganas de brindar nada contigo, es más, sólo he venido a darte esto -contesta Susana a la vez que tira un sobre en la barra.
-Debes de estar con el período, ¿verdad nena?
-¡No te enteras de nada, gilipollas!
-Espera, no te vayas que aún no hemos hecho el brindis...
Pablo está estupefacto. ¿Qué coño estaba pasando? ¿Qué le he hecho yo? Seguro que me está gastando una broma.
Acerca el sobre y saca de él varias hojas que va leyendo detenidamente. Al terminar, llama a Ulises.
-Ya puedes servir el cava pero pon una copa. Esta noche voy a beber solo.

TERCIO DE VARA, DE BANDERILLAS Y DE MULETA

El Serpentina, apodo del novillero Enrique Vega. Tomó la alternativa en la plaza de segunda categoría de Cartagena. A pesar de su corta carrera destacó por su arrojo y dominio de la suerte de muleta. Se retiró tras una grave cornada.

-¡Coño con el candado de los cojones! -vocifera el Serpentina a pesar de encontrarse solo ante la puerta del K.O.tica-. El día que consiga abrirlo a la primera me va a parecer mentira.
Esa mañana como tantas otras desde hace más de cinco años, el Serpe se dispone a limpiar el bar de Ulises. Incluso a oscuras, camina con seguridad hasta el interruptor, da la luz, abre las ventanas y se sirve un sol y sombra. Después de varios tragos empieza a sentirse más cómodo, más ligero y es el momento en el que entona su pasodoble preferido y barre al compás del mismo.

-"Torero de empaque y solera
a ti la gente por lo valiente
te ha de aclamar..."

El Serpentina, apodo del novillero Enrique Vega, imita una verónica tras otra con el palo de la escoba y así hasta que termina de barrer todo el local, luego se pone un segundo sol y sombra y pasa a limpiar los servicios. Aquí ya no canta, es el momento de su soliloquio diario.
-Joder que son guarros en este bar, mean en las paredes, vomitan en el suelo y joden al que lo tiene que limpiar, osease, el menda. Pero esto yo lo dejo como los chorros del oro, porque yo, no soy de los que ven los toros desde la barrera, no, yo cojo el toro por los cuernos.
Dicho y hecho, comienza a frotar, desinfectar y abrillantar cada rincón del lavabo, del inodoro, de los azulejos. Es tenaz, meticuloso y detallista. Tiene fijación por la limpieza y su máxima satisfacción es verlo todo reluciente.
-Si es que se podría comer en este váter -se dice con alegría mientras apura el sol y sombra.
Como todavía le queda fregar los suelos, se sirve una tercera copa, bebe pequeños sorbos y reanuda la cancioncilla.

-"Yo quiero ser el mejor
y lo tengo que haser
con estilo y valor..."

En este punto de la limpieza, el Serpentina comienza a sentirse algo mareado. Sus movimientos son torpes y poco eficaces. Entonces para remediar su falta de destreza con el cubo y la fregona, se acerca a la barra y se pone otro sol y sombra. Si se encuentra más o menos estable, termina su trabajo, apaga las luces y cierra el bar. Pero si las fuerzas del equilibrio le abandonan, se da media vuelta y sale del K.O.tica, olvidando apagar las luces y echar el candado. Y eso ha hecho esta mañana.
La calle El Gato Negro es, una vez más, fiel observadora de la triste figura del Serpentina haciendo pases de pecho a todo aquel que se le cruza, mientras canta su pasodoble preferido.

-"No tengo miedo a luchar
el peligro arrastraré
sé que mi sino es triunfar".


RECOGIDA DE ESCOMBROS

Cuatro y media de la madrugada, Ulises ha cerrado el bar y se dispone a acompañar a Esmeralda hasta su casa, al final de la calle El Gato Negro. El estado de embriaguez en el que se encuentra la psicóloga es aún de euforia y de alegría. Ulises la sujeta por la cintura evitando que ésta caiga al suelo.

-Venga Ulis, vamos a tomaaarrrrnos la última. Yo invito.
-Es tarde.
-Vamos al Tercer Tiempo, hay cieeerrraaan muy taaarrrde.
-Otra noche Esmeralda.
-Sabes, eres un tío de puuuuuta madrrrreeee, cojonuuuudo.
-Anda dame las llaves del portal. Será mejor que suba contigo.
Atraviesan un primer hall en donde una magnífica moqueta de color beige les recibe.
-Menos mal que hay ascensor -comenta Ulises a una Esmeralda cada vez más pálida-. Alguna noche que he recogido al Serpentina en un estado muy parecido al tuyo y le he llevado a su casa, me ha tocado subirle en brazos hasta un quinto piso, además...
No puede terminar la frase porque sin previo aviso, Esmeralda vomita de forma convulsiva sobre la magnífica moqueta de color beige.
-Bueno, ahora empezarás a sentirte algo mejor.
-Ulis, todo me da vueltas.
-Tranquila, ya casi llegamos.
Pero, primero una arcada y después un vómito salpica el ascensor decimonónico que con tanto orgullo mantienen impoluto sus vecinos.
Hay un momento en el que Ulises no da abasto, procura que Esmeralda no se golpee, caiga al suelo o que la vomitona le acierte a él de pleno.
Finalmente salen del ascensor, Ulises va directo hacia una gran puerta de madera con una placa dorada donde puede leerse:

GABINETE DE PSICOLOGÍA CLÍNICA
DOCTORA DOÑA ESMERALDA HINOJOSA SANZ

El barman, con mimo y cuidado, conduce a una derrumbada Esmeralda hasta su dormitorio, le quita los zapatos, el abrigo, los vaqueros y la blusa. Con gran sentido práctico de la situación la mete en la cama, la tapa con la colcha y le habla muy bajito:
-Esme, ¿dónde tienes una palangana o un orinal? Es posible que vomites más veces.
-No tengo. Soy una mierda, no tengo palanganas ni orinales, no tengo nada, soy un desastre.
Esmeralda está en fase llorona y Ulises entiende que no puede dejarla sola.
-Venga, no pasa nada.
-Sí pasa. Tengo más de cuarenta años y no tengo a nadie.
-Más vale estar solo que mal acompañado.
-No tengo hijos ni marido.
-Ahora los hijos sólo dan problemas.
-¡Estoy sola!
-Todos de alguna forma estamos solos.
-Voy a devolver...
Ulises acerca una caja de zapatos y Esmeralda vomita en su interior. Después de unos minutos parece más tranquila.
-Voy a ver si encuentro algo mejor que esta caja de zapatos de un tal… Manolo Blahnik.
-Ve a mi despacho y coge la papelera.
El despacho es muy amplio, bien iluminado y correctamente amueblado. "Varios kilos se ha dejado aquí la doctora", piensa Ulises, mientras, su mirada se detiene en una inmensa pared repleta de títulos, menciones, fotografías, premios y diplomas a nombre de su querida amiga. Le basta con leer por encima unos cuantos de aquellos vistosos marcos, para comprobar que se trata de una magnífica y reconocida profesional. "Hasta sale en fotos con el Rey", se dice a sí mismo. Encuentra la papelera, apaga las luces y cierra la puerta.
Entra en el dormitorio de Esmeralda y comprueba que está dormida. Va a la cocina, coge el cubo y la fregona y con resignación profesional se dispone a "retirar los escombros".

¿EN TÚ CASA O EN LA MÍA?

Viernes por la noche, el bar K.O.tica está al completo. Una música bailona invita a crear un ambiente divertido y fiestero. Las voces de los clientes se mezclan unas con otras. El aire cargado de humo parece no molestar a nadie.

-Te he visto algunas veces por aquí pero siempre con una chica -dice Mamen a Pablo ofreciéndole otro cigarrillo.
-Sí, era Susana, mi ex. Pero, no estoy aquí tomando una copa contigo para hablar de ella, preferiría cambiar de tema.
-Claro. Por cierto, ¿te han leído alguna vez la mano?
-Nunca y ¿a ti?
-Muchas veces, la última decía que, a corto plazo me iba a reencontrar con alguien de mi pasado, que podía ser de mi trabajo o del K.O.tica y que sería alguien especial, bueno esto último, lo añado yo.
-Ya...y ¿crees de verdad en eso?
-Por supuesto, y además sólo se cumple si de verdad lo deseas.
-¿Sabes lo que yo deseo de verdad? Echarte un polvo. Perdona que sea tan claro pero el lío que me estás contando del reencuentro y de una persona especial me está animando a hablarte así.
-No si a mí también me gustan las cosas claras y también lo de echar un polvo. ¿En tú casa o en la mía?
-Yo había pensado algo rapidito en los lavabos, vamos si tú quieres.
-¿Y porqué no? Un reencuentro no se tiene todos los días.
Pablo apura su copa a la vez que pasa su brazo por la cintura de Mamen, ella a su vez apoya sin disimulo la mano en su entrepierna.
-¿En qué servicio lo hacemos? -pregunta excitado Pablo.
-El de las chicas está más limpio. Pero antes, dime alguna guarrada al oído que eso me pone a cien.
-Te voy a comer...
Pablo no puede terminar la frase, la bofetada con anillo incluido le ha dado de lleno y un hilo de sangre le corre por la ceja izquierda. Mamen instintivamente se ha separado del accidentado y mira estupefacta a una enloquecida y furiosa Susana. Todos los de alrededor observan expectantes.
-¡Aún no te has llevado tus cosas de mi casa y ya estás intentando meter con la primera calienta pollas que se te acerca! -ruge Susana.
-¡Tía, estás loca! -grita Mamen.
-A callar bonita, que esto no va contigo.
-¡Joder, Susana que hostia me has dado! No paro de sangrar.
-No quería darte tan fuerte. He tenido un ataque de celos, un arrebato. Perdóname.
Susana parece más calmada, de su bolsillo saca un pañuelo y presiona con suavidad sobre la brecha que acababa de hacer a su estupefacto ex marido.
-He estado pensando en lo nuestro y creo que me precipité en lo del divorcio. Todavía siento algo por ti.
Pablo no entiende nada de lo que está escuchando. De reojo mira a una sorprendida Mamen que no pierde detalle de la conversación. Por si acaso se mantiene callado y a la espera.
Susana continúa con las explicaciones:
-Esta noche cuando he venido a ver si te encontraba y te he visto con esta, no sé qué me ha ocurrido. He creído perderte para siempre. Si quieres te curo la herida en casa.
Pablo sigue sin entender nada. Tiene una gran duda y cree necesario aclararla cuanto antes, por lo que con una voz vacilante pregunta a Susana:
-¿En tú casa o en la mía?

"GUATEQUE" EN K.O.tica

Dos amigos del instituto se encuentran casualmente en el K.O.tica. Entre abrazos y exclamaciones de alegría deciden tomar una copa juntos.

-¡Coño, Miguel, estás igual que cuando tenías dieciocho años!
-Carlos, gracias por el cumplido, pero creo que exageras. Uso gafas, apenas tengo pelo y empieza a salirme barriga.
-¿A qué te dedicas? ¿Hiciste derecho como querías? -pregunta Carlos.
-No, al final hice económicas. Desde hace años soy funcionario del Ayuntamiento de Madrid. Y tú, ¿qué haces?
-Soy empresario, o lo intento. Quiero abrir un local, pero entre el papeleo, la licencia de apertura, los permisos y la madre que los parió, llevo más de un año inmerso en la burocracia municipal.
-Sí, todo lo del papeleo va despacio -contesta pensativo Miguel.
-¡Me tienen hasta los guevos! Pagaría lo que fuera por acabar con todo esto cuanto antes.
-No te cabrees Carlos, que no merece la pena. Quizá pueda echarte una mano. Tengo algún contacto en el Ayuntamiento que podría agilizar todo el proceso. Pero ya sabes que hoy en día nada es gratis.
-Lo que sea Miguel, lo que sea.
-Es muy sencillo. Tú me pagas veinte mil euros y yo te tramito los papeles; en menos de un mes tienes todo arreglado. Sobra decir, que esta conversación nunca la hemos tenido.
-Eso dalo por hecho y muchas gracias. ¡Venga tomemos otra copa! Invito yo. ¡Camarero! Pónganos otra de lo mismo.
El barman les sirve otra copa y oye como uno de ellos le dice al otro:
-¡Por la amistad! ¡Por los viejos tiempos!

Ulises recuerda bien aquella escena de dos amigos de instituto brindando por la amistad. Y vuelve a leer por segunda vez el artículo del periódico.
"El juez Santiago Torres ratificó el viernes la orden de prisión dictada contra cinco implicados en la Operación Guateque, la trama de corrupción descubierta en el Ayuntamiento de Madrid. Delitos presuntamente cometidos por una red de funcionarios que convirtió la concesión de licencias municipales en un lucrativo negocio privado".
Ulises va atando cabos. Él conoce a Carlos y sabe que no es empresario si no policía y que esa noche el encuentro no fue casual. Nada casual.

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Ulises y su hija Silvia están terminando de comer. El camarero les recomienda el postre de la casa. Silvia enciende su tercer cigarrillo y elije flan con nata. Ulises pasa directamente al carajillo.

-¡Estamos en noviembre y ya está todo adornado de Navidad! ¡Es increíble! Cada vez me caen peor estas fechas -se sincera Ulises.
-Antes te gustaban mucho. Eras el primero en comprar el árbol, las bolas, los regalos...Que te vas haciendo mayor papá. Por cierto, estas navidades, ¿qué piensas hacer?
-Trabajar, como todos los años y salir de casa lo menos posible.
-A lo mejor, en mi curro me dan unos días de vacaciones y mira tú, aprovecho para entrar en casa lo menos posible.
El camarero coloca el flan con nata y el carajillo en la mesa y apunta:
-Tenemos lotería de Navidad. Esta vez me da que nos va a tocar.
-Siempre nos dices lo mismo y nunca, que yo recuerde nos ha tocado ni la pedrea -le contesta Ulises.
- El número es muy bonito: siete, siete, cinco, cinco, siete -señala Silvia- mira que si toca y no llevas...
-Vale, dame dos. Tráeme otro carajillo. ¿Quieres algo más Silvia?
-Sí, un cortado. Papá ¿te acuerdas cuando vivíamos con mamá y ella nos organizaba las navidades? Los regalos, la cena de Noche Buena, la comida de Navidad, los Reyes...
-Calla que sólo de pensarlo me pongo malo. Era incansable, siempre nos tenía un plan y luego otro y luego otro. Si algo bueno trajo nuestro divorcio fue no pasar más navidades juntos.
-Este verano cuando estuve en su nueva casa, me comentó que vendría a Madrid en Semana Santa.
-Bueno todavía quedan unos meses para el sufrimiento -dice Ulises con una sonrisa- hasta entonces disfrutemos.
El teléfono móvil de Silvia empieza a entonar un rap pegadizo, en la pantalla se lee en letras mayúsculas, subrayado y entre exclamaciones:
¡MAMÁ: SÁLVESE QUIEN PUEDA!
Antes de contestar dirige una mirada de intranquilidad a su padre.
-Hola, mamá. ¿Qué tal por Estocolmo? ¿Ha nevado ya?
Silvia escucha con atención las palabras de Elsa, su madre. Su rostro comienza a comprimirse, arrugarse, a dibujar gestos llenos de sufrimiento y malos presagios. Ulises se mantiene en silencio y muy atento a la transformación de su hija y casi por mimetismo empieza también a encogerse, comprimirse. Silvia permanece callada, como si la conversación fuese con otra. Al final sólo puede añadir:
-Yo también te quiero, besos.
Ulises le pregunta al momento.
-¿Qué decía tú madre?
-¡No te lo vas a creer! ¡Viene por Navidad!

UNA HISTORIA CON MAL FINAL

Ulises recibe una llamada telefónica de Marigú diciéndole que ha encontrado al Serpentina desmayado en el K.O.tica, que tiene una brecha en la cabeza y parece que está muy bebido. Sin pérdida de tiempo Ulises se dirige hacia allí.

-Marigú, gracias por avisarme. ¿Dónde está Serpe? -pregunta Ulises más afectado de lo habitual.
-En los lavabos. Tranquilo que ya ha vuelto en sí, además la herida de la cabeza ha dejado de sangrar pero tiene una cogorza de miedo.
El aspecto que tiene el Serpentina es lastimoso. La cara y el pelo impregnados de sangre seca, el jersey lleno de vómito y los pantalones de chándal húmedos de orín. Su mirada, entre avergonzada y agradecida, se clava en Ulises.
-Pero Enrique, ¿qué te ha pasado?
-Ya ves, un pequeño traspiés -contesta brindándole su mejor sonrisa-. Ya estoy bien, sólo algo mareado...
No le da tiempo a terminar la frase porque las piernas se le doblan y como una torre de naipes se desploma.
-¡Ay, Ulises que va a ser mejor llamar a una ambulancia! -exclama alarmada Marigú.
-No será necesario, solamente necesita pasar la borrachera. Vamos a prepararle un café y a sentarle.
Marigú, además de ser una mujer imaginativa y soñadora es, cuando las circunstancias lo exigen, muy práctica, por lo que ella misma se acerca a la cafetera y prepara un café bien cargado. Ulises, mientras tanto, arropa con cuidado y cariño el cuerpo extremadamente delgado y castigado del Serpentina.
-Ulises, siempre me he preguntado porqué permites que alguien como el Serpentina tenga las llaves de tu bar. Sabes que mientras hace la limpieza bebe y, luego, la mitad de las veces, se marcha sin cerrarlo.
-Es una historia un poco larga y no tiene un buen final -contesta cabizbajo.
-Estoy cansada de predecir historias con un buen final. Por favor, soy toda oídos.
-El Serpe no es ni la sombra de lo que un día fue. Vivía en el mismo portal que nosotros y era un novillero muy conocido en el barrio. Cuando no estaba toreando, se juntaba cada tarde con vecinos y conocidos en el bar Paco donde montaban sus propias tertulias. Mi padre acudía a menudo, les gustaba hablar de toros, fútbol y sobretodo de política; era el lugar perfecto. Con el tiempo se hicieron inseparables...
Ulises permanece en silencio y observa que el Serpentina se ha dormido. Mira a Marigú que con una mirada de curiosidad e interés le anima a seguir hablando.
-Mi padre fue una excelente persona y siempre estuvo dónde le necesitaban. Tenía ideas políticas contrarias a las del Régimen y más de una vez fue detenido, pero él no entendía un país sin libertad. Participaba en reuniones clandestinas, repartía octavillas y encabezaba manifestaciones prohibidas, hasta que en una de ellas fue arrestado y, encarcelado. Permaneció más de dos años en prisión, y cuando salió estaba ya muy enfermo.
Ulises hace una pausa y, después añade en voz más baja:
- A las pocas semanas murió.
-¡Qué cabrones! -escupe Marigú- ¿Y qué pasó después?
-Enrique fue el único que nos ayudó. Gracias a su presencia y a su dinero pudimos salir adelante. Siempre le estaré agradecido.
Marigú mira de arriba abajo al destartalado y alcoholizado Serpentina e inevitablemente pregunta:
-¿Cómo ha llegado a esto?
- No ha sido muy difícil; mucho alcohol, malas compañías y peor suerte.
Ulises percibe en los ojos de ella una sensación de tristeza y añade:
-Pero me tiene a mí y ahora un poco también a ti.
Ella sonríe y afirma con la cabeza.
- Bueno será mejor que le lleve a casa y le acueste. Gracias por tu ayuda, Mari Bruji.
-De nada. Por cierto, ¿cuándo me vas a dejar que te lea la mano?

QUE LA SUERTE TE ACOMPAÑE

Esmeralda entra en el K.O.tica después de un día difícil. Saluda a Marigú y a Mamen y se sienta con ellas en la misma mesa. Con la mirada busca a Ulises, al verle, le hace un gesto con la mano indicándole que se acerque.

-Hola a todos. Vengo del Tanatorio –dice Esmeralda a la vez que se quita el abrigo-. Julio, se suicidó.
-¿Qué Julio? –pregunta Mamen.
-Julio Contreras, el que trabajaba en la Bolsa.
Al ver sus caras de despiste Esmeralda añade:
- Al que le tocó la lotería el año pasado.
-Julio, el Rompetechos, como aquí le conocemos –aclara Ulises.
-¡Ya sé quien es! Hace algunos meses pasó por el Ambigú y parecía decaído –recordó Marigú.
-¿Le toca la lotería y se suicida? –pregunta atónita Mamen.
-Se encontraba en un estado depresivo debido una causa psicosocial, es decir, sufrió un evento adverso en su vida y no fue capaz de superarlo –aclara la psicóloga.
-Esme, bonita, que no estás pasando la consulta –protesta Mamen-.
Habla en cristiano.
Ulises interviene y las tres mujeres lo escuchan con atención.
-Se presentó en el K.O.tica diciéndonos que le había tocado la lotería, que se acababa de despedir de su trabajo mandando a la mierda a sus jefes y que se iba de viaje al Caribe con Curro. Esas fueron más o menos sus palabras.
-¡A ti, sí que se te entiende! ¿Y qué pasó luego Ulises? –pregunta intrigada Mamen.
-Resulta que el décimo lo compró a medias con un colega del trabajo, que fue el que se guardó la papeleta. Cuando el Rompetechos le reclamó su parte, el colega pasó de él. Le llevó a juicio, pero al no haber pruebas suficientes, lo perdió y con ello, su parte del premio.
Marigú añade:
-Como diría el maestro André Maurois: “precisamente porque el destino es inmutable, la suerte depende de nosotros mismos”, es decir, ¡una putada! –sentencia.
-Y a partir de ahí va de mal en peor. Pierde su trabajo, su mujer le deja… –Ulises es interrumpido por Esmeralda.
-Esta última parte la conozco muy bien. Julio acudió a la consulta pidiéndome apoyo psicológico y aunque no voy a desvelaros su historial, sí puedo añadir que, efectivamente su mujer le abandonó por otro. ¿Podéis imaginaros por quien le dejó?
Esmeralda espera alguna respuesta, al cabo de unos segundos, contesta ella misma:
-¡Por el compañero del trabajo que había comprado el décimo de lotería!
El grupo parece anonadado, por lo que la psicóloga se ve en la obligación de proseguir con su locución:
-Este evento adverso junto con los anteriores llevaron al paciente, quiero decir, a Julio, a un estado depresivo grave y aunque llegamos a iniciar el tratamiento, no hubo tiempo material para curarle.
-¡Pues te has lucido, guapa! –apunta Mamen.
Ulises se da cuenta del malestar que hay entre ellas dos y añade como quitando hierro a la situación:
-Este año he comprado dos décimos de lotería; uno es para mi hija Silvia y el otro para nosotros cuatro. Os prometo que si toca, yo: lo reparto.



CUENTO DE NAVIDAD

Ulises y su ex esposa, Lena, pasan el día de Navidad en la casa de la hija de ambos, Silvia. A pesar, de las buenas intenciones y del deseo de no discutir, parece inevitable cierta confrontación entre ellos.

-Ulises, ¿puedes hacer algo más que leer el periódico? –señala Lena.
-Pero si hace un momento me has dicho que me estuviera quieto y no tocara nada. ¿En qué quedamos?
Ulises se defiende incómodo ante tanta preguntita con segundas y añade: -¿Qué quieres que haga, Lena?
Silvia mira a ambos y no puede evitar defender a su padre del control férreo que su madre está acostumbrada a imponer en todas las circunstancias de la vida.
-Mamá, acabas de decirnos que tú te encargas de preparar la comida y de poner la mesa, no hay nada más que hacer por el momento.
-Pues ordena el salón.
-Mamá me has ordenado toda la casa, has limpiado el baño y la cocina, hasta has organizado mis armarios.
-Silvia, no entiendo cómo puedes vivir entre tanto desorden. Evidentemente, en eso, has salido a tú padre.
Ulises interviene aún sabiendo que discutir sobre el orden, la puntualidad y la perfección es una tarea perdida, pues Lena es una mujer absolutamente racional, pragmática y resolutiva.
-El sentido del orden es muy subjetivo, Lena. Lo que para ti es un caos, quizá no lo es para nosotros.
-El orden siempre es el orden –sentencia Lena-. Además en el fondo lo agradecéis.
Lena mira su Cartier y puntualiza:
-En seis minutos empezamos a comer. Silvia, cariño tienes tiempo para cambiarte de ropa y maquillarte.
-Pero si ya estoy arreglada –protesta.
-Hija, hoy es un día especial. Puedes hacer un pequeño esfuerzo por agradar a los demás.
-Silvia, no hagas caso a tú madre. Estás preciosa y tienes una casa cojonuda.
Los tres se miran y permanecen callados pero padre e hija saben que Lena dirá la última palabra.
-Hoy es Navidad y debemos ser respetuosos –sentencia mientras vuelve a mirar su reloj-. Bien, sentémonos a comer. Ulises, por favor, descorcha el vino. Silvia, acércame la bandeja.

CERRADO POR VACACIONES

Un cartel escrito a mano y pegado en la puerta del K.O.tica, indica que el bar va a permanecer cerrado una semana. Amigos y clientes, al leerlo, barajan diferentes hipótesis.

-¡Qué extraño que el bar no esté abierto! –comenta Esmeralda a Marigú.
-Yo creo que es la primera vez que veo el K.O.tica cerrado. Ulises abre hasta en Navidad -añade con aire pensativo Marigú.
La psicóloga recuerda:
-Me dijo que el día de Navidad iba a comer con su hija Silvia y con su ex.
-¡Pues entonces todo aclarado! Debió de quemarse tanto al estar con su ex que necesita unos días de vacaciones para recuperarse.
-Es posible. -La psicóloga hace una pausa para después añadir-: Volver a enfrentarnos con situaciones traumáticas puede generar estrés, siendo necesario, un cambio en las rutinas. Sí, es posible.
En ese instante llega Mamen, que al ver a sus dos amigas en la puerta del bar, primero se extraña y luego pregunta enfadada:
-¿Por qué coño está cerrado el K.O.tica?
-Cerrado por vacaciones -contesta Esmeralda.
- Ulises nunca cierra por vacaciones. ¡Qué raro!
Mamen queda pensativa mirando de nuevo el cartel y añade resuelta:
-¡Está más claro que el agua! ¡Le ha tocado la lotería!
Marigú y Esmeralda se miran y contestan a la vez:
-Sí, es posible.
Al grupo se le une El Serpentina, que extrañado de no ver a su jefe desde hace varios días, ha decidido acercarse esa noche por el bar. Saluda y apunta:
-¿Sabéis algo de Ulises?
-Creemos que le ha tocado la lotería o que se ha ido de vacaciones o que la visita de su ex le ha quemado las neuronas –especula Marigú.
El Serpentina asiente con la cabeza y se da por satisfecho. Saluda y se va.
Dos hombres, se acercan y leen con atención el cartel. Uno de ellos, pregunta:
-¿Sabéis por qué está cerrado el K.O.tica?
-Cerrado por vacaciones –responde Esmeralda.
-Ulises nunca coge vacaciones. ¡Qué raro!
-Sí, eso pensamos nosotras.
-Bueno. ¿Y qué os parece si nos vamos todos a tomar una copa al Tercer Tiempo?
-¡Venga, vale! -se adelanta Mamen-. Estoy empezando a congelarme.
Marigú y Esmeralda se miran y aceptan la invitación.
Mientras, en la habitación del Centro de Cirugía Estética, Ulises vuelve a mirarse en el espejo, y no puede evitar exclamar con júbilo:
-¡Con este implante de pelo, parezco otro!

LA BODA DE SU MEJOR AMIGA

Los invitados al enlace entre Mamen y Jacinto están ya reunidos en el restaurante. Los amigos de la novia, Marigú, Esmeralda y Ulises, comparten mesa con los amigos del novio, Dani, Luis y Carmen.

-¡Viva los novios! –grita el padre de la novia.
-¡Viva los novios! –responde el resto de invitados.
La comida transcurre con los formalismos habituales: los vivas a los novios, los brindis, la liga de la novia, la corbata del novio, la tarta nupcial cortada por los novios…
-¡Qué contenta se la ve a Mamen! –comenta Esmeralda a todos los de la mesa- ¡Está radiante! Desde el día que nos dijo que se casaba parece otra.
-Todavía lo recuerdo -dice Marigú-. Entró en el Ambigú muy excitada y me soltó nada más verme:
-¿Te acuerdas cuando me leíste la mano y me dijiste que a corto plazo iba a reencontrarme con alguien de mi pasado? ¡Pues ya ha aparecido! ¡Es Jacinto!
-¿Aquel Jacinto que te dejó por otro? –le pregunté abiertamente.
-El mismo, pero eso fue antes, cuando atravesaba una crisis de identidad. Ahora es mucho más seguro y tiene las ideas muy claras pero que muy claras. En las pocas semanas que llevamos juntos, es como si el mundo se hubiese parado y sólo estuviésemos él y yo. Hemos decidido casarnos.
-¿Qué? ¿Estás segura de lo que estás haciendo?
-Por su puesto. Esta vez es diferente. Además las líneas de la mano nunca se equivocan.
-A veces sí, Mamen…A veces sí.
-Que se besen, que se besen… –piden algunos invitados.
-Que se besen, que se besen… -se suman Luis y Carmen.
-Si me disculpáis, voy a fumar un cigarrillo afuera –señala discretamente Dani.
Los novios se levantan de su mesa y se acerca cada uno por separado, para saludar a sus respectivas familias y amigos. Ulises también abandona su mesa y se dirige a los lavabos para en la intimidad del retrete liarse un canuto. Al poco tiempo, alguien entra en los lavabos y habla en voz baja:
-¡Estás tan guapo! Te echaría un polvo aquí mismo. ¡Bésame!
-Tranquilo Dani, ya encontraré la forma de escurrir el bulto y vernos.
-¡Bulto, el que yo tengo aquí entre las piernas! Venga, Jacinto uno rapidito.
-Dani, cariño debemos ser cuidadosos. Ahora soy un hombre casado y debo mantener las formas.
-Te quiero Jacinto ¡Venga dame un beso!
-Te quiero Dani. Ahora debo volver con los invitados.






BAILE DE MÁSCARAS

El Centro de Bellas Artes organiza un año más su tradicional baile de disfraces. El tema de este año es el mestizaje pero eso a Ulises parece no importarle, porque él, desde hace años repite siempre el mismo disfraz: careta blanca con ropaje de seda negra y sombrero de tres puntas.

-¿Qué quiere tomar, señor? –pregunta un jovencísimo camarero a Ulises.
-Una Dama Blanca.
-No conozco ese combinado.
-Es un cóctel. Todos los años tengo que explicar al camarero de turno, cómo se prepara. Es muy sencillo.
-Pues se lo agradezco. Dígame.
-Llámame de tú.
-OK. Mi nombre es Adolfo.
-Yo, Ulises. Apunta Adolfo. En una coctelera colocamos seis hielos, y allí vamos añadiendo en orden lo siguiente: dos chupitos de ginebra, un chupito de Cointreau y dos chupitos de zumo de limón. Con todo en la coctelera, se cierra y se agita enérgicamente. Se sirve con su guinda roja.
-Parece sencillo. Enseguida te lo preparo.
Adolfo se mueve en la barra a trompicones como si todavía no dominase suficientemente ese espacio.
-Y dices que se llama La Dama Blanca, tiene un nombre muy sugestivo.
Ahora sus gestos son precisos, exactos y en pocos minutos coloca delante de Ulises su Dama Blanca.
-Gracias.
Ulises acerca la copa a los labios y prueba en pequeños sorbos su contenido.
-Para ser el primero que preparas te ha salido cojonudo.
Adolfo se lo agradece con una tímida sonrisa y señala:
-Llevas un disfraz muy elegante, parece del carnaval veneciano y con la careta puesta no hay quién te reconozca.
-Lo compré en Venecia para asistir a un baile de máscaras y allí conocí a mi dama blanca…
Hace una pausa y apura el cóctel.
-Olía a miel y purpurina, sus manos transparentes se apoyaban en mis manos mientras bailábamos y su voz profunda, cálida quedó grabada para siempre en mi memoria.
-¿Has quedado aquí esta noche con ella?
-No volví a verla nunca más. Desde entonces vengo cada año para celebrar aquel encuentro y con la lejana ilusión de encontrarla. Adolfo, otro Dama Blanca, por favor.
-Este que te voy a preparar va a superar el primero.
-A partir del cuarto todos me saben igual.
El salón de baile está en plena ebullición, no deja de entrar y salir gente, el colorido y el bullicio impregna la noche. Se bebe, se baila pero sobre todo se intenta no pasar desapercibido, todos se dejan ver y exhiben abiertamente sus disfraces, sus máscaras, sus cuerpos transformados, maquillados, enfatizados. Y, Ulises es uno más, él también se deja ver, se exhibe, no quiere pasar desapercibido, porque él busca a su dama blanca, aquella que olía a miel y purpurina, y sus manos transparentes se apoyaban en sus manos mientras bailaban y su voz profunda, cálida quedaba grabada para siempre en su memoria.


UNA HISTORIA DE AMOR

El Serpentina, apodo del novillero Enrique Vega, tomó la alternativa en la plaza de segunda categoría de Cartagena. A pesar de su corta carrera destacó por su arrojo y dominio de la suerte de muleta. Su novia, María Teresa Muñoz, fue la mujer de su vida.

-¿Te duele la herida, Enrique? –pregunta María Teresa.
-Un poco pero, ¿Qué serían los toreros sin cornás? Con esta, ya son cuatro.
-Me he llevado un susto de muerte.
-Eres muy valiente al verme desde el tendido cada vez que toreo, pocas son las novias o las mujeres de los toreros que siguen la faena desde la misma plaza.
-Yo me siento muy orgullosa de estar ahí, de ser tu novia.
-Y yo me siento el hombre más afortunado cuando hago el paseíllo y sé que me miras y yo intento cortejarte desfilando ante ti, y cuando toreo con el capote es un poco como cuando bailamos muy pegaitos y te dejas llevar…, y llegamos al último tercio para ejecutar “la suerte suprema”, donde hay conseguir que el toro embista, y justo en medio de la embestida aprovechar el momento para clavar la espada en el corazón.
-¡Olé! ¡Vaya faena! Te has ganado las dos orejas y el rabo. Bésame, Enrique.
Enrique Vega, alías el Serpentina, se retiró de los ruedos tras una grave cogida. Su novia, María Teresa Muñoz, dejó de ser la mujer de su vida y las cornadas que llegó a tener fueron más de cuatro. Nadie fue lo suficientemente valiente para seguir la faena de un hombre cayendo en picado y ninguna mujer se sintió nunca más orgullosa de él.
Enrique Vega, alías el Serpentina, nunca volvió a sentirse el hombre más afortunado haciendo el paseíllo, ya no hubo miradas, ni cortejo, no volvió a bailar pegado a una mujer y nunca jamás ejecutó “la suerte suprema” con el mismo sentimiento y pasión como con su novia, María Teresa Muñoz.
Enrique Vega, alías el Serpentina, está en plena alucinación, que como diría Esmeralda, es una falsa percepción sensorial en ausencia de un estímulo externo, probablemente a consecuencia de un consumo excesivo de alcohol.
Enrique Vega, alías el Serpentina, besa el aire, abraza el aire. Siente como su boca se funde con la de ella y da gracias por ser el hombre más afortunado.


CELOS

“Son celos, Don Rodrigo, una quimera que se forma de envidia, viento y sombra, con que lo cierto imaginado altera, una fantasma que de noche asombra, un pensamiento que a locura inclina, y una mentira que verdad se nombra”. El Caballero de Olmedo.

-Mamen, te veo un poco apagada esta noche. ¿Otra copita? –pregunta Ulises.
-SÍ, gracias. La verdad es que estoy echa polvo.
-¿Qué te ocurre?
-Se trata de Jacinto. Últimamente apenas nos vemos y le echo de menos.
-Bueno, estáis recién casados y es normal que quieras estar con él y que le eches de menos.
-Ya pero, es que además…
En ese momento hace su entrada en el K.O.tica, Marigú.
-¡Hola chicos! Mamen, te veo un poco apagada. Tú tienes mal de amores.
-¡Joder con la bruja! –exclama asombrada Mamen- ¿Has oído lo que ha dicho, Ulises?
-Sí, con un simple vistazo ha dado en el clavo.
Marigú sonríe pícaramente a sus dos amigos y aclara:
-Bueno, pero como ahora no estamos en el Ambigú, prefiero que me lo cuentes desde el principio Mamen.
-Se trata de Jacinto. Temo perderle. Tengo envidia de sus amigos, de Dani.
Trabajan juntos, comen juntos, viajan juntos.
-Mamen, debes ser un poco más comprensiva, racional y juiciosa. El trabajo de Jacinto le exige pasar muchas horas fuera de casa, estar de aquí para allá y además, Dani es su mano derecha.
-Ya…, os parecerá una gilipollez, pero tengo celos de Dani.
-Mamen, intenta no alterar la realidad o empezarás a ver cosas que no existen y a volverte loca tú solita.
Ulises, asiente con la cabeza cada vez que Marigú da un consejo a Mamen, pero sólo es un gesto mecánico y, como buen barman, lo borda. Porque Ulises, recuerda perfectamente aquella conversación que escuchó en los lavabos el día de la boda de Mamen con Jacinto, y entiende que, esta vez, Marigú se equivoca.

-¡Estás tan guapo! Te echaría un polvo aquí mismo. ¡Bésame!
-Tranquilo Dani, ya encontraré la forma de escurrir el bulto y vernos.
-¡Bulto, el que tengo yo aquí entre las piernas! Venga, Jacinto uno rapidito.
-Dani, cariño debemos ser cuidadosos. Ahora soy un hombre casado y debo mantener las formas.
-Te quiero Jacinto ¡Venga dame un beso!
-Te quiero Dani. Ahora debo volver con los invitados.

Sí, Ulises recuerda perfectamente cada palabra y entiende que, esta vez, Marigú se equivoca.

CALLE 30

A pesar de encontrarse en pleno atasco, Ulises y su hija, Silvia, mantienen la calma. La radio del viejo Citroën dos caballos acompaña con su discreta presencia la espontánea conversación que ambos mantienen.

-Papá, métete por la M-30 y salimos directos a la Ciudad Universitaria.
-Como quieras. ¡Parece mentira el pedazo de obra que han hecho! –reconoce Ulises.
-Mantente en el carril central, dirección A-6 –insiste Silvia.
-Todavía no me acostumbro a tanto túnel. Si te digo la verdad, me gustaba más como estaba antes, que ibas viendo el Manzanares, La Arganzuela, el campo del Atleti…
-Pero papá, es una obra de ingeniería alucinante, moderna y funcional.
Las noticias que emite la radio sobre el tráfico en esos instantes, son poco alentadoras:
En la Calle 30, tráfico muy lento entre la Cuesta de San Vicente y el Puente de los Franceses, sentido A-6.
- Hija, esta obra será todo lo moderna y funcional que tú quieras pero estamos parados, tragando el humo de los coches y encerrados en un túnel.
-Tómatelo con calma, papá. Yo voy bien de tiempo.
Ulises relaja los brazos sobre el volante, sonríe y dice:
-Me estoy acordando cuando naciste y del primer sitio por donde te paseé: primero te enseñé la fábrica de cerveza Mahou y luego te llevé al Vicente Calderón, dos de los sitios más emblemáticos de Madrid.
-Pues la Mahou está ahora en Guadalajara y al estadio le quedan dos telediarios para que se lo lleven del Manzanares -sentencia ella.
-¿Salimos por la Cuesta de San Vicente o sigo de frente, Silvia?
-Papá, mantente en el carril central, dirección A-6.
Ulises sigue las indicaciones de su hija y con cierta melancolía apunta:
-Debemos de estar a la altura del Puente de Segovia y muy cerca de la sala de conciertos, La Riviera. Allí he escuchado en directo a Los Brincos, a Fórmula V, a Radio Futura, a Golpes Bajos…
Silvia corta a su padre y suelta de carrerilla:
-A finales de Marzo se celebra el Black Music Festival y tocarán en la Riviera, Tower of Power, Red House, John Mayall, Spenser Blues Explosion…
Ulises levanta las manos del volante y exclama:
-¡Para, para que ya no te sigo! ¡Joder qué cambiado está todo esto! ¡Menos mal que la Casa de Campo no se la han llevado!
-Ya estamos llegando. Continua recto, luego a la izquierda y en seguida está Bellas Artes, mi escuela.
-Bellas Artes, lo que tu madre siempre quiso que estudiaras. Se ve que los paseos con ella por el Prado, hicieron mella en ti.
-Mamá me llevaba todos los sábados al Museo del Prado y tú, todos los domingos, al campo del atleti.
-Y ganó tu madre, elegiste el arte.
-Sí, papá pero también sigo siendo del atleti.
EL DON

Ulises entra en el Ambigú, la tienda de esoterismo de la calle El Gato Negro, donde su dueña, Marigú, echa las cartas, lee la mano, vende libros sobre el más allá y prepara infusiones.

-Buenas noches, Marigú.
-Hola, Ulises. Pasa, estoy recogiendo un poco la tienda, esta tarde he dado unas charlas sobre el Tantra y está todo revuelto.
-¿Qué es eso una bebida, un baile, un conjuro? –pregunta con sorna.
-¿De verdad tienes interés en saber qué es el Tantra? –le responde con otra pregunta.
-Por su puesto. Soy todo oídos.
Marigú deja de colocar los objetos en su sitio y se acerca hacia él.
-Es un sistema filosófico que nació en la India en el siglo octavo. Su práctica aporta un reentrenamiento mental que aumenta la capacidad de gozo así como sostiene y profundiza las relaciones sexuales.
-Parece interesante… ¿Y ha sido una charla práctica o teórica? –pregunta Ulises con una sonrisa maliciosa.
Marigú sigue ordenando la tienda y contesta con una falsa voz de enfado:
-No te pienso contestar. ¡Haber venido!
Ulises observa a su amiga cómo se mueve, con qué resolución coloca, ordena y distribuye los pintorescos, peculiares y extraños objetos de la tienda de esoterismo. Y como si pensara en voz alta, apunta:
-Este tipo de tiendas me ponen un poco nervioso. No sé exactamente para qué sirven. Me parece que son un poco falsas.
Ulises se da cuenta que se ha pasado e intenta arreglar un poco su testimonio.
-Pero reconozco que hacen su servicio.
Marigú se para de golpe, deja las cajas en el suelo, le mira directamente a los ojos y le dice:
-Así que te ponen nervioso este tipo de tiendas y no sabes para qué sirven. Pues yo te voy a demostrar que sirven para mucho más de lo que imaginas.
-Sí, pero…
-¿Sí pero qué?
-No sé, por mi no te molestes.
Ulises siente que ha tocado un punto sensible de su amiga y ahora no sabe cómo arreglarlo.
-Yo solo entiendo de cosas terrenales, del día a día, de lo que se ve.
-Pues de eso te voy hablar, de lo que se ve, de lo que yo veo. Siéntate en esa silla y mírame, si puedes, a los ojos mientras te hablo.
Ulises ya no tiene escapatoria y como un colegial pillado haciendo novillos, no le queda más remedio que obedecer y esperar.
-Querido amigo, voy a ser muy sincera con tu incredulidad y falta de sensibilidad hacia “todo lo oculto”. En primer lugar, aclararte que hay personas que poseen un bien natural o sobrenatural, una gracia especial o habilidad para ver, sentir o intuir “algo” que otros no tienen. En segundo lugar, “no todos somos iguales aunque nos parezcamos”. Y por último, ¿por qué tienes tanto miedo a que yo conozca tus sentimientos?
-Pues no sé que decirte –Ulises se encoge de hombros y se muerde una esquina del labio inferior-. ¿Por qué me miras así, Marigú?
-Porque para mí eres transparente y sé perfectamente lo que sientes…
-Marigú, me estás empezando a dar miedo… -Ulises intenta dar por finalizada la conversación-. Venga, te invito a una copa en el K.O.tica.
Marigú ya no puede pararse, quiere dejar las cosas claras.
-… y aunque nunca me has dejado leerte la mano, sé cómo estás mental y emocionalmente en estos momentos. Ulises, a mí no me engañas.
-Nunca he pretendido engañarte, simplemente dejo que las cosas lleven su ritmo natural…
-¿Y cuándo pensabas decírmelo?
-Pronto.
-Ulises, por favor, me gustaría oírtelo decir ahora.
-Ya lo sabes…
-Por favor.
-Te quiero, Marigú.

SE ALQUILA

El cartel informativo del Gabinete de Psicología Clínica, permanece apagado. A su lado, otro cartel con letras negras y mayúsculas anuncia: SE ALQUILA.

Isabel, la secretaria de Esmeralda, ha terminado de recoger sus pertenencias del que fuera su último lugar de trabajo, la Clínica de Psicología. No puede evitar emocionarse cuando ve entrar a Esmeralda cargada de cajas, libros y archivadores.
-Esme, ya casi he terminado de recoger mis cosas, ¿quieres que te ayude en algo más?
-No, Isabel, por hoy ya está bien. Además ya solo queda retirar algunos muebles y de eso se va a encargar el portero, por cierto, ¿a qué hora dijo mi madre que venía?
-Sobre las siete y debe estar al caer, ¿la has contado ya algo sobre el cierre de tu clínica?
-Nada, todavía no sé muy bien cómo enfocarlo, ya sabes lo inestable que es. Me da miedo que no asuma lo que voy a decirle.
-Pues háblala con cariño, con mimo, como una hija hablaría a una madre. Olvídate de que eres psicóloga y no intentes analizar todo –Isabel vuelve a mirar su reloj-. Ahora tengo que irme.
Las dos mujeres se abrazan.
-Isabel, gracias por todo. Estos últimos días están siendo especialmente duros.
-Suerte, Esme.
Díez minutos después, empieza a sonar el timbre de la puerta con insistencia. Esmeralda sabe de antemano que la que llama así, no es otra que su madre, por lo que se apresura a abrirla cuanto antes.
-Hola, madre. ¿Cómo estás?
-Bien. ¿Pero, qué pasa aquí, dónde están los muebles?
-Mamá de eso quería hablarte.
-¿Dónde dejo el abrigo y el bolso? –pregunta desconcertada.
-Donde quieras.
-¿Por qué no tienes pacientes? ¿Dónde está Isabel?
-Mamá, he cerrado la clínica. Los ingresos no cubren los gastos de alquiler ni el sueldo de una secretaria. Las deudas empezaban a ser insoportables.
-¿Y por qué no me has pedido ayuda?
-Creí que podría controlar la situación.
-¿Qué tienes pensado hacer? –pregunta con resolución.
-Empezaré a trabajar como psicóloga en un colegio.
-Bueno, pues algo es algo.
-Sí, pero hasta el próximo curso, no me contratan.
-Así descansas un poco, coges fuerzas y buscas otro piso.
-Mamá, estoy arruinada.
Esmeralda siente cierto alivio al haber contado la situación actual a su madre pero también teme su respuesta. La observa y cree ver en ella una disposición especial, un deseo de ayudarla, de protegerla.
-Esmeralda, ven a casa.
-¿Lo dices en serio?
-Nunca he estado tan segura. Nos cuidaremos la una a la otra.
-Gracias, mamá.
-Tu padre se volverá loco de contento cuando te vea entrar por la puerta.

EL OSCAR

Las tres amigas, Marigú, Esmeralda y Mamen, han quedado esa noche en el K.O.tica. Llevan varias semanas sin verse y todas tienen algo nuevo que contar.

-¡Vaya noche que hace, parece primavera! –exclama Mamen entrando en el bar mientras saluda.
-Pues estamos a finales de febrero. ¡Hasta el tiempo está en crisis! –le contesta Esmeralda con tono de voz apagado.
-El que debe estar en crisis, pero de las que te sales, es el Bardem. ¡Por fin le han dado el Oscar! A mí este tío, me pone –reconoce Mamen.
-Pues a mí, me parece un chico con un físico excesivo, con unos rasgos duros y hasta agresivos. Yo los prefiero más sutiles, más…
-¿Intelectual, delicado, cultivado, interesante? –pregunta Marigú
-Sí, alguien así. Aunque ahora mismo es en lo que menos pienso. Llevo unas semanas viviendo en casa de mi madre y creo que voy a volverme loca. No os podéis hacer idea lo difícil que resulta la convivencia con ella.
-Pues es tu madre, rica. Si con ella tienes problemas no sé que pasaría con ese hombre sutil, intelectual y delicado que tanto te gusta.
-Tiene toda la casa al revés. El desorden es absoluto, no hay nada en su sitio y lo que es peor, cuanto mayor es el desorden, más cómoda se encuentra.
-Bueno, pues tendrás que acostumbrarte, al fin y al cabo estás es su casa.
-Además, y debido a su trastorno sicótico se pasa el día hablando con mi padre, con mis abuelos, con su hermano.
-¿Y eso que tiene de malo?
-Pues que todos ellos están muertos.
Ulises se acerca hacia las tres amigas. Tiene un aspecto más cuidado y arreglado que otras noches.
-¿Lo de siempre, chicas?
Las tres responden que sí.
-¿A qué se debe este nuevo look? –observa Mamen.
Ulises permanece callado mientras sus ojos se posan en los de Marigú como esperando que esa respuesta salga de ella. Ambos se miran y sonríen.
-Ulises y yo estamos viviendo juntos. En nuestro caso y de momento, la convivencia es maravillosa.
-No, si algo me olía yo –apunta Mamen, a la vez que abraza a Ulises y a Marigú-. Pues es lo mejor que se puede hacer cuando hay buen rollito…
La voz de Mamen se va apagando mientras unas tímidas lágrimas resbalan por su cara, contiene la emoción y continúa.
-…y no como Jacinto y yo, que nos vamos a separar.
El grupo permanece callado, sin saber muy bien qué decir y es Esmeralda, como psicóloga, la que se dirige a Mamen en un tono de voz firme y protector.
-Lo adecuado es que te preguntes el porqué de este fracaso y superar psicológicamente esta ruptura lo antes posible.
A pesar del consejo de Esmeralda, Mamen continúa llorando en silencio.
-La verdad es que se veía venir. Te tomaste muy al pie de la letra lo del reencuentro con alguien de tu pasado y te liaste con el primero que se te acercó.
Las conclusiones de Marigú tampoco convencen a la desconsolada amiga y es entonces Ulises el que lo intenta.
-¡Ánimo Mamen! Esta ronda invita la casa.
Las tres amigas apuran sus copas mientras Ulises sirve otra tanda de bebidas. Los cuatro alzan sus vasos y brindan en silencio. Mamen agradece con una sonrisa el apoyo de sus amigos y les invita a hacer un segundo brindis, en el que no tiene ninguna duda en añadir:
-¡Por el Oscar, por Bardem!

LOS CINCO PLACERES

El perfume insinuante de Marigú, el tono de voz sugerente de Ulises, la caricia en el lugar adecuado del Serpentina, la imagen atractiva para Esmeralda, o un sabor agradable para Mamen, desencadenan fantasías eróticas y respuestas sexuales en cada uno de ellos.

El olfato y el oído.

-¡Sigue, sigue, sigue hablándome! Cariño, quiero oír tu voz hasta el final. ¡Sigue Ulises, sigue!
-Me gusta el contacto de tu piel, es suave…
-SÍ, sí, sí…oh,oh,oh…
-…pero lo que más me excita cuando te tengo tan cerca es tu olor. Todos mis sentidos se despiertan y cuanto más calor desprendes más me excitas, más te siento…
-Oh, oh, tu voz, tu voz...
-…y ahora, Marigú, es cuando mejor hueles, cuando te relajas y el calor de tu cuerpo me rodea y respiras profundamente…
-…tu voz…
-…y es entonces cuando yo me derrito…uf, uf, uf, uf…

El tacto.

-Oye, Enrique, ¿Cuándo nos echen de la calle Montera a todas las putas, seguirás siendo mi cliente aunque esté en el culo del mundo?
-Eso ni se pregunta, Choni. Soy fiel por naturaleza y además cuando una relación funciona, aunque sea previo pago, debe mantenerse.
-Bueno Enrique, ¿lo de siempre?
-Lo de siempre.
La Choni comienza quitándole los zapatos, luego los calcetines. Abre la tapa azul de Nivea y coge un buen pegote de crema. Comienza a masajearle los dedos, el empeine, los talones. El Serpentina comienza a relajarse, a sentirse bien, cierra los ojos y se deja llevar. Las manos de la Choni se mueven con soltura y destreza, conocen de sobra los gustos de su cliente y saben que en breves instantes, el Serpentina va a tener una erección y será el momento en el que acercará la boca a su pene para que su fiel cliente le reconozca a voces que ella, la Choni, es la mejor.


La vista.

-Buenas noches, Esmeralda.
-Hasta mañana, madre.
Este es el momento en el que Esmeralda se encuentra más cómoda, más libre. El silencio la relaja, la permite soñar, evocar. Una imagen la persigue desde hace días y ahora es el momento de detenerse en ella. Se coloca boca arriba en la cama, cierra los ojos y comienza a acariciarse. Al mismo tiempo, visualiza esa imagen que la persigue, que no es otra que la de un hombre sutil y delicado que besa sus pechos con pasión y ternura para luego acariciar su vientre. Esmeralda, también acaricia sus pechos, su vientre, su sexo. Siente y desea que esa imagen tan clara, la penetre primero despacio, muy despacio y luego rápido, muy rápido. Esmeralda, también mueve sus dedos despacio, muy despacio y luego rápido, muy rápido. La imagen se sincroniza a la perfección con el movimiento de sus dedos y el balanceo de su pelvis. Esmeralda, siente un inmenso placer recorriendo todo su cuerpo y es entonces cuando la imagen de ese hombre sutil y delicado deja ya de perseguirla.

El gusto.

Todavía Mamen, se excita cuando piensa en los momentos de intimidad que compartió con Jacinto. Uno de ellos es el de aquella noche en la que empaparon sus cuerpos con cava y cómo uno absorbía, chupaba y succionaba el líquido al otro. Mamen nunca había saboreado a Jacinto de esa manera y aquella noche descubrió otra forma de llegar al placer.
-Ahora, te voy a poner otro poquito de cava entre tus pechos y lo voy a beber despacito…
-Jacinto, se me está metiendo por ahí, por favor, sécame con tu lengua.
Y Jacinto con sus labios y con su lengua relamía y buscaba el clítoris de ella, para llevarla al éxtasis. Luego, era ella la que vertía el líquido afrodisíaco sobre él y bebía sedienta una y otra vez hasta conseguir que Jacinto refrescara su boca con su semen.
Sí, todavía Mamen se excita cuando piensa en los momentos de intimidad que compartió con Jacinto.


EL PREMIO

Esmeralda tiene en sus manos la carta que desde hace noches le impide conciliar el sueño. Hacienda le reclama el I.V.A. del premio en metálico que recibió de la Asociación Española de Psicología por su trabajo sobre el Síndrome de Tourette.

-Esmeralda, ¿qué te ocurre, hija? ¿Te encuentras mal? ¿No puedes dormir? Si quieres, te preparo un vaso de leche caliente –ofrece solícita su madre.
-No, gracias. Es sólo que estoy preocupada.
-Cuéntame, ¿qué te ocurre?
-¿Te acuerdas cuando gané el concurso de investigación sobre “el Síndrome de Tourette”?
-¿Sobre el síndrome de qué?
-“El Síndrome de Gilles de la Tourette”. Es un trastorno neurológico en el que el paciente hace movimientos repetitivos y sonidos vocales incontrolables…
-Y todo eso, ¿qué quiere decir?
-Que tiene tics.
-¡Uf! Pobre… ¿Y qué más?
-El premio ascendía a más de treinta mil euros, que no declaré y ahora Hacienda me reclama el I.V.A. más los intereses correspondientes. Tengo apenas unas semanas para reunir el dinero y pagar.
La madre de Esmeralda escucha con atención a su hija y parece comprender el problema.
-Hija, todo en esta vida tiene solución menos la muerte. Tu padre tiene mano en el Ministerio de Hacienda.
Esmeralda empieza a derrumbarse al oír el sin sentido de las palabras de su madre. A la falta de sueño y al cansancio, se une la preocupación por la frágil salud mental de su progenitora, pero las palabras de su madre fluyen con seguridad y aplomo.
-Dame la carta para que la lea tu padre y pueda actuar en consecuencia. Tiene un amigo que es el máximo responsable de algo así como, Plan de Prevención del Fraude Fiscal, y con dar a una tecla de su ordenador borra lo que se le pida.
Esmeralda se frota los ojos, bosteza y mira con curiosidad hacia ella.
-Mamá, ¿estás tomando la medicación?
-Por supuesto. En cuanto se despierte tu padre le cuento lo que pasa. Y ahora, a dormir que ya casi es de día.
Ella, obediente se mete en la cama mientras su madre la arropa con mimo y la besa.
-Esmeraldita, todo tiene solución menos la muerte. Confía en tus padres.
-Mamá, cuando hables con papá, dale un beso de mi parte.


EL PRIMER COCHE

Ulises, acompaña a su hija hasta el concesionario de vehículos de ocasión. Silvia, va a comprarse su primer coche y quiere compartir este momento con su padre.

-¡Buenos días! –exclama Silvia.
-Buenos días, ¿qué desean? –pregunta un aburrido vendedor.
-La semana pasada elegí aquel Opel Astra metalizado, quedé en pasar hoy a recoger la documentación y pagarlo.
-¡Ah! Muy bien. Siéntense, por favor. ¿A nombre de quién se hizo el papeleo?
-Al de Silvia Urrutia Saladíe.
-Sí, aquí está todo preparado y en orden. Sólo tienes que firmar aquí, aquí y luego aquí.
Silvia, no lee lo que firma. Está demasiado emocionada con la compra de su primer coche.
-Señorita Urrutia, ¿qué forma de pago desea; transferencia, cheque…?
-En efectivo, ya se lo avisé al otro vendedor que me atendió.
-Sí, bien, como quieras.
Silvia, abre su cazadora, introduce la mano derecha por el escote de la camiseta y saca un sobre repleto de euros, lo coloca sobre la mesa y con determinación le indica al vendedor que lo cuente. Éste la mira con la boca entreabierta y sin disimular su asombro comienza a contar el dinero.
-Muy bien. Cinco mil setecientos euros al contado –el vendedor guarda el dinero-. Otra firmita por aquí…Muy bien. Esta es la documentación del coche y estas son las llaves. ¿Cuándo quieres llevártelo?
-Ahora, ya se lo advertí a su compañero.
-No hay problema pero hay que retirar antes algunos coches y salir marcha atrás. ¿Quieres sacarlo tu misma?
-Por su puesto.
Silvia, entra decidida en su coche, se pone el cinturón, enciende el motor, señaliza con el intermitente derecho y espera.
-Señorita Urrutia, cuando quiera, salga recto marcha atrás.
Silvia, no consigue que entre la marcha atrás, repite varias veces la operación. El coche no se mueve. El vendedor mete la cabeza por la ventanilla y aclara que la marcha atrás en el Opel Astra, es hacia arriba, a la izquierda y de frente.
-Gracias, ya me parecía a mí…
Intenta reproducir mentalmente la explicación del vendedor. Hacia arriba, a la izquierda y de frente.
-¡Cuidado, Silvia! Has metido la primera. ¡Frena! –grita Ulises.
El Opel choca contra la pared, Silvia se baja nerviosa y comprueba que no hay desperfectos. Mira a su padre y luego al vendedor.
-¿Cómo coño, se mete la marcha atrás en este coche?
-Señorita Urrutia, ha olvidado elevar la palanca y ha metido la primera. ¿Quiere que saque yo el coche?
-No, muchas gracias. ¡Papá sube! Esta vez nos vamos.
Silvia se santigua, se pone el cinturón, mira por el retrovisor, tira de la palanca de cambio hacia arriba, la lleva suavemente hacia la izquierda y por último hacia delante. El coche comienza a desplazarse hacia atrás.
-Nadie me dijo que la marcha atrás no es la misma en todos los coches –se justifica.
-No pasa nada, Silvia. ¡Qué bien suena el motor! Has hecho una buena compra.
-Me he dejado todos mis ahorros –protesta.
-Podías pagar a plazos el coche.
-No, con los intereses el precio subía mucho. Además, a mamá la he sacado casi la mitad de lo que me ha costado.
-No me gusta que te aproveches de tu madre.
-¡Papá, si está forrada!
-¡Cuidado, que te saltas el semáforo en rojo!
Ante la advertencia de su padre, Silvia pisa bruscamente el freno y ambos se abalanzan primero hacia delante y luego hacia atrás.
-Ya lo he visto, tranquilo. Frena bien, eh.
-Sí, frenar, frena –sentencia Ulises frotándose la zona cervical con las manos.
-¡Ya hemos llegado! Si ves un sitio para aparcar, avísame.
-Mira, ahí hay uno. Si quieres me bajo y te indico.
-¡Ni te muevas! Aparco a la primera.
Efectivamente, en tres maniobras con sus respectivos golpes al coche de atrás y al de adelante, Silvia deja el coche perfectamente estacionado.
-A eso se llama aparcar de oído –aclara Ulises mientras se estira como si viniera de hacer un largo viaje.
-Papá, subo a casa, cojo la bolsa del gimnasio y te acerco con el coche al K.O.tica.
-No gracias, cariño. Prefiero ir dando un paseito.


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