Maite Careaga Tagüeña, el origen de mi CONEXIÓN HONG-KONG, un homenaje a mi querido amigo Camilo Alonso Vega, y un lujo como escritora y como persona. Los episodios de su Valentina van in crescendo, con piezas memorables. Esta chica no es cualquier cosa. JAVIER PUEBLA

VALENTINA

Bajo La Mesa

Fue quizá la primera vez que Valentina probó la miel agridulce del triunfo inmerecido y la emoción temerosa de mentir. Sucedió así.

Se acercaba la hora de la salida. Desde su puesto en la mesa yellow Valentina echó una ojeada alrededor del salón. La mayoría de los niñitos parecían super concentrados en la labor de pintar con los dedos el papel que tenían enfrente, tras sumergirlos en alguno de los botes de pintura de colores que había en cada mesa. Valentina bajó la mirada a sus manos que parecían un par de garras de monstruo, suspendidas rígidamente en el aire cerca de su regazo. ¿Qué hacer con ellas? ¿Cómo pintar un sol amarillo con ese revoltijo de pintura acumulado en cada uno de sus deditos? se preguntó incomoda, haciéndolos bailar nerviosamente. La respuesta se la dieron sus manos que, sin que ella se los pidiera, aprovecharon el momento en que sus tres compañeros de mesa dirigieron la mirada a atender un llamado de Miss Betty, para meterse bajo la mesa y restregarse contra la madera hasta que se sintieron agradablemente más limpias. ¡Ahhhhh!. Algo parecido debía sentir Candy cuando se revolcaba en el pasto, jadeando y moviendo la cola, para secarse después de algún chapuzón en la piscina de casa de los abuelos en Cuernavaca, pensó divertida.

Sintiéndose más cómoda, pudo concentrarse en lo que estaba diciendo Miss Betty : ¨… así que en unos minutos Martita y yo vamos a pasar a revisar cada mesa y van a irse con una estrellita en la frente los niños de la mesa que haya quedado más limpia. Recuerden que si necesitan papel para limpiarse las manos pueden, ordenadamente, levantar la mano para que Martita pase a sus lugares a darles.¨ Oh ¡no! pensó Valentina con el corazón latiéndole rápido contra las costillas. Seguro que Martita pone la mesa yellow patas pa´rriba y todo el mundo va a ver lo que hice. Además seguro que Victoria Nieto me da uno de esos pellizcos horribles cuando por mi culpa perdamos la estrellita. Agggg. Y Toño Junco me va a echar una de sus miraditas insoportables, pensó rechinando los dientes y arrugando la nariz. Olvidándose del cuidado que había puesto antes de no mancharse la batita rosada que cubría su uniforme, se tocó con las dos manos la barriga que de pronto le dolía.

Con esa actividad ruidosa y angustiada en su interior perdió la noción de lo que pasaba en el salón de clases, y de repente, como despertando de un sueño, se dio cuenta que, increíblemente, la mesa yellow había ganado en limpieza! Miss Betty le pegó una estrellita en la frente acariciándole el pelo y Martita, esa nana tan exigente y por la que Valentina sentía verdadera adoración, le dio un abrazo de felicitación diciéndole con su voz ronca ¨muy bien muchachita, ¡felicidades!¨ Una ola de alivio y orgullo, mezclada con otras cosas menos agradables inundó a Valentina. Entre el griterío de la salida de la clase decidió no pensar en lo que quedaba bajo la mesa.

Pero la cosa no acabó ahí. Valentina no se iba a casa al terminar las clases como la mayoría de sus compañeros. Se quedaba una hora más esperando la salida del cole de sus hermanos mayores y de mamá, que era maestra en el cole de los grandes, para juntos hacer la larga travesía de vuelta a casa en medio del tráfico de la gran ciudad. Estaba jugando en el patio con otros niños cuando apareció Martita con cara muy seria y le dijo, ¨ven, quiero enseñarte algo¨. Valentina la siguió al salón de kinder uno, en donde Martita le señaló la mesa yellow que estaba voltead encima de otra mesa exponiendo unas rayas multicolores y le preguntó ¨¿Quién hizo eso?¨ ¨Yo no fui¨ dijo Valentina moviendo la cabeza de un lado a otro y escondiendo las manitas en la espalda. Sentía el corazón latirle en la garganta. Martita se la quedó mirando fijamente, seria, casi triste. Valentina bajo la vista a sus zapatos negros.


De animales y roces con la muerte
La tía Lorenza regaló a Valentina y sus hermanos tres conejos. El de la hermana era negro, el del hermano blanco, y marrón con manchas blancas el de Valentina. Los llamaron, respectiva y obviamente (¿cómo, si no?), La Negrita, La Blanquita y Café con Leche. La mamá les instaló unas jaulas en el patio junto a la cocina y advirtió a todo el mundo sobre la importancia de mantener cerrada la puerta para evitar a los conejos el peligroso contacto con Candy, la perra dorada, con fino olfato de cazadora, que se movía a sus anchas por el resto de la casa. A pesar de la advertencia, con cierta frecuencia se organizaban dramáticas persecuciones en las que Candy iba tras un conejo que se había aventurado en sus dominios y varios miembros de la casa gritaban y corrían intentando detenerla. Durante las corretizas, los hermanos de Valentina lloraban angustiados. Seguramente comprendían que se trataba de un asunto de vida o muerte. Valentina, que era la menor y aun no sabía correr lo suficientemente bien como para participar activamente, gritaba también y el corazón le daba golpes rápidos en las costillas. Pero, ajena a las posibles consecuencias, sentía la excitación ancestral del espectador de un emocionante evento deportivo y las ganas de que hubiera más eventos semejantes en el futuro (sobretodo si en ellos no participaba Café con Leche).

Candy tuvo muchas camadas de hijos, pero sólo la primera fue planeada por los padres de Valentina, con un perro de su misma raza, y dio como resultado una docena de hermosos cachorros dorados. El resto de sus cachorros, producto de apasionados encuentros callejeros, fueron negros. Unos lindos, otros no tanto, algunos con el pelo lacio, otros con el pelo rizado... Uno de éstos últimos, llamado Terry, acabó viviendo en la casa de la familia en Tepoztlán. Era feo, grande, tosco y muy energético. Corría, brincaba, ponía sus patas pesadas sobre el pecho de la gente, mordisqueaba brazos con sus enormes colmillos, no se estaba quieto. Era agotador. Una mañana los niños lo encontraron muy tieso, acostado en una jardinera, con los ojos abiertos. ¡Terry esta muerto! dijo el hermano de Valentina. Ella lo quedó mirando largo rato sin comprender. Y es que esa masa negra, peluda e inmóvil que tenía enfrente, simplemente, no era Terry.

Candy fue una perra muy longeva. La trajo la abuela Regina cuando Valentina era apenas un bebé y murió cuando Valentina estaba cerca de terminar el colegio. Una tarde que Valentina estaba sola en casa, Gloria la empleada le pidió con cara preocupada que bajara a ver a Candy. La perra, ya más canosa que dorada, tenía un aspecto fatal: jadeaba, le costaba respirar, se quejaba, daba vueltas sobre sí misma. Con un nudo en la garganta, y dedos temblorosos y desconsolados, Valentina llamó al veterinario, que amablemente vino tan pronto pudo. Tras auscultarla determinó que se trataba de una pulmonía. Más tranquila pero con el miedo aun apachurrándole el corazón Valentina dio el antibiótico a Candy y le puso unas mantas extra en su casita. Al día siguiente bajó temprano con su madre a verla y la encontraron jadeando orgullosa, sonriendo con la lengua de fuera y con dos cachorritos negros placidamente dormidos al calor del su vientre. ¡A vejez viruelas!


La Época del Terror

Un escalofrío recorrió a Valentina poniéndole la piel de gallina. Con los hombros encorvados y los brazos muy pegados al cuerpo, se mordía el pulgar de la mano izquierda. Respiraba rápidamente y un millar de hormigas caminaban por sus intestinos dándole cosquillas y dolor en el vientre. ¨… al levantar la cara hacia el espejo vio reflejada detrás suyo… ¡la cara fantasmagórica y ávida de venganza de aquella mujer a quien había asesinado!¨ La maestra Cristina bajó salvajemente la voz en la última frase, a la vez que se acercaba a un niño sentado en la primera fila, mirándolo con sus ojos saltones y amenazantes. Valentina y otros niños gritaron a coro ante el giro aterrador que había dado el cuento que, como premio al buen comportamiento, les narraba su maestra de español.

¨ Si hacen ruido al bajar al recreo se quedan sin historia ¿eh?¨ era el tipo de amenazas que, con mirada feroz y un movimiento rítmico e involuntario de cabeza, hacía a diario la maestra Cristina a su clase de quinto de primaria. A Valentina le fascinaban las historias de terror sobrenatural y le parecía genial tener una maestra que las usara para guiarlos hacia el buen camino. O al menos eso pensaba durante el día. De noche todo era diferente. Abrazando algún muñeco de peluche y con la puerta de su habitación abierta para recibir sonidos y luz del resto de la casa, lograba dormirse. Pero invariablemente se despertaba unas horas más tarde con el corazón latiéndole tan rápida y ruidosamente contra los oídos, que tardaba varios minutos en calmarse lo suficiente como para escuchar lo que sucedía afuera. Lanzaba entonces una mirada discreta hacia la formidable casita de muñecas, regalo de su padre, que sin lugar a dudas estaba embrujada, para luego contar hasta tres y correr a pedir asilo nocturno en la cama de su madre. Si la madre se lo negaba, corría a la cama del hermano que siempre la recibía, porque comprendía la angustia de Valentina, si bien sus propios miedos eran más mundanos (ladrones, y ese tipo de cosas). El mundo nocturno de Valentina estaba poblado de fantasmas, muertos que regresan a cobrar venganza, muñecos diabólicos y casas embrujadas, que le impedían despertar en su propia cama.

Cuando la madre le preguntaba a qué le tenía miedo, Valentina respondía con evasivas. En parte porque era de día, pero sobretodo porque sentía que, de nombrar sus temores en voz alta, se tendría que atener a las consecuencias. Por ejemplo, si la casita de muñecas se daba cuenta de que Valentina sabía que estaba embrujada, ¿qué o quién iba entonces a impedir que le hiciera daño a la niña?

Harta de su huésped nocturno, la madre decidió tomar cartas en el asunto. Quizá por no hurgar en sus propias heridas, no pareció detenerse mucho a pensar qué relación podían tener los miedos de la niña con los recientes cambios en la familia (el divorcio, la mudanza, el tratamiento que mantenía a la hija mayor lejos de casa). Siendo una mujer práctica, telefoneó a la directora de primaria para pedir que reprendieran a la maestra Cristina por llenar de telarañas la cabeza de sus alumnos. Valentina la escuchó desde atrás de la puerta y se quedó un buen rato apretando los dientes, pensando en la mirada asesina que seguramente le dirigiría la maestra Cristina al día siguiente. Pero eso no era lo peor, lo peor era que estaba oscureciendo y podía claramente oír a la mamá arreglándose para salir de fiesta…


La Doble Vida de Valentina

¨Pues yo en Semana Santa voy a ir a Carolina del Norte. Mi hermana está tomando unos cursos en la Universidad de Duke y voy a ir con mi papá a visitarla.¨ le cuenta Valentina a sus amigas en el recreo, con un cierto aire de superioridad, mirándolas a todas pero sin detenerse mucho en los ojos de ninguna. ¨¿Y se fue sin terminar el curso?¨ Le pregunta una de ellas que sabe que la hermana aún no ha terminado el bachillerato. ¨Lo que pasa es que por buenas calificaciones no tiene que presentar ningún examen final y, como premio, la mandaron. ¿A dónde vas ir tu de Semana Santa, Cristina?¨ pregunta Valentina a otra para desviar la atención y evitar más preguntas.

Es cierto que la hermana está en Carolina del Norte, y que por buenas calificaciones ha podido irse antes del fin de curso sin perder el año. Pero realmente ha ido para someterse a un tratamiento para adelgazar. Y eso de que el viaje sea un premio, Valentina no está tan segura. La hermana llora siempre que habla con ellos por teléfono y a la mamá a veces se le llenan los ojos de lágrimas y se le corta la voz cuando habla de su hija mayor.

Si Valentina siente algún remordimiento por no decir a sus amigas toda la verdad, no es consciente de ello. No es la primera mentira que les cuenta y seguramente no será la última. Las cosas en su familia son demasiado complicadas, piensa Valentina, como para que alguna de estas niñas normales, con familias y vidas envidiablemente normales, las pueda entender. Ninguna de ellas tiene padres divorciados, una madre que trabaja tanto, que está a veces tan triste, que sale con amigos por la noche. Ninguna tiene un padre recientemente separado, que ya vive con una ¨nueva¨ mujer, en una casa que sospechosamente tiene las mismas colecciones de libros educativos y enciclopedias que le ha regalado a sus hijos en los últimos varios años. Ninguna tiene hermanas que escapan comiendo. Ninguna… la lista podría seguir. Y Valentina simplemente no va a permitir que nadie la vea a ella o su familia como bichos raros, o peor, que les tengan lástima o desprecio. Claramente no hay otra opción que maquillar los hechos, punto.

No es consciente de ello, pero invierte mucha energía en defender su mundo secreto, en estar alerta a desviar conversaciones, en ser siempre fuerte. Lo que si le incomoda a veces es la sensación de ser un poco impostora, de reírse solo de dientes para afuera, de no poder mirar por mucho tiempo a los ojos de nadie. Sólo baja la guardia en su cuarto, cuando escribe o lee. Sobre todo al leer y perderse en el universo de un libro, ¡aahhhh, que paz!. Porque cuando escribe no puede evitar guardar un poquito las apariencia para la posteridad. Por ejemplo, en general suena mucho más alegre y segura de lo que se siente. Y más aún, escribe su diario en inglés por que le parece más elegante (aún cuando tiene en la lengua de Shakespeare una gramática como la de Tarzán).

Perdida en el Lejano Oeste

¨¿Mamá, puedo ir a ver la tienda que está enfrente mientras acaban de comer? ¿Ma? ¿Mamá…?, ¿Mamáaa…? Di que sí Ma, ánda, di que sí. ¿Sí? ¿Puedo?¨ insistía apresurada Valentina, casi sin respirar, mientras daba jalones intermitentes a la manga de la camisa de su madre que fumaba y conversaba con otras mamás del equipo. ¨No¨ le contestó, la madre mirándola molesta, mientras arrancaba su brazo de las garritas de su hija. ¨Ay mama, por favor…¨ insistió frunciendo el seño y cruzando los brazos. ¨¡Que no!¨. ¨Pero ¿porqué Mamá? Ánda, déjame ir…¨ ¨Ajjjj, ¿Sabes que? ¡Haz lo que quieras!¨ contestó la mamá desesperada, con ese tono medio amenazante que significaba algo cercano a ¨atrévete y verás…¨ Mientras la mamá regresaba su atención a las amigas, Valentina decidió ignorar la amenaza velada y seguir adelante con su proyecto.

Estaban en Los Ángeles, de viaje con el equipo de natación, en un parque de atracciones inspirado en la conquista del Oeste. La tienda que quería visitar Valentina resultó interesantísima. Había muñecos de peluche, lápices de colores, chocolates, brújulas, pepitas de oro metidas en unos botes transparentes llenos de agua, mapas… En fin, una colección de objetos hipnotizantes. Cuando logró salir del trance, se preguntó cuanto tiempo llevaría en la tienda y sintió que el corazón le daba un vuelquito. Regresó a paso rápido a la cafetería, sintiendo pinchazos en la boca del estómago y casi no le sorprendió el no ver a nadie del grupo por ningún lado. Salio del café y miró alrededor. ¡Nadie! Volvió a entrar. La pesadilla era real, se habían ido. ¡La mamá la había abandonado!

Las piernas se le volvieron como de gelatina, miles de hormigas le invadieron los hombros, Sentía rápidos golpes del corazón en la garganta, que se le había vuelto de piedra. Jalaba aire por la boca pero no lograba respirar. Tampoco lograba tragar la saliva que de repente le inundaba la boca. Olas en la cabeza le hacían imposible pensar. Iba a vomitar ahí, en plena cafetería, cuando sintió una mano tranquilizadora en el hombro y pudo respirar, ¨Mamá¨. Pero al voltear se encontró con una mujer desconocida, con uniforme del parque, que le preguntaba ¨Are you lost?¨ Valentina, con puchero y seño fruncido, asintió, estaba perdida. ¨Come with me…¨ La llevo de la mano a una oficina en la que un policía con aspecto de charro mexicano le hizo muchas preguntas en un espanglish que, en otras circunstancias, hubiera encontrado muy divertido. Pero no ahí. El susto inicial había dado paso a la tristeza. Sentía un puño empujándole la boca del estómago y una mano estrujándole el corazón. Toda su fuerza de voluntad era apenas suficiente para no llorar. Una vez terminaron las preguntas, se quedó sentadita en una silla, a la espera de que regresara el policía.

Vivirán más felices sin mí, pensaba Valentina mientras daba sorbitos a la Coca Cola que le había dado el policía. Al fin y al cabo mi hermana es más buena que yo y todo el mundo quiere más a mi hermano que a mí, se torturaba. Empezó entonces a imaginarse lo que sería su vida sola en ese país del norte y curiosamente se sintió mejor. Ya no tendría que nadar nunca más. Quizá se convertiría en una escritora famosa y algún día vendría su familia a pedirle perdón por abandonarla… ¨Mamᨠgritó sorprendida al verla entrar con el policía bigotón, sintiendo una mezcla de alivio y decepción. ¨Me dejaste¨ le dijo mas bajito, con seño fruncido, acusadora. ¨Pero tú, como de costumbre, te las arreglaste muy bien para encontrarme¨ contestó la madre sonriéndole. Al salir de la oficina la mamá le tendió una mano aliviada que Valentina la recibió todavía ofendida. Sin embargo, unos pasos más adelante la niña se llevó la mano de la mamá a la mejilla.


Sexo y Política

No se estaba divirtiendo demasiado. Pasaba el fin de semana en casa de una amiga de la natación, que más que amiga de Valentina, era hija de una amiga de la mamá. Echaba de menos su casa y estaba muerta de ganas de llamar a pedir que vinieran a buscarla, pero la detenía el que su anfitriona era mayor que ella y se pasaba todo el rato recordándoselo. Iba a quedar como un bebe llorón. Quizá notando el malestar de Valentina, la amiga propuso un juego secreto para animarla. ¨¿Tu sabes cómo se hacen los niños?¨ le preguntó bajando la voz y mirándola intensamente, a la vez que cerraba con llave la puerta de su habitación. ¨Seguro que no, porque eres muy chica. Pero yo te podría enseñar, ¿te gustaría intentarlo?¨ continuó, sonriéndole con aire un poco condescendiente. ¨Eso sí, no le puedes contar a nadie ¿eh?... ¨ agregó poniéndose seria antes de que Valentina pudiera responder. Y enseguida, ante la mirada curiosa y reticente de Valentina, le aclaró ¨no te preocupes que no vas a tener un niño, tontis, eres demasiado chiquita para eso. ¨ Y con aire ejecutivo continuó, ¨mira, es muy fácil, quítate los pantalones y los calzones¨, Mientras se quitaba la ropa para quedar desnuda de la cintura para abajo, Valentina no sabía si seguirle la corriente o no. Tenía curiosidad, pero se sentía incomoda de involucrarse en una actividad secreta, misteriosa, adulta, sin ropa… ¨Anda… ¿o acaso te da miedo?¨ Sintiéndose un poco acorralada, Valentina se quitó la ropa con dedos temblorosos. ¨Ahora ven…dame la mano… pongámonos aquí con la espalda hacia el sillón… ven más cerca… ahora, cuando cuente hasta tres vamos a saltar para atrás, una, dos tres…¨ Las dos brincaron hacia atrás y cayeron sentadas en el sillón. ¨Ahora sigue brincando sentada sobre el sillón… Si quieres suéltame para que te puedas impulsar bien con las dos manos… ves?¨

¨ ¿Y quién te dijo que así se hacen los niños?¨ preguntó Valentina después de un rato de rebotar en el sillón. ¨Mi vecina Anita vió a sus papás haciéndolo. Para tu información esto que estamos haciendo se llama botar¨ le dijo con voz de profesora ¨¿votar?¨ preguntó Valentina que había oído esa palabra en las sobremesas en casa. ¨Si, botar. Se puede botar en el sillón o en la cama, sola o acompañada pero, para quedar embarazada, tienes que botar con un hombre…anda, inténtalo otra vez…¨

En el país de Valentina las elecciones no contaban mucho, porque el mismo partido gobernaba desde hacía más de sesenta años y el tema del nulo valor del voto era relativamente frecuente en las conversaciones en casa de los abuelos, que no en balde eran exiliados políticos. El hecho es que después de aquella experiencia ¨sexual¨, pasó mucho tiempo antes de que Valentina pudiera oír la palabra votar sin que el corazón le latiera un poco más rápido y sintiera como el calor y el color le trepaban por la cara.


La Amiga Más Antigua

Valentina se despierta agitada. No recuerda los detalles de lo que soñaba, pero siente un agujero en la barriga y ganas de llorar de rabia, de golpear la almohada. En el sueño Amelie hizo algo que enfureció a Valentina. Tarda en darse cuenta que todo fue un producto de su propia imaginación, quizá porque no le es tan raro sentir, en la vida real, éste tipo de cosas hacia Amelie.

Amelie es la amiga más antigua que tiene Valentina y, según le ha contado en alguna ocasión a su diario, la mejor. Les gusta decir que eran amigas antes de nacer, porque sus madres se frecuentaban mientras estaban embarazadas y ellas nacieron con sólo 20 días de diferencia. Sin embargo, Valentina muchas veces se pregunta qué es lo que le gusta de Amelie.. Con frecuencia Amelie la exaspera tanto que Valentina quisiera pellizcarla o no verla nunca más.

Un poco más calmada se pone a pensar en su amiga. El problema es que a Amelie le gusta demasiado llamar la atención. Grita mucho, se ríe de cosas que no tienen gracia sólo por agradar a otros, llora por cualquier bobería, miente, cambia las historias, se apropia de frases y opiniones de Valentina como si fueran suyas, en fin. A veces, cuando están en casa de Amelie, no deja que Valentina juegue con sus juguetes, o decide ignorar a Valentina y ponerse a ver la tele, o a hablar por teléfono con alguna de sus amigas del colegio. Y lo que es peor, tiene completamente engatusada a la hermana de Valentina. A Valentina no le gustan los mimos de su hermana, que es siempre tan cariñosa, pero la bruja de Amelie, en cambio, los recibe feliz de la vida. Y aún más, Amelie es super cariñosa con el hermano de Valentina y ¡él se deja! Cuando Valentina piensa todo esto, le vuelve a latir el corazón muy rápido contra las costillas y se le sube el calor a la cara. ¡Que rabia!

Quizá Amelie es su mejor amiga sólo por el hecho de ser la más antigua, reflexiona Valentina intentando calmarse otra vez. A Amelie no hay que explicarle nunca nada y hay pocas cosas que esconderle porque es prácticamente como de la familia y porque las cosas en la familia de Amelie son tanto o más enredadas que en la de Valentina.

Bueno, hay que reconocer que también ayuda eso de ser náufragos en una isla desierta o prostitutas en Marte juntas… A Amelie le gusta tanto como a Valentina inventar juegos en los que se transforman en personajes peculiares, aun sin entender realmente lo que son esos personajes. Y esta también lo del teatro, Celine siempre se involucra de lleno en la creación, producción, ensayos y representación de las obras de teatro que escribe Valentina para presentar a los adultos. Y también es furibunda admiradora del mismo guapérrimo cantante, que desvela a Valentina, pero que en el colegio debe adorar en secreto, porque las amigas lo consideran horrendo. Mmm, la verdad es que ya se antoja que llegue el fin de semana para jugar con Amelie en la casa de los abuelos, piensa respirando hondo. Se da la vuelta, se arropa un poquito y vuelve a dormirse.


Mamahhhh

Valentina esta sudando, siente el cosquilleo de las gotas que le resbalan por el cuello y tiene el pelo pegado a la frente. El corazón le da golpes muy rápidos en las costillas, respira agitada. Ve claramente como se acerca una masa de insectos, pero sus piernas y brazos parecen de piedra, ¡no los puede mover! Vienen hormigas, de las rojas, arañas y lo peor, alacranes, con la cola levantada. “!No! Mama, mama, mamaaaa…”

Sus gritos rompen el agradable ronroneo nocturno de las cigarras y despiertan a sus padres y hermanos, seguramente también a los tíos que duermen en los cuartos vecinos. “Mamaaaa…” Valentina no puede parar de gritar, esta bañada en sudor y restriega violentamente sus brazos y piernas contra las sabanas, porque solo la alivia un poco el saber que ya se puede mover.

El padre se le acerca y le toca el brazo pero ella sigue aullando y moviéndose asustada.“Que horror!, pero que es lo que le pasa a esta niña?” pregunta malhumorado, quizá sintiéndose rechazado. “Otra vez esta haciendo un berrinche a la mitad de la noche. Francamente creo que la consientes demasiado, deberíamos disciplinarla un poco mas.” Afirma volviendo a su cama y dándose la vuelta. La madre se acerca a Valentina y ella deja de gritar y levanta los brazos para que la mama la cargue, sollozando bajito. “Pobrecita, es aun muy pequeña. Debe tener una pesadilla, le pasa con frecuencia la primera noche que dormimos en Cuernavaca. Ya gordita, no pasa nada” le dice a Valentina acariciándole el pelo mientras intenta acostarla de nuevo. Pero Valentina se lanza otra vez a gritar como si las sabanas le quemaran. Con la experiencia de otras noches como esta, y quizá porque es la tercera hija, su bebe, la madre no intenta volver a acostar a Valentina en su camita, sino que se la lleva a la cama matrimonial con ella. “Ajjj” suspira el padre exasperado. En cuento se acuestan Valentina vuelve a gemir porque se acuerda de los insectos que caminan por las sabanas, los alacranes en especial… La madre se voltea hacia ella y le dice “ pero ¿que pasa?” Valentina se le acerca, le prensa el cuello con los dos bracitos y la cintura con una pierna, a la vez que con la otra se impulsa para que la madre quede acostada bocarriba, con ella bocabajo encima. Otras noches como esta la madre ha luchado inútilmente para que Valentina duerma a su lado, hoy directamente le permite acostarse encima de ella. Con tal de que se calme y los deje dormir un poco, cualquier cosa.

Valentina acomoda la cabeza en el hueco del cuello de la madre, y aspira profundo ese olor inconfundible, tranquilizador. Hace demasiado calor, pero que importa. Ahhhh, se relaja. Y rápidamente se duerme al ritmo del bum bum, bum bum, del corazón de mama.


Cuando Seas Grande

Los grandes dormían aún. Valentina y Amelie estaban en el jardín, acostadas en la hamaca, intentando reconstruir los hechos de la noche anterior. Estuvieron de acuerdo en que había venido más gente de la que solía celebrar la nochevieja en casa de los abuelos de Valentina. Amelie asegura que en cierto momento, entre la cena y las uvas, mientras Valentina dormía en el sillón, ella vio a casi todos los grandes bailando como changos, y que fue al baño y en el pasillo encontró a la esposa del tío de Valentina abofeteándolo. Valentina le cuenta que, probablemente después de las uvas, vio gente en fila india, tirándose a nadar en la piscina con ropa. Ambas creen haber escuchado una discusión acalorada en el garaje. Y Valentina está segura de que casi al amanecer alguien, probablemente la abuela, lloraba dentro del cuarto en el que vive confinado su abuelo desde que una perra enfermedad lo ha convertido en un ser inmóvil, sin memoria, que lo único que hace es reír carcajadas vacías a cada rato. ¨Y ¿quién será el bello durmiente…¨ empieza a preguntar Valentina pero no puede terminar la frase porque a las dos les entra un ataque de risa al acordarse del desconocido que un rato antes habían descubierto roncando sonoramente en uno de los sofás de la sala.

Amelie, con aire de mujer de mundo, opina ¨Seguramente comieron hongos alucinógenos o tomaron alguna droga para divertirse. Así se divierten los grandes¨ Valentina la mira de reojo para ver si habla en serio. No quiere parecer una ingenua, pero ¿drogas? ¿en casa de los abuelos? ¨”Lo hacen para olvidar que están casados. Yo no me voy a casar, tiene que ser muy aburrido, mira a tus papas y los míos, divorciados”, continúa Amelie ¨Yo voy a tener mil amantes, voy ir a la disco, voy a viajar, voy a hacer cine, como mi papá¨. Valentina no puede evitar sentir una especie de admiración envidiosa hacia Amelie por tener tan claro lo que quiere y una parte de ella se siente muy atraída por la vida que describe su amiga. Pero casi inmediatamente se imagina ganando un premio Nóbel de química por una fantástica investigación y recibiendo la admiración y adoración de la rama maternal de su familia, tan científica, tan organizada. Eso la hace pensar en su hermana mayor, que está estudiando medicina y no hace mucho le confesó a Valentina que quizá hubiera sido más feliz estudiando para ser actriz, pero que ni se lo planteó de pensar en lo que iba a opinar su familia. Sin poderlo evitar, siente la rabia entrando a su estómago de acordarse de que su hermana le contó esto para animarla a ser escritora, porque tras leer sus diarios (¡la desfachatez con que le reveló que viola su privacidad!) le parece que tiene talento. Piensa entonces en su hermano, un gran deportista, con posibilidad de ir a las olimpiadas, que entrena todos los días y no tontea como la mayoría de sus amigos, que justo empiezan a salir de fiesta, porque sabe que la cima un deportista la alcanza muy joven. ¿Qué hará después? Se pregunta Valentina. Se imagina poder ver en una bola de cristal el futuro. La imagen la anima un instante, pero pronto siente una piedra apachurrándole la boca de estómago, y hormiguitas angustiosas que trepan por su esófago. ¨Nos vemos al rato¨, le dice a Amelie, bajándose de la hamaca.

Al entrar a la casa se encuentra a la hermana pequeña de Amelie jugando a las muñecas. Aunque le da vergüenza aceptarlo, a Valentina todavía le gusta jugar a la mamá de vez en cuando y en este momento es justo lo que necesita, así que se sienta con la niña y rápidamente se ponen de acuerdo sobre lo básico: cómo se llama cada una, cuantos hijos tienen, y a qué se dedica su marido. ¨Cuando seas grande mi amor¨ le dice la hermanita de Amelie a su muñeca, ¨Te vas a casar con un hombre muy bueno y muy rico, un príncipe azul…¨ Vaya, otro futuro posible, sonríe para sí Valentina, mientras acuna a su bebé.

DIA DE REYES PARA NIÑOS MALOS

¨¡Los reyes no nos trajeron nada! exclamó la hermana mayor, con voz temblorosa, mientras observaba el reguero de legumbres bajo el árbol de navidad. ¨Vinieron , porque como todos los años se comieron la comidita, ¡pero no dejaron regalos! Debe ser que este año fuimos malos¨. Los dos pequeños la miraron asustados, ella soltó un sollozo y los abrazó, en un gesto dramático y protector. Valentina era bien pequeña, pero se daba cuenta de que algo andaba muy mal.

Cuando se acercaba el fin de año, Valentina y sus hermanos hacían dos cartas de deseos. Una que enviaban al polo norte, a Santa Claus (Papa Noel), ese anciano gordito y barbudo que repartía regalos en nochebuena, viajando en un trineo tirado por renos. La otra, que Valentina no estaba segura a donde enviaban, a los Reyes Magos, que a caballo, camello y elefante y vistiendo ropajes exóticos, repartían regalos en la noche del 5 de enero. Cuando visitaban la casa de Valentina estos generosos personajes encontraban, sin falta, turrones y vino para reponer fuerzas. De eso se encargaban los niños. También encontraban unas fuentes de arroz, frijoles y lentejas, sin cocer, para alimentar a sus animales (la mamá les había asegurado que los renos, caballos, elefantes y camellos aman las legumbres secas).

En casa de Valentina Santa Claus solía traer los regalos más apetitosos, muñecas, patines, libros, en fin… En cambio los reyes traían cosas como pijamas y calcetines. Pero aun si a veces los regalos de reyes eran un poco aburridos, siempre existían.

¨Tal vez se ofendieron porque sus regalos nos gustan menos que los de Santa¨ sugirió tras una honesta exploración interior Valentina. ¨No, tiene que ser algo más grave¨ aseguró la hermana mayor. ¨Quizá, les parece que no hemos compartido suficientemente lo que tenemos con los niñitos pobres, como los hijos de Ana (la nana)¨ sugirió el hermano. ¨Eso puede ser, y seguramente no hemos sido buenos en otras cosas, por ejemplo Valentina tiene muy desordenado su lado del cuarto y no se deja peinar en las mañanas, ustedes dos pelean mucho…¨ ¨¿Pero qué es lo que pasa?, ¿porque están mis hijos reflexionando sobre áreas de comportamiento a mejorar en la mañana de reyes?¨ los interrumpió el papá, que seguramente se levantó extrañado ante el inusual silencio matutino en día de reyes. Los tres lo miraron un poco asustados. La mayor, avergonzada y con una nota dramática en la voz lo puso al corriente ¨Papá, los reyes no nos trajeron nada.¨ Los tres casi se soltaron a llorar.

¨Vaya¨ dijo el papá sentándose junto a sus hijos en la escalera. ¨Pero si que hicieron un reguero de arroz y frijoles sus animales. Como nunca antes diría yo.¨ los niños asintieron. ¨ ¡Esperen un momento, me parece que veo algo!¨ continuó animadamente el papá. Los tres lo miraron esperanzados. ¨¿No creen que estas habas forman un camino?¨ ¨¿Cómo el de pulgarcito?¨ preguntó Valentina. ¨Tonta, ese era de pan¨ dijo el hermano y la hermana los miro, reprobatoria. ¨Vengan, sigámoslo¨ dijo el papá.

Siguieron el caminito hasta la puerta del jardín y desde ahí pudieron ver unos flamantes columpios, rojos y amarillos. Muertos de la risa corrieron a probarlos. El papá ayudó a Valentina a subirse a uno y los empujó a los tres para que se mecieran. ¨ ¡Este es el mejor regalo de reyes que nos han dado! Que tontos fuimos papito, y que listo eres tú¨ dijo la hermana, columpiándose alto, locamente enamorada de papá. ¨Son los años de experiencia, mi linda.¨ contestó complacido ¨Pero no me parece que haya que tirar en saco roto sus reflexiones de hoy, por el contrario. Que mejor forma de agradecer regalos que siendo más buenos y generosos.¨ Los tres niños asintieron, columpiándose solemnemente.


TODO LO QUE QUIERAS

¨En Nueva York conocí a X, mi papá me la presentó¨ Valentina soltó la bomba que cargaba, tratando de sonar casual, cuando se quedó a solas con su madre y hermana. El silencio que se hizo se podía cortar con cuchillo. Sintiéndose aliviada y, sin entender bien porqué, también poderosa y culpable a la vez, se aventuró a mirar a sus dos interlocutoras. Lo que vio en sus caras le produjo una invasión de hormiguitas ansiosas en el pecho y estómago. Tras una pausa, la hermana disparó, ¿Dónde la vieron? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué te dijo mi papá? ¿Con quién viajaba ella? ¿Cuánto tiempo pasaron con ella? ¿Cómo te trató?... Con cada pregunta, la hermana tenía la voz más ronca y el seño más fruncido. La madre, aunque se mantenía en silencio, parecía también, a ojos de Valentina, cada vez más molesta, más dolida. A paso veloz, como para escapar de los proyectiles galopando, Valentina contestó, intentando un tono neutral y pellizcándose los dedos de la mano izquierda con la derecha. Por fin la hermana dejó el interrogatorio y concluyó, furiosa, casi llorando ¨ ¡mi papá es el colmo!¨ y mirando a la mamá agregó ¨¿Cómo pudo hacerle eso a Valentina?¨ La mamá entrecerró los ojos y movió la cabeza de un lado a otro. Valentina contuvo la respiración y una garra estrujó su esponjoso corazón.

Decidió no preguntar qué era exactamente lo que le había hecho su padre, en gran medida para no hacer evidente que su termómetro emocional parecía no funcionar bien. Este era un sentimiento frecuente, ante lo que Valentina consideraba una perfecta claridad y sintonía emocional entre su madre y hermana. Su mente se fue a repasar el viaje con papá. Nueva York y las Cataratas del Niagara. Un viaje muy prometido, que se había ido aplazando hasta que por fin sucedió. Valentina, que ya era casi mayor, según su padre, iba acompañarlo en un viaje de negocios. El se iba a tomar una pequeña vacación para dedicarse a su hija menor, con la que menos tiempo en exclusiva había pasado. Primero, dos días en las Cataratas. Cascadas monumentales rodeadas de todo tipo de ¨atracciones turísticas¨ a la americana: paseos en barco, fotomontajes de turistas cayéndose de las cataratas en un barril, el museo de cera, el museo de los records, tiendas de souvenires, hamburguesas y papas fritas. Pasó por todo ello de la mano del papá, que le tomaba fotos y le decía ¨mi chula¨ por aquí, ¨mi chula¨ por allá. Al despertar la primera mañana en NY, el viaje dio un giro inesperado. Mientras Valentina dormía, le contó el papá, él se había encontrado con unos amigos para tomar un trago. ¨Me gustaría que los conocieras, ¿te parece si comemos hoy con ellos?¨ Valentina asintió mientras su estómago se llenaba de hormiguitas inquietas. A la comida llegó X con otra gente. El resto del viaje X, a quien el papá llamaba ¨cielo¨, no se separó de Valentina. Mientras papá trabajaba, X la llevó a comprar ropa. ¨Tu papi te quiere consentir mhija, y me dijo que te comprara todo lo que quisieras, ándale, ¡aprovechate!¨ Cuando, más tarde, se encontraron con el papá, fueron a una juguetería de varios pisos, una especie de paraíso infantil, y el papá le insistió ¨nos llevamos todo lo quieras chula, de verdad, lo que quieras. Dame gusto, que en este momento de mi vida, el dinero no es ningún problema.¨ Más tarde fueron a cenar y a ver un musical. Los siguientes tres días fueron parecidos, incluyendo paseos a la estatua de la libertad, y a la cima del Empire State y las Torres Gemelas. Papá llevaba a X de una mano y a Valentina de la otra. Del viaje salió con más regalos que juntando tres navidades. Pronto relajó su reticencia a dejarse regalar cosas y en medio del empacho adquisitivo y turístico, no se acuerda bien en qué momento, Valentina se olvidó también de la incomodidad que sintió cuando se les unió X y de la altivez con que inicialmente trató a la novia del papá.

Con un ¨ven, te acompaño a desempacar gordita¨ la madre trajo la consciencia de Valentina al presente. Se dio cuenta que se había perdido la conversación entre su madre y hermana referente al papá, pero una mirada a la hermana le bastó para entender que el reproche seguía siendo la voz cantante. La verdad es que no le apetecía mostrar a su mamá los nuevos tesoros, pero ¿qué podía decir? ¨Vaya, cuanta ropa nueva, cuantos juguetes¨ comentaba la madre neutral, mientras sacaban las cosas de la maleta. Parecía que, con su mirada y palabras, la mamá le robaba lo apetecible a los regalitos paternos. Valentina guardaba silencio y pensaba confundida, mi papá me ofreció todo, TODO. pero, ¿qué era lo que yo quería?

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