PURA FERNÁNDEZ:
CEREBRO Y CORAJE
Quedé deslumbrado cuando
leí, escuché en realidad pues se gestó
en el marco del taller literario 3Estaciones que tengo la
fortuna de dirigir, el primer capítulo de la interesante
e intensa novela que catorce meses después estoy
ahora prologando. Cay. Cay era el título del primer
capítulo. Cay es el título del libro. Cay
es una palabra que me hace abrir los ojos, tensar el alma
y los músculos, cada vez que la escucho. Cay es tensión,
es rebeldía, es mala leche, es el dolor de no poder
expresar la ternura que hay que cubrir de alquitrán
para que nadie advierta lo rojo y delicado que tenemos el
corazón.
Pura Fernández estuvo
preparando oposiciones a notarías antes de comenzar
a trabajar como abogado en un prestigioso bufete de Madrid,
profesión que tuvo la generosidad de abandonar para
dedicarse al cuidado y educación de sus tres hijos.
Llegó a mi taller literario de la mano de uno de
los mejores escritores que se han formado en el mismo, Javier
Vassallo. Ya desde el principio me cautivó su audacia
en el uso del lenguaje, la valentía con que afrontaba
los temas que propongo a mis alumnos cada semana. Pero no
sólo había valentía y audacia en sus
escritos, sino también originalidad e inteligencia,
el deseo y la voluntad de llegar un paso más allá,
de no vacilar si había que asomarse al borde del
abismo. CAY es su segundo trabajo en el marco del taller
y el primero que ve la luz, y se enfrentaba al desafío
de estar a la altura de ese primer capítulo deslumbrante
del que he hablado al comienzo de este prólogo. Para
alguien que dedicase las veinticuatro horas del día
sólo a escribir ya habría sido difícil
mantener el nivel de ese comienzo, pero para una persona
que siempre está ocupada, sobre quien reposan mil
pequeñas y grandes responsabilidades, el desafío
parecía casi imposible. Pero Pura Fernández,
genio y figura, lo logró. Cay sigue siendo el indómito
Cay en todo momento hasta que en un magistral giro de muñeca,
que naturalmente no doy a desvelar, Pura Fernández
enfrentó a su personaje a una realidad ante la que
se ve forzado a demostrar el tipo de persona que realmente
es. A ese giro brillantísimo sigue un contragiro
perverso e inteligente que permite a la autora de Cay desembocar
en un final conmovedor e inquietante, abierto como una herida
que aunque llegue a curarse siempre dejará una huella
en nuestro corazón.
Breve, intenso, valiente y sincero. Así es Cay. Así
es este libro. Un orgullo para mí como profesor y
editor.
Javier Puebla
Madrid, febrero, 2008
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