COSAS DE CRIOS Madrid, 01 Diciembre 2008
Ya desde que nació Guille, se percibía
en él algo especial. Su forma de deslizarse a este
mundo fue un tanto chocante; su madre se puso de parto en
el taxi que la llevaba al hospital, en medio de un atasco
producido por una manifestación a favor del aborto
libre y gratuito.
El primer día que estuvimos juntos, algo desconcertante
nos sucedió, y fue el inicio de una serie de acontecimientos
insólitos, que nos vendrían ocurriendo a lo
largo del tiempo que pasamos juntos; él me miró,
yo le miré y no pudimos vernos,… alguien había
apagado la luz.
Conocía a sus otros dos hermanos, (Paquito el mayor
y Rosita la “benjamina” de la familia, hasta la
llegada de Guille) y aunque las relaciones con los dos habían
transcurridos sin el menor incidente digno de resaltar, con
Guille, ya desde el principio fue una complicidad inconfundible.
Su sonrisa deslumbrante, sus cabellos dorados y esa mirada
alegre y enternecedora que él sabía muy bien
emplear en los momentos más críticos. Cada día
que pasábamos, iba descubriendo en el, talantes muy
diferentes a los de sus hermanos.
Sirva como ejemplo lo ocurrido una mañana, que Paquito,
preparándose para ir al colegio y con las prisas por
recuperar el tiempo que había perdido buscando algunos
segundos más de sueño entre la tibieza de las
sabanas, se golpeó una rodilla con el borde de uno
de los muebles del salón. El grito despertó
a los que todavía dormían en el bloque de vecinos
y cuentan que lo pudo oír hasta Pedro, el vecino del
4º C que era conocido, no por ser “duro de oído”
sino por tener un autentico “oído de diamante”.
Concha la mamá de los niños se acercó
a Paquito para comprobar el alcance del percance que tenía
a la señora sumida en un verdadero trance.
- ¡Venga cariño que no ha sido nada! Vamos al
baño y te lavo con “agüita” fría,
ya verás como te calma el dolor.
Y en ese momento, apareció Guille. Se dirigió
despacito, arrastrando su manta favorita y acercándose
a su hermano le susurro al oído.
- ¿“Chache tene pupa”?
Le miro a los ojos y dulcemente deposito un suave y tierno
besito en la rodilla.
- ¡Ta curao!
Esas eran las cosas de Guille y como esta podría contar
muchísimas más.
No sé cuando empezó a cambiar. ¿Cuando
se produjo la transformación? Lo que si sé,
es que no fue nada sosegada. Las variaciones de carácter
eran constantes en él. Las disputas con sus hermanos
muy frecuentes y gracias a que ellos le restaban importancia,
no terminaban ninguna de forma violenta como en algún
caso, fácilmente, podría haber sucedido. Analizando
su comportamiento, me preguntaba si el ser humano ¿Es
consciente cuando inclina la balanza “del bien, al mal”?
o ¿Es la búsqueda del mal uno de sus objetivos
a procurarse en esta vida?
Y llegó aquel terrible día. Guille se levantó
de la siesta de un salto, muy nervioso. Le vi venir y en su
mirada percibí, que algo no iba bien, los dos ya nos
conocíamos. Sus pasos eran decididos. Con la cabeza
inclinada, como el toro que primero humilla la testuz, antes
de asestar el golpe mortal. Afortunadamente todo fue muy rápido
para mí. Con un ágil manotazo me lanzó
al suelo. En mi mente aturdida y mientras dócilmente
naufragaba en la oscuridad, una pregunta resonaba triste.
- ¿Por qué algunos hombres acaban con la vida
de los que más les quieren?
-¡GUILLE, NIÑO MALO! –exclamó
Mamá Concha-¿Por qué LE HAS ARRANCADO
LA CABEZA A TU OSITO DE PELUCHE?
MIEDO Madrid, Enero 2009
Cuando su padre anunció, que el fin de semana viajarían
al pueblo para las fiestas, a Guille no le pareció
nada bien. Sus hermanos saltaron de alegría pues siempre
que acudían a esos festejos, se lo pasaban fenomenal
y volvían a casa con los bolsillos bien repletos de
golosinas y “dinerillo” que les regalaban sus
abuelos. Pero para él, como era el “pequeñajo”,
el evento transcurrió de la siguiente manera en:
1) Madrugón.
2) Pasar 2 horas en coche, pidiendo a “llanto limpio”
(cada 50 Km. aprox.) a su madre que quería hacer “pípí”.
3) Vomitona de su hermana Rosita (en la incorporación
a la Autovía).
4) “Trifulca” entre su hermano Paquito y Rosita,
por un:
- “Vetemásparahayáquemeestasrozandoymedascalor”.
5) Gritos continuados de su padre cada 20 kms. (metro arriba,
metro a bajo);
-¡Estaros quietos y mirar el paisaje que es muy bonito!,
¡Joder con los niños!; replicas expresadas muy
intensamente, cada vez que sus hermanos
formulaban la ya mencionada:
-“Vetemásparahayáquemeestasrozandoymedascalor”.
6) Nuevos bramidos del progenitor, esta vez, dirigidos a Concha
la madre:
-¡Coño, Concha! ¡Haz que se callen! Al
volver a escuchar la ya citada y repetitiva invocación:
-“Vetemásparahayáquemeestasrozandoymedascalor”.
7) Llegada al pueblo y aguantar innumerables besos, “achuchones”,
“sobos”, caricias, estupidas risitas, “babeos
molestos” y expresiones del orden de: ¡Que guapo
está! ¡Como a crecido! ¡Si está
hecho un mocetón! etc.… por parte de familiares,
amigos y ociosos.
8) Toma de posesión de la casa de los abuelos, donde
una vez más la relajante voz del padre añadió
nuevas manifestaciones a su lista de improperios, ante las
no menos novedosas aportaciones de sus hijos tales como:
-¡Mepidolaliteradearribatúladeabajonometoquesmama!
9) Distribución de los espacios por el método
“SACABÓ…Tú a esa cama y tú
a la otra” y cena rápida para bajar seguidamente
a la plaza donde comenzaban los festejos.
Después de tamaño trajín, Guille como
es el pequeño, directamente a la cama, y mecido por
una nana del padre ante los lloros desesperados del niño
que no quiere dormir:
-¡Joder Concha! ¡Haz que se calle el crío!
¡Por fin! Silencio en la casa, ya todo
está en calma. El niño se duerme, la ambición
descansa (gracias Gardel por prestarme dos líneas)
- ¿Tás ahí?
No estaba seguro si había pronunciado la frase con
la suficiente fuerza como para que alguien la pudiese escuchar
–pensó Guille- quizás, en la cama y con
las sabanas cubriéndole la cabeza no era el medio más
propicio, por lo que decidió volver a intentarlo, esta
vez con mayor potencia y asomando ligeramente el entrecejo.
- ¿Tás ahí?
Se sorprendió de la fuerza con la que había
conseguido repetir la pregunta, ahora sí, estaba seguro
que su grito le habría llegado a Max y esperó
alerta la respuesta de su amigo. Pero nada, el silencio seguía
interpretando un calderón excesivamente prolongado.
Después de un día tan excitante y siendo la
primera vez que pasaba una noche fuera de casa y en la cama
de una señora (que según decía era su
abuela) no ofrecía un panorama muy alentador. Para
colmo de males “el sueño” se había
bajado también a la fiesta.
-¿Tá oscuro?
Las viejas vigas de la casa se acomodaban para dormir y en
su acomodo, los sonidos que producían, eran para Guille
horribles voces desconocidas. El viento arrullando a sus viejas
amigas las vigas (pareado) golpeaba los cristales, se colaba
entre las puertas, levantaba las cortinas… -¡Joder
aquí no hay quien duerma! decían las pobres
vigas.
Mientras las viejas vigas -y las que no eran tan viejas- mantenían
este interesante dialogo con el viento, Guille comenzó
a notar una sensación extraña. Un temblor lo
recorrió. Un frío intenso abrazo todo su cuerpecito,
un estremecimiento al que siguió un maravilloso calorcillo
muy reconfortante. Se había meado.
-¡MAX! – volvió a gritar.
- ¡Sí!, ¡Sí! ¿Qué
te pasa?
- ¿Anoneestabas?
-He ido al baño, me estaba meando.
-¿Vamoamomir?
- Sí. Venga duérmete. Hasta mañana.
-¡Tamañana!
Ahora sí. El día había sido agotador
y estaba muy cansado. Los momentos de terror ya eran un futuro
desorden cognitivo y aunque sus padres no estaban y se encontraba
abandonado en una casa que no era la suya, dormiría
tranquilo por que ahora sabía que no estaba solo.
No hay nada mejor que (auque te vayas con la familia de viaje)
saber que siempre esta contigo tu más mejor AMIGO INVISIBLE-
meditó Guille mientras se dormía.
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