Aléxis Hernández es un hombre lleno de ideas e iniciativa. Su personaje, Vladimir, camina por el mundo con una suerte de sombra al lado, que es su hermano Jesús. Muy interesante. Y mejora -litle by litle- cada semana.
JAVIER PUEBLA

 

REFRANES DE UNA VIDA

 

EL QUE RIE EL ULTIMO, RIE MEJOR

No sabía como explicarlo pero observar como Vladimir se marchaba de esa manera tan extraña le hizo sentirse mal.
Últimamente Jesús no hacía más que pelear con él, lo molestaba durante largas horas hasta que su hermano harto de sus continuas bromas se largaba y lo dejaba solo.
Pero hoy era diferente, ya que aprovechándose de que era el de más edad en ese momento, cambio el canal de la tele sin pensar en que su hermano llevaba largo rato viendo una película. La cara de Vladimir era un poema.
Al principio pensó que se iría a donde su madre para acusarlo de abusón, pero al ver que solo iba a su habitación se empezó a burlar de él. Fue en ese instante cuando Vladimir le grito aquella palabra que sus padres le tenían prohibido decir.
Jesús se asustó. Nunca le había dicho algo tan grave y por eso fue tras él, no sabía que iba a hacer pero desde luego quería que se retractara, ya que al fin y al cabo el solo había cambiado de canal sin su permiso y al ser mayor que él no lo necesitaba.
- Vladi te has pasado de la raya. Pideme perdón o te voy a dar un buen coscorrón.
No obtuvo respuesta, lo único que vio fue como su hermano con el rostro lleno de ira agarraba un tractor de juguete y lo lanzaba en su dirección.
Jesús no pudo reaccionar lo único que distinguió fue como venía el juguete amarillo hacía su cara e impactaba de forma brusca haciéndole un daño enorme.
Gritó, y fue tan exagerado el ruido que salía de su boca que su madre al momento apareció blanca del susto.
- Me lanzo el tractor – dijo Jesus entre sollozos sin dejar de tocarse la ceja.
Entonces la madre se giro hacía Vladimir y mirándolo fijamente le exigió que le dijera porque lo había hecho.
- Hace tiempo que se lo buscaba.
Y al contrario de lo que creía, Jesus vio como su madre le empezó a recriminar por obligar a su hermano a actuar así, y mientras lo arrastraba al baño para limpiarle la herida noto como Vladimir no paraba de sonreír visiblemente contento con toda la situación.
A partir de ese día Jesús nunca volvió a cambiar de canal cuando su hermano veía algo. Un repentino dolor en una de sus cejas se lo impedía.


EL QUE BIEN HACE, BIEN RECIBE

- ¡Que no quiero un bicho de esos!
- Pues no tendrás nada, Jesús – sentenció su madre – A Vladimir le compraré una tortuga y tu volverás con las manos vacías.
Y así sucedió. A pesar de los ruegos y lloros del niño, su madre no le compró nada.
Durante el viaje de regreso Jesús miraba con rabia a su hermano. No entendía como podía haber escogido una mascota tan rara teniendo la posibilidad de comprar un bonito perro o un loro parlanchín.
- Las tortugas huelen mal, comen cosas verdes, y encima ésta no para de morderte. Te han timado.
- Era mi dinero y por tanto mi decisión.
- Pues ahora te aguantas, Vladi – dijo Jesús más contento al ver como la tortuga le daba otro mordisco.
Pasaba el tiempo y lejos de cambiar la situación, la tortuga continuaba con su particular guerra contra Vladimir. No importaba que él se desviviera en atenciones de todo tipo, cómo comprarle una espaciosa pecera o alimentarle con jugosos mosquitos que cazaba durante la noche, no importaba, la tortuga seguía mordiéndole.
- No ves que le caes mal, siempre te odiará.
- Cambiará. Solo es cuestión de tiempo.
Para colmo de males, un día la tortuga se escapó. Aprovechando uno de los escasos momentos en que el menor de los hermanos le dejaba fuera de su pecera, el animalito desapareció.
Vladimir preocupado, la buscó por cada rincón de la casa y nada que aparecía. Jesús, que al principio disfrutaba por el descuido de su hermano, empezó a sentirse apenado al descubrir que pasaban las horas y la tortuga no daba signos de vida. No entendía por que, pero el saber que podría haberle pasado algo, le provocaba una angustia indescriptible.
- La encontraremos, no puede andar lejos – dijo Jesús intentando animar a su hermano.
- ¿Dónde puede estar? He mirado por toda la casa.
- Con el poco seso que tiene, seguro que se volvió a la pecera.
Y sus palabras fueron una revelación para Vladimir, ya que pudo comprobar al acercarse a la pecera, como la tortuga nadaba placidamente ajena a todo el revuelo que había causado.
- Más tonta y no nace – dijo Jesús entre risas – debe tener aserrín en la cabeza.
- Aserrín – repitió su hermano – así le llamaremos
- ¿Aserrín?. Es que quieres recordar lo ilusa que fue por regresar al encierro de su pecera, en vez de aprovechar la oportunidad de ser libre.
- ¿Eso piensas, Jesús? Yo más bien creo que regreso al lugar donde consigue comida sin esfuerzo. Y eso en mi opinión es de listos.
Y ahí los dejo Jesús, la pareja más rara que había visto nunca. Una tortuga que hacía daño a su amo a pesar de recibir atenciones de todo tipo, y un chico, que con eterna paciencia le daba cariño a su mascota a pesar de sufrir maltratos por su parte.
Tiempo más tarde, y cuando la vieja Aserrín era tan grande como su pie, Jesus entendía que de niño no era tan diferente a la tortuga y que Vladimir a su tierna edad le enseñaba que es con amor como se puede cambiar a alguien, no importa que seas animal o persona, solo te hace falta mucha paciencia.

CADA LOCO CON SU TEMA

Volvió a mirar hacía la habitación. Por más que Jesús quería entender lo que pasaba, no podía.
- ¿Te puedes creer lo que esta haciendo Vladimir? – pregunto al vacío mientras espiaba a su hermano – Hay que ponerle fin a esa locura.
Entonces entro a la habitación y vio como su hermano colocaba una de sus manos a la espalda.
- No intentes engañarme, se lo que estas escondiendo.
- ¿De que me hablas?
Pero con un movimiento rápido Jesús le arrebato el objeto que Vladimir ocultaba.
- Explícame que haces jugando con una muñeca.
La cara de su hermano se puso roja como un tomate, y por un momento Jesús pensó que incluso lloraría.
- No es lo que tú crees
- Si te refieres a que pensaba que jugabas con una barbie de nuestra hermanita, pues llevas razón.
- Me imaginaba que era Afrodita – dijo Vladimir entre balbuceos.
- ¿Afro que?
- Afrodita. Ya sabes la nueva amiga robot de Mazinger Z, esa que tira cohetes por las tetas.
En ese instante por la mente de Jesús paso un recuerdo del sábado pasado, cuando por la televisión vieron un nuevo capitulo del dibujo animado favorito de Vladimir en el que aparecía ese nuevo personaje.
- De todas formas es muy raro. Si me prometes que no lo vuelves a hacer, no se lo diré a nadie.
- Vale – dijo Vladimir aliviado.
Entonces Jesús, con la muñeca en la mano, se fue en dirección a la habitación de su hermana Joselín, y mientras la dejaba dentro de su cuna empezó a hablar.
- Ves que no soy tan malo, Freddy, pude burlarme de Vladi y al final no lo hice – dijo Jesús mirando a un rincón del cuarto donde se encontraba su amigo imaginario.
Y mientras salía de la habitación abrazando a su inexistente amigo bajo la atónita mirada de su hermanita de tres años, Jesús agregó:
- Lo hemos hecho por su bien. Te imaginas la vergüenza que pasaría Vladimir si todos supieran que juega con cosas de niñas.

MAS SABE EL DIABLO POR VIEJO QUE POR DIABLO

- Jesús Iriarte. Al despacho de Don Mariano – se escucho por megafonía y enseguida Jesús se fue en dirección a la oficina del director.
Por todos era sabido que Mariano Cano, el veterano director del colegio San Emeterio, era un hueso duro de roer, y eso lejos de amedrentar a Jesus le estimulaba, ya que significaba derrotar al más listo de los profesores.
El había sido el que tiro la bomba fétida en el baño de las chicas, era cierto, pero también sabía que nadie le había visto y si conseguía mantenerse tranquilo, no podrían descubrirlo.
La única preocupación que tenía Jesús era comprobar si esos supuestos “poderes” que tenía el director eran ciertos o no. Poderes que conseguían que hasta el estudiante más duro llorara como un bebe, como le pasó a un alumno de sexto al que le apodaban Gorilón. Desde aquel día el director pasaría a llamarse Don Mariano “Marciano” Cano.
Abrió la puerta del despacho, e imaginándose Jesús que encontraría artilugios de tortura de todo tipo, se sorprendió al comprobar que dentro solo estaba su hermano Vladimir, que miraba de un lado a otro como si esperara despertar de un mal sueño.
- ¿Qué haces tú aquí?
- Don Mariano me hizo llamar – contesto Vladimir más pálido de lo normal – me dijo que hice algo que no esperaba de mi y que por tanto me daría lo que me merezco.
Pero antes de que Jesus pidiera a su hermano que aclarara la locura que acababa de decir, apareció el viejo director.
- Vaya, vaya, el clan Iriarte en pleno – dijo con falsa voz de cortesía, mientras que con un leve gesto de la mano le indicaba al mayor de los hermanos que saliera del despacho – no se que hace aquí señor Jesús Iriarte, pero este asunto es solo con su hermano.
- Es que me citaron en su oficina.
- Pues habrá sido un error.
Entonces el director cerró la puerta y mientras Jesús completamente desconcertado dudaba que hacer, empezó a escuchar extraños ruidos que provenían desde dentro del despacho. Era como si Vladimir se quejara.
Fue cuando lo comprendió, el director pensaba que su hermano había hecho la travesura y le reprendía por ello. Jesús sintió un enorme remordimiento.
- No fue mi hermano, fui yo el que tiro la bomba fétida– se apresuró a decir Jesús entrando de improviso al despacho – por favor déjelo en paz
- Señor Iriarte gracias por su confesión – dijo tranquilamente el viejo mientras le entregaba un bonito trofeo a Vladimir – por favor salga de mi oficina, y esta vez no se vaya muy lejos. En un momento estaré con usted.
- Pero a que viene lo del trofeo.
- Ya que lo pregunta, su hermano fue el mejor del concurso de ciencias.
- ¿Pero la entrega de premio no iba a ser mañana?
Y entonces con una sonrisa de oreja a oreja el viejo director le respondió:
- Este año no, señor Iriarte. Este año no.


UNA CUCHARADA DE SU PROPIA MEDICINA

Los niños miraban con expectación como el objeto se tambaleaba. Se diría que sus movimientos eran hipnotizantes ya que ninguno se movió ni un centímetro, viendo con interés su lento baile al son de una música inaudible. Y cuando la extraña danza parecía no tener final, de repente la hermosa vasija se detuvo y cayó desde lo alto de la encimera para hacerse añicos al contactar con el suelo.
- Nos hemos cargado el jarrón de la abuela.
Apenas lo dijo, Jesus se fue en dirección a su cuarto, tenía poco tiempo para preparar una buena excusa porque estaba ante la mayor gamberrada que recordaba haber hecho, y eso que la lista era muy larga.
Miró su reloj y puso el cronometro en hora, calculo que tendría a lo sumo diez minutos antes que su madre llegará a casa y descubriera aquel desastre. Era el jarrón de la abuela Victoria, un regalo de boda que su madre guardaba con cariño, y el sólo pensar como se enfadaría al verlo despedazado en el suelo, le hacía estremecerse.
- Vladi ¿qué haces? – le pregunto Jesús al ver cómo su hermano continuaba impasible frente a los restos.
Estaba como ausente, su mirada reflejaba la culpa de alguien que había hecho algo imperdonable. Era evidente que Vladimir se atribuía lo que había pasado.
Entonces Jesús se dio cuenta, no tendría que inventar ninguna excusa, ni idear un plan alternativo de fuga, ni siquiera pedir asilo político en otro país, sólo tendría que contar la verdad. Se sentía confiado, por primera vez había ocurrido algo malo en la casa y el no era culpable.
- Chicos ya estoy en casa – se escucho desde la puerta y rápidamente Jesús se acercó a su madre con cara de arrepentimiento.
- ¿Qué hiciste?
Sabía el chico que era pan comido, Vladimir nunca mentía por lo cual lo único que tenía que hacer era contar lo que había pasado.
- Nada, mama – contesto él con voz angelical – Vladi y yo jugábamos con la pelota y de repente un tiro suyo hizo que el jarrón se cayera.
En silencio la madre se acerco a la sala, y durante un momento, contemplo como Vladimir continuaba inmóvil delante del jarrón.
- ¿Es verdad lo que me acaba de contar tu hermano?
- Sí, mamá – afirmo el niño visiblemente conmocionado – yo chuté el balón y cuando Jesús lo dejo pasar, impactó contra el jarrón.
Entonces la madre, roja de furia, se acercó a Jesus y tirando de una de sus orejas empezó a gritarle.
- Mira que eres malo, echar la culpa a tu hermano del desastre que has provocado. Ya verás cuando tu padre se enteré.
- Pero si él te dijo que fue el culpable – le contesto enfadado mientras con el brazo le señalaba el balón – el fue el que lo rompió.
- Tú dejaste que el balón pasara a propósito. ¿Es que crees que soy tonta?.
Y aunque siguió insistiendo en que eso era mentira, Jesús no consiguió convencerla. Lo único que consiguió con su impertinencia fue que su madre le diera un par de nalgadas acompañadas de un sermón de grandes dimensiones en el que frases como “un mes sin tele” y “hazte a la idea de que no saldrás de estas cuatro paredes” sonaron varias veces.
Esa noche después de la cena, Jesús fue a recriminar a su hermano por mentir.
- Sabes que no llegaba al balón, ¿porque le dijiste eso a mamá?
- Porque es cierto, Jesús, tu dejaste que pasara – dijo Vladimir con malicia – Como también es verdad que tu insististe jugar dentro de casa cuando yo quería hacerlo afuera o decidiste ser el portero cuando sabes que soy mejor que tú
- ¿Entonces crees que le mentí?
- Por supuesto que no – concluyo él mientras se arropaba en su cama – Solo le dijimos lo que creímos que pasó, y ella saco sus propias conclusiones.


NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER

Jesus no dejaba de dibujar mientras recordaba el momento en que Vladimir recibía el instrumento de cuerda.
Estaba furioso. Esa guitarra le correspondía por derecho propio ya que la deseaba desde siempre, y por eso no creía justo que fuera a manos de su hermano menor.
- Vladimir tiene un enorme potencial – dijo burlonamente Jesús recordando las palabras de Don Mariano durante la cena de anoche.
El mismo director en persona intento convencer a sus padres de que el chico debía recibir clases particulares de guitarra, y aunque en principio eran reacios en gastar dinero en un - entretenimiento sin futuro - tal como decía su padre, al final se dejaron persuadir por las palabras del veterano director.
- Serás mejor que Paco de Lucía – dijo su madre con entusiasmo.
- No mamá, yo quiero ser como Eric Clapton.
- ¿Clapton? Eso me suena a una marca de té.
Al oírlo Vladimir explotó de risa.
Jesús que contempló la escena desde su habitación, lloraba de rabia. Las carcajadas de su hermano parecían ser la última broma que le jugaba el destino, que no contento con negarle la habilidad que siempre había deseado, se burlaba de él a través de la risa de Vladimir.
- No todos nacemos para lo que queremos, señor Iriarte – le dijo el viejo profesor haciendo que Jesús volviera a la realidad – yo mismo quería ser escultor y acabe siendo director de una escuela.
- Desde pequeño siempre soñé con tocar esa guitarra. Imaginaba el día en que la sostendría entre mis brazos.
- Tal vez esta destinado a hacer otras cosas.
Y entonces le señalo el papel en el que dibujaba, donde Jesús sin darse cuenta había hecho un replica exacta de la guitarra. Era tan perfecta que parecía una fotografía.
- Quizás tenga otras habilidades que desconoce, o no quiere ver.
- ¿Me esta diciendo que uno debe abandonar sus sueños sin luchar? ¿Que debo dedicarme al dibujo porque no soy bueno con la música?
- Cada uno debe descubrir que batallas puede ganar y cuales no. Sería poco inteligente pelear si sabes de antemano que saldrás derrotado.
- ¿Y cuando supo usted que esculpir no era lo suyo?
- Quien le ha dicho que no lo hago. La mayoría moldea piedra, mármol o arcilla, yo lo hago con las mentes de niños como usted, convirtiéndolos en personas de provecho, y eso para mí es mucho más satisfactorio que contemplar el David de Miguel Angel.
Entonces Don Mariano se acercó más a Jesús y susurrando al oído le dijo:
- No sabrá tocar una guitarra señor Iriarte, pero dibujarla se le da de miedo. Y si fuera usted, darías gracias por ello.


A RIO REVUELTO, GANANCIA DE PESCADORES

No podía ser cierto. Estaba tan seguro que lo conseguiría, que si no fuera porque lo veía con sus propios ojos dudaría que fuese real.
Tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanto dinero malgastado y todo para nada. Jesús había perdido la apuesta ya que Aurora Garrido en ese momento besaba a otro chico, y aunque desde la distancia no lo distinguía con claridad, sin duda tenía que ser Javito.
Todo empezó el mes pasado, cuando en el mundillo de los chicos ella dejo de ser Aurorita para ser conocida como la Garrido, ya que era la primera chica plenamente desarrollada en su curso. Desde ese momento entro en el punto de mira de todos los de cuarto, que la veían como su objeto de deseo.
Entre esos chicos estaba Javito, que desde siempre luchaba contra Jesús, para demostrar que era mejor que él.
Y así surgió la apuesta, un lunes durante el recreo mientras atontados veían como la Garrido se comía su bocata de nocilla, Javito ideo una manera de aclarar quien era el más popular del curso. El primero que le robara un beso a Aurora, sería el ganador.
Jesús aceptó al instante, ya que sabía que la victoria no se le podía escapar, en primer lugar porque era más listo que Javito y sobre todo, porque solía coincidir con ella fuera del colegio, y eso era una gran ventaja.
Aurora venía a su casa casi todos los domingos. Su madre era amiga de sus padres, y Jesús sabía que ese sería el momento de abordarla y conseguir su propósito. Para ello convenció a sus padres para que le dieran permiso de ir al cine en compañía de la chica, y para evitar posibles pegas, les dijo que Vladimir les acompañaría. Él sería su tapadera.
Era perfecto, los tres en el cine y justo delante de las narices de Javito. Sólo tendría que usar sus encantos y ese beso sería suyo.
Pero no salió bien, ya que a pesar de escoger una peli para chicas, de invitarle a refrescos y palomitas, el beso no llegaba. Jesús usó todas las argucias que conocía pero no daban resultado, Aurora no estaba cómoda.
Y así transcurrió la velada sin que Jesús consiguiera su propósito. Hasta se ofreció a acompañarla a su casa por si colaba lo del beso de buenas noches, pero nada, ella se negó y solo accedió a que Vladimir le escoltara.
- Cuida de ella, Vladi – le susurró a su hermano – No dejes que el buitre de Javito se le acerqué.
- Tranquilo, no la dejaré sola.
Esa noche Jesús la paso en vela pensando que haría, y cuando al día siguiente ya había decidido que estrategia usar, fue cuando escucho la mala noticia.
- ¡Están morreando a la Garrido! ¿Y a que no sabes quien?
Pero a Jesús no le hacía falta oírlo. El tonto de su hermano se habría descuidado y permitió que Javito la besara. Ya le oiría cuando lo pillará en casa.
Y dirigiéndose Jesús hacía el chico, dispuesto a aceptar su derrota, cual sería su sorpresa cuando descubrió que no se trataba de su enemigo, sino de Vladimir que sonreía encantado.

DIME DE QUE PRESUMES, Y TE DIRÉ DE QUE CARECES

- ¿Y entonces?
- Le quite el bastón y se fue de bruces.
En ese momento los chicos empezaron a reírse, todos menos Vladimir, que con el semblante serio miraba a su hermano como si no lo reconociera.
- Y eso no es nada – continuó Jesús con una sonrisa de oreja a oreja – El otro día le moví un poco la silla y estuvo a punto de caerse de culo.
Ese último comentario hizo estallar a su hermano menor, que visiblemente indignado arremetió contra él.
- Estás loco. Dieguito es casi ciego ¿Cómo le puedes hacer esas cosas?
- Ah, cállate – le respondió un flacucho de pelo rizado al que llamaban el Virutas – de vez en cuando le viene bien un buen escarmiento a ese cuatro ojos.
- Cuando te falle la vista y no puedas ni reconocer a tus padres, entonces hablamos.
- A que te doy un coscorrón, enano de mierda – le dijo Ricky, un gordito de muy malas pulgas que siempre iba con el Virutas
Pero entonces Jesús se interpuso entre ellos, y haciéndole un gesto al otro chico, hizo que se llevara a Vladimir hacia su casa.
- Asegúrate que no dice nada, Virutas, y cuidado con pasarte de la raya, que es mi hermano.
Apenas lo vio alejarse, dio media vuelta y se dirigió hacía una casa pequeña donde un niño de gafas gruesas esperaba sentado.
- ¿Quién esta ahí?
- Soy yo – respondió Jesús pero con una voz impostada – soy tu amigo Domingo.
- Hola Domingo. Sabes que Iriarte volvió a hacer de las suyas, esta vez se llevó mi bastón.
- Vengo a devolvértelo – le respondió Jesús y enseguida le dejó el bastón entre sus manos – se lo quité, y le obligue a que te escribiera una disculpa.
Y mientras lo leía, Diego le preguntó
- ¿Por qué crees que se mete conmigo?
- Solo intenta fardar delante de su pandilla, porque sabe que si ellos descubren que le caes bien, no le respetarán.
- ¿Que le caigo bien? No has visto como me trata.
- Estoy convencido de que en otras circunstancias, seríais muy buenos amigos.
- Tu si que eres un buen amigo. Eres el mejor amigo que se puede tener.
Entonces medio avergonzado Jesús se dejo caer a su lado.
- Te aseguro que no soy perfecto. Y espero que el día que lo descubras, seas capaz de entenderlo.

CUANDO VEAS LAS BARBAS DE TU VECINO PELAR,
PON LAS TUYAS A REMOJAR

Apenas Jesús puso un pie en la casa, supo que algo iba mal. No sabía explicarlo, pero notaba en el aire una sensación extraña que le hacía estar alerta.
- Jesús – dijo Vladimir apenas le vio – tenemos un dos once.
- ¿Un qué?
- Un dos once.
Entonces Jesús recordó aquella tarde en que ambos idearon una clave secreta, para que sus padres desconocieran lo que tramaban. Mentalmente repaso la lista.
- ¿Estas seguro?
- Si – respondió Vladimir – desde la última visita de la abuela Victoria, no ocurría.
- ¿Y quién lo ha provocado esta vez?
- Aurora
De alguna manera esa respuesta le agradaba. El hecho de que la novia de su hermano sometiera a Vladimir a semejante tortura le parecía un castigo perfecto.
- Si no tiene que ver conmigo, no entiendo porque debo ayudarte, Vladi.
- Es peor de lo que crees. Insistió en ver el libro negro.
Al oír esas palabras un escalofrío recorrió su cuerpo.
- Pero si madre prometió que no volvería a mostrarlo a nadie.
- Ya sabes como es ella.
Tenía que hacer algo, esta vez su reputación estaba en juego. Rápidamente Jesús se fue hacía la sala, y mientras ideaba su siguiente paso, no dejaba de imaginar la devastadora consecuencia si su madre mostraba otra vez el libro negro. Lo de Chernobil a su lado, era un simple accidente de nada.
- ¿Mami, puedes venir? – pregunto Jesús con inocencia.
Había jurado no volver a llamar a su madre así, pero éste era un caso de vida o muerte. Usaría todo su encanto para evitar el desastre y cualquier argucia estaba justificada.
- Mamita.
Pero no obtuvo respuesta. En cambio escucho múltiples carcajadas que le convencieron al instante de que ya era demasiado tarde. Ahora lo único que esperaba era que el sufrimiento pasara lo más rápido posible.
- Mamá, porque me has hecho esto. Lo prometiste
Y en ese momento, su madre le dio una foto donde aparecía bañándose en el fregadero. Lo único que llevaba puesto era un sombrerito rosa en la cabeza.
- Solo son tus fotos de bebé, no exageres.
Aquel día dos cosas le quedaron claras a Jesús. La primera, que pocas travesuras les quedarían de ahora en adelante sabiendo lo peligrosa que podría llegar a ser su madre, y segundo, que una de esas travesuras, sabía con seguridad cual sería.

NO HAY PALABRA MAL DICHA, SINO MAL INTERPRETADA

- ¿Menos de una semana? ¿Estás segura?
- Si, cariño.
Jesús escuchaba la conversación de sus padres sin entender lo que pasaba, y aunque parecía ser un asunto bastante serio, decidió no preguntar porque hoy quería disfrutar de su suerte.
El día de reyes se había adelantado, ya que su abuela Victoria no estaría en Noche Buena. Eso significaba que por primera vez no iría a su cumpleaños, que coincidía con el día Navidad.
Sin saber la razón, su abuela, que siempre se iba a Argentina por estas fechas, adelantó su viaje y por eso hoy quería verlos en su casa, y aunque no le apetecía visitarla, se consoló al saber que este año no le reñiría cuando hiciera una de las suyas.
- Bienvenidos – dijo escuetamente la abuela Victoria al abrir la puerta.
Rápidamente se lanzaron a sus brazos Vladimir y Joselín, pero Jesús con cara de pocos amigos se limito a mirarla fríamente, provocando en su abuela una mueca de disgusto.
- ¿Por qué esa cara?
- Hoy jugaba el Atleti y me lo estoy perdiendo.
Y cuando esperaba un fuerte pellizco por su impertinencia, o uno de esos sermones con los que le deleitaba tan a menudo, sorprendentemente solo se limito a hacerles entrar.
- ¿Queréis chocolate caliente?
- ¿Chocolate, abuela? – respondió Vladi extrañado – Si siempre nos dices que con tanto azúcar se nos caerán los dientes.
- Por un día no pasa nada, mi querido Vladimir. Tu también, Jesús
Algo pasaba, lo intuía. La abuela Victoria no era tan amable con él, y más cuando había pasado tan poco tiempo desde el incidente del jarrón, incluso su madre siempre risueña, ahora estaba triste y silenciosa. Entonces Jesús miró con más detenimiento la cara de la anciana, comprobando que estaba más demacrada de lo habitual.
- ¿Porque este año no estarás en Navidad?
- ¿Es que deseas que esté?
Pregunta trampa – pensaba Jesús. Decir no, sería una grosería, pero invitarla a su cumpleaños arruinaría sus planes de pasárselo bien.
Entonces vio como por las mejillas de su abuela resbalaban un par de lágrimas, y pensando que esa era la prueba que necesitaba para saber que la misteriosa conversación de sus padres era sobre ella, Jesús no pudo negarse. Como negar un deseo a una moribunda.
- Claro que quiero que vengas.
- Gracias hijo. Pensaba quedarme en Argentina, pero viendo tu insistencia, no faltaré a tu cumpleaños.
Jesús no entendía nada. Si solo le quedaban días, era imposible que volviera a tiempo.
- ¿Y tu salud te permitirá viajar? – preguntó con falsa inocencia – Te veo muy pálida.
- Yo estoy bien. Solo, que estoy impresionada por la noticia de que mi vieja amiga Sara está muy enferma. Pero tu fiesta me animará.
De repente Jesús se dio cuenta de lo que había hecho. Había dado por sentado que era su abuela la que tenía problemas de salud, y ahora tendría que aguantar sus impertinencias en su fiesta. En otras palabras, había metido la pata hasta el fondo.
- ¿Qué te pasa? Tienes mala cara – le dijo su abuela preocupada – Seguro que has comido muchas porquerías – entonces le retiró el vaso de chocolate que sostenía entre sus manos – Venga, ahora mismo te preparo un caldo de verduras y verás como te recuperas.

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Lo peor de haber nacido en Navidad no era que tu cumpleaños pasará a segundo plano porque la otra festividad era más importante, ni siquiera que tu lista de obsequios se redujera ostensiblemente ya que la gente solía darte un único regalo que valía tanto de cumpleaños como de reyes. Lo peor para Jesús era aguantar al resto de su familia, cuando lo que deseaba era pasarlo bien con sus amigos, amigos que nunca podían venir porque cada uno estaba en su propia fiesta.
Para colmo de males, su abuela Victoria había cumplido su amenaza y se había presentado a su fiesta, terminando de deprimir a un desdichado Jesús. Por eso en ese momento estaba convencido que su decimosexto cumpleaños sería una mierda.
- Escóndete, Jesús, no te podemos ver hasta las doce porque todavía no ha nacido el niño – le dijo por enésima vez su tío Marcos, que después de dos copas repetía el mismo chiste cada vez que lo veía.
Fue cuando decidió que lo mejor era salir de allí, era su fiesta y todos parecían disfrutar más que él. Incluso su hermano Vladimir, siempre cabizbajo por estas fechas, reía a carcajadas junto a Aurora demostrando lo bien que se lo pasaba.
Jesús subió a su cuarto, y cuando preparaba una espectacular escapatoria por la ventana, se sorprendió de ver que alguien dormía en su cama.
- SAL DE MI CAMA – grito desesperado – SI TIENES SUEÑO, LARGATE A TU PUTA CASA.
- No seas grosero – replico al instante una voz femenina – Es que esta fiesta es un rollo y me estaba escondiendo.
No supo si fue el desparpajo con que lo dijo, o los hermosos ojos verdes que tenía delante, pero por un momento Jesús creyó que estaba soñando.
La chica al ver que Jesús no decía nada, decidió que era hora de volver con el resto de la gente. Por eso rápidamente se levantó y se fue en dirección a la puerta.
- No te vayas – le pidió tímidamente – Quédate por favor
Evidentemente Jesús pensaba que la chica le mandaría a paseo después de cómo le había tratado, pero para su sorpresa, ella se dio accedió.
- Si me quedo no es para enrollarme contigo ¿lo entiendes?
- Lo entiendo – dijo Jesús asustado por su franqueza.
- Venga, muéstrame que música tienes.
Y así lo hizo, Jesús le enseño toda su colección de música, y a medida que pasaban las horas fue descubriendo que cada vez le gustaba más esa chica. Y cuando estaba a punto de dar el primer paso, de repente Vladimir abrió la puerta.
- Así que aquí estabas.
- Si – le contesto Jesús con frialdad – Y ahora que lo sabes, largate.
- No te hablaba a ti, Jesús, sino a Romina. Sino lo sabes, es prima de Aurora.
Jesús se sintió tonto, tanto rato hablando con ella y no se le ocurrió preguntar quién era, y mientras veía como se iba tras Vladimir, sin poderlo evitar le dijo
- Te volveré a ver, Romina
Rápidamente ella se dio la vuelta y sin mediar palabra, le besó.
- Ya veremos – dijo ella con guasa – y por favor llámame Roma.
Definitivamente después de oír ese nombre, Jesús supo que se había enamorado.


 

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