May Gañán llegó hasta mí a través de Jose María Mejorada, quien me había hablado de ella en numerosas ocasiones como una de las reporteras más creativas y con mayor capacidad de trabajo que tenía a su cargo en la redacción de los Informativos de Fin de Semana de Tele5. Su personaje, África, no ha hecho más que mejorar, y es en los relatos de adolescencia donde está brillando más alto.

 

Todos sus relatos en pdf.

 

INFANCIA

 

LAS BOTAS AMARILLAS


Se levantó tras la insistencia de su madre. Había
asomado hasta tres veces por el quicio de la puerta
que daba al largo pasillo del piso de la allella. La
había intentado despertar, con dulzura, primero;
subiendo la voz un poco, después y ya sin contacto
alguno con su cuerpo (sin esa tierna imposición de
manos sobre su barriguita caliente bajo las mantas) la
última vez. En ese momento tuvo claro que tenía que
dar el salto. ¡¡¡¡Qué frías estaban las baldosas!!!
Hacían dibujos geométricos sobre el piso, deslucido ya
por el paso del tiempo. Se sacudió la pereza de un
bostezo. Se echó los rizos rubios hacia atrás y fue al
comedor a desayunar. ¡¡¡Qué calentito se estaba
allí!!!, con el brasero insuflando al aire un calor
meloso ¡¡¡que daban ganas de volver a meterse entre
las sábanas de nuevo!!! La allella apareció borrosa
detrás del vapor que salía del tazón de leche. Aunque
se adivinaba su sonrisa abrigada por el cuello de su
bata negra de dibujitos dorados. ¡¡¡Tan guapa la
allella, en su elegancia casera y cotidiana!!!. Su
hermana estaba ya terminando la leche con galletas.
Ella era siempre más lenta. Le costaba comer, todo
acababa haciéndose una gran bola dentro de su boca,
mientras miraba no se sabía bien dónde, como
extasiada. Así hasta que le reñían, "Come, se está
haciendo tarde, en qué piensas, vamos, que se enfría".

Hoy se quedó absorta mirando la calle mojada. Era
un día gris. Sus botas amarillas serían la única
manera de plantar cara a la monotonía que anunciaba la
mañana. Para entonces Africa ya tenía claro que ese
tiempo sin sol, ese cielo cargado de nubes y esos
suelos resbaladizos por el agua de lluvia, no eran sus
aliados. Cogida de la mano de su hermana Esther,
caminó hasta la parada del bus que las llevaba al
cole. En la corta espera, aprovecharon el tiempo.
Chapotearon a placer en cada charco, entre risas y
saltos. Pronto Africa vio de reojo al bus,
perfilándose amenazador por detrás de sus trenzas.
Desde la ventanilla vio los charcos solitarios, que se
alejaban. Una gota cayó del otro lado del cristal,
justo encima de su nariz. Africa se sentó con la
decisión de hacer el viaje concentrada en el amarillo
de sus botas.
Aunque defender su tozudez le costó un buen mareo,
que duró toda la mañana.

 

ADOLESCENCIA

 

LA PRIMAVERA

Salgo de clase. Desde fuera se me debe ver como siempre: ligera, despreocupada…No es así. Algo dentro de mí ha cambiado.
De repente, conozco el ridículo.
Y no es una cosa agradable.
Incluso puede resultar hiriente.
El ridículo desata en mí una vergüenza desconocida. Destapa mi pudor, me deja indefensa, con cara de idiota. Con unas terribles chapetas rojas que me delatan.
Daniel pasó la clase de lengua mirando atentamente a mi camiseta. Aunque debería decir que casi se adhirió a ella con sus ojos. Sin parpadear.
Le he devuelto una enorme rabia, inútil. Porque ha pretendido no enterarse, pues no era a mi cara donde miraba.
Quería esconderme. Pero, ¿dónde?.
He perdido la concentración. Y se han desatado mis nervios.
He tirado los libros y los bolis al suelo con gran estruendo.
He oído carcajadas, encima mismo. Muy cerca. Y ese fastidioso color rojo tiñéndome la cara con una fiebre ardiente.
Hoy empieza la primavera, lo ha dicho la profesora. Lo dice todo el mundo.
Todo lo dice.

 

PERDICION
Quiso ser perversa. Como las chicas de las películas. Siempre con la frase adecuada entre los labios mirando desde arriba, como columnas. Con ojos que escondían puertas (hasta tres y cuatro) que daban a miradas distintas. Como las de Bárbara Stanwyck en "Perdición" de Billy Wilder. Probó el gesto ante el espejo. Una gelidez en la caída de párpados, unos labios entreabiertos. Un mirar en picado, por encima del hombro…Bueno, no bordaba el papel, pero la imagen que le devolvía el espejo apuntaba "fatales" maneras.
Sí, quiso ser mala. Provocar en Daniel la misma rabia que había sentido ella antes.
Su venganza fue en el patio. Sonó la sirena. Salieron en tromba. Para jugar a pillar. Los profesores se lo tenían prohibido porque podían golpear o tirar a los pequeños que se cruzaban. Pero eso, para los compañeros de Africa solo era una emoción añadida. Así que, día tras día en el recreo, cuando se zafaban de las miradas del profesor de turno, los alumnos de octavo: pillaban.
Africa desarrolló una estratagema. La del puño cerrado. Corría y perseguía a su presa con una furia desconocida. Parecía una ráfaga, o un trueno. Empezó persiguiendo sólo a los chicos. Después de diez minutos de pillar con éxito a varios, Africa se concentró en su objetivo: Daniel. No era de los que mejor corrían…en dos vueltas por la cancha de baloncesto lo tenía ya cogido por la capucha de la sudadera roja. Lo arrinconó contra los ladrillos de presidio del patio.
Daniel se burlaba, tratando de escabullirse y de bajarle claramente la moral.
Africa puso entonces en práctica la mirada que tanto había ensayado en el baño. Enseguida, la reacción de Daniel le hizo comprobar que imitar los ademanes de la Stanwyck, con él no funcionaría. Se sintió una actriz pésima.
Le inundó la rabia. Abandonó los gestos titubeantes, y se lanzó a la acción. Cerró el puño de forma contundente sobre la espalda de Daniel. Apuntó en medio justo de sus omóplatos. Su puño cayó en una superficie floja, hinchada de aire, que resbalaba.
Daniel ya estaba detrás, riendo a carcajadas. A ella la "pose Stanwyck", abandonándola...
Cara de idiota.
Entre sus manos crispadas:
aire y…
la sudadera roja.
En sus oídos, el sonido amargo del silbato:
-¡¡Africa y Daniel a mi despacho!!

MI TALLA
Con la cabeza vuelta sobre el hombro izquierdo. La espalda desviada por la contorsión, y la cadera, ligeramente desplazada hacia la derecha, Africa se mira el culo en el espejo. Y lo mira contenta. Sí. Está orgullosa. En el vaquero que se está probando, la redondez parece perfecta bajo la costura tejana; como un buen bombón, de los que vienen envueltos en papel rojo…Africa piensa en el bombón y le entran ganas de comer uno. Pero está intentando mantener la línea. Por primera vez le preocupan los kilos. Tener los justos y, a juzgar por cómo la han mirado los de la obra, se diría que sus cuidados surten efecto.
Africa va andando por la calle. Se cruza con gente, escaparates, cafés, terrazas llenas de personas tostándose al sol de mayo con una desgana callada. Los ojos entrecerrados. Los labios entreabiertos, respirando azahar. Mañana empieza la feria. Córdoba está que arde. El termómetro se dilata. Africa piensa en su camino a casa qué se pondrá mañana con sus vaqueros nuevos. Saldrán todos los del instituto. Será un día "D". Porque entre ellos estará Daniel, pero también Pablo, Toni, Claudio, Ramón y Rulo. Quiere aprender de su desparpajo. Desde la seguridad que le dan sus pantalones nuevos, intentará mañana el acercamiento.
Y mañana llega. Y los vaqueros acaban saliendo de casa enfundados con una delicada camiseta amarilla que anuncia un pequeño escote. Deportivas en los pies. Y la cara, por vez primera, un poco maquillada. Pestañas y labios. Rojos. Africa se siente un poco ridícula, pero sabe que es el precio de ese "primer día" de persona adulta. Que juega a seductora, aunque resulte patética. Con ella, Esther. También vaqueros. Camiseta blanca. Vaselina en los labios. Pestañas marcadas. Se cogen del brazo. Ríen. Se sienten felices. El olor a azahar se hace más intenso al caer la tarde y la calle anuncia lo mejor de sí misma.
Han quedado en la plaza de las Tendillas. Junto al instituto donde estudian, el Luis de Góngora. Llegan y hay miradas para las dos. Africa y Esther se besan. Irán a las mismas casetas, pero con distintos grupos. Suenan sevillanas por todas partes. Nunca terminan. El grupo avanza como puede entre el tumulto de la calle del infierno. A Africa le gustaría que el lunes, cuando vuelva a clase, Claudio la invite a integrarse en sus picarescas, Rulo le cuente las suyas, que Pablo le transmita un poco de su calma, Ramón le contagie algo de su ironía refinada y que Toni, el hermano de Isabelita, le haga soñar con su imaginación…
Farolillos, albero, caballos, gritos, risas, ruido, sed, baños sucios. Colas imposibles. Africa pasa la noche bailando como posesa. Con Elvira, con Sara y hasta con Lucía; una muñeca tan marchosa que la deja colgada toda la noche de una agitadora idea: ¿sería ella más muñeca que la muñeca Lucía y Lucía más de carne y hueso que la propia Africa? Ese tema lastra las alas de Africa, que obsesionada con esto, no logra avances en su objetivo de arrimarse al grupo de los chicos. La muñeca Lucía, sin expresión en la cara, sigue dando vueltas por el tablao como si tuviera sangre en las venas. Corazón y arterias. A Africa Lucía la deja rayada.
? Pero, Lucía ¿tú sientes algo si te hago esto? (decía mientras le pegaba un buen pellizco en el brazo y sonaba "Paquito el Chocolatero")
? Pero, Lucía, tú, ¿qué sientes si te dan un beso? (y aprovechaba el cruce con cualquiera de los chicos que pasaban para plantar uno con decisión en cualquier parte de la cara del que se le ponía al lado…"una mano arriba"…)
El clan de los chicos se partía de risa.
? RULO: ¡¡¡Cómo mola!!! ¡¡¡esta tía está borracha!!! ¡¡Voy a volver a pasar por su lado..!!
? PABLO: déjala, ¿no ves que no es dueña de sus actos?
? CLAUDIO: pues a mi me cae mejor ahora que en clase…
Toni, silencioso, que observa, Daniel que se escabulle del grupo
- DANIEL: ¿me das un beso, Africa?
¡¡¡ Africa hija, ¿qué haces tanto tiempo en el probador, ¿te traigo otro? , déjame que vea cómo te queda el pantalón…
No hace falta, me está bien mamá, es mi talla.

NADA PASAJERO

Lo reconoció en un giro de cuello. Bastó ese gesto. Pero quiso cerciorarse antes. Cuando estuvo segura, se dio la vuelta. Le miró de frente. Quique estaba distraído, absorto, sentado en un banco del parque. Así que Africa, pudo tomar su tiempo para observarlo. Le había crecido el pelo, que siempre había sido muy negro. Se le habían afinado las cejas. Llevaba gafas. Sus piernas se veían larguísimas.
-Quique, eh, Quique, Quique, soy yo…¿te acuerdas?
-Hey!!! Africaaaaa!!! Qué alegría !!! ¡¡Cómo estás de cambiada!! Se puso de pie y tuvo que agacharse un poco para besarla en la cara. Un beso (sólo uno) depositó cada uno en la mejilla del otro, y ese detalle provocó entre ambos una complicidad inmediata. El mejor comienzo para dos personas que, sin saberlo, odian ese par de besitos (más sonoros que sinceros) que se prodiga la gente cuando no quiere comunicar nada.
-¿Quique, qué tal, cómo te va la vida? ¡¡Cuántos años han pasado!!
- Sí muchos…creo que la última vez que te vi, aún llevabas coletas y seguías yendo a la escuela.
? Sí, cuando te mudaste…
? Cuéntame cosas, ¿qué haces ahora? ¿qué estudias?
? Estoy en el instituto. Acabo de pasar la selectividad. ¿Y tú? ¿conseguiste entrar en Veterinaria?
? Sí que entré. Costó lo suyo, pero entré. El próximo año paso a tercero.
Se dijeron todo a bocajarro. El, que tenía movidas en casa. Que no aguantaba. Que había sido providencial encontrarla cuando había salido a despejarse un poco, a olvidar los malos rollos. Ella, que no sabía qué hacer ahora con su vida. Que le tocaba elegir estudios y que no lo tenía muy claro.
Intercambiaron ese tipo de información que resulta urgente y esencial en un momento de la vida que parece a su vez igual de urgente y esencial.
Africa se dio cuenta sólo entonces de lo interesante que era el exvecino del quinto. Unos años mayor que ella. Habían pasado seis desde que Quique se mudara de barrio. Africa se acuerda de la despedida y la asocia a un cajón vacío. Sin información, sin contenido. No tiene memoria de aquellos días. Y sin embargo ahora, siente como si la fuerza de un imán tirase de su lengua hacia fuera. Para contar cosas a ese casi "desconocido" que ha reaparecido en su vida. Como un ser nuevo. Distinto.
Después de un rato hablando en el parque se decidieron por ir a un café, abrumados por una impertinente alergia que les hacía interrumpir constantemente la charla. Estornudaban a contratiempo. Se sacudían a contradanza; se pisaban. Y se prestaban los pañuelos mientras reían cada vez más alto.
El café resecó su aroma en las tazas. Tantas fueron las horas que pasaron contemplándolas. Llegó la hora de comer y Quique le propuso unos bocatas. Fueron al Bar "Bocadi" con su interminable lista de variedades. Compartieron varias hogacitas blancas, embadurnadas en mayonesa con tortilla de patatas. En su reencuentro hubo pocos silencios. Quizá un par de ellos, y sólo al final de la tarde, muy cerca de la despedida. Africa sintió una estabilidad extraña, hecha de un vacío enorme y de una satisfacción plena. En su interior surgía un "algo" indestructible. Un tótem se abría paso. Africa no sabría poner nombre a esa emoción. Nunca había sentido esa complicidad antes con nadie que no fuera su hermana.
Pero aquel día tenía una luz distinta, la comida tenía mejor sabor, las cosas resplandecían. Hasta los problemas parecían simples excusas para poder hablar con Quique de ellos…
Africa no supo lo que estaba sintiendo, pero tenía la certeza de que, lo que fuera, no era pasajero. Ese sentimiento estaba abriéndose hueco como un parto.
Venía para quedarse.

 


LAS PALOMITAS TUVIERON LA CULPA

Tiene gracia, o más bien no tiene ninguna, que Africa tenga que encontrar al chico adecuado en el momento inoportuno. ¿O quizá sea que el chico no era tan adecuado y sí tenía mucho de inoportuno?
El hecho es que Africa va comiendo palomitas por la calle. Riendo, como casi siempre va cuando está con su inseparable amigo Quique. Que se ha convertido en su exclusiva compañía en los días de fuego de este verano cordobés. Está cogiendo un puñado de palomitas del paquete que sostiene Quique. El, le acaba de contar una historia muy triste, de las de su casa. Malos rollos, aunque, tamizados por su inteligente ironía acaban resultando chistes ligeros con los que saltarse la vida a la torera. Africa ríe y aprovecha la abertura de su boca para introducir el puñado de palomitas. Se le engancha entre dos dientes una de esas incómodas funditas que suelta el maíz cuando se fríe. Africa mastica y traga. Deprisa. Sin saborear. Le queda sólo en la boca la sequedad de la sal. Siete de la tarde en el boulevard Gran Capitán. Las sandalias pegadas a la acera como chicles viejos. Y la encía que se desangra con la estúpida palomita incrustada. Africa propone ir a la heladería de la esquina. Pedirán granizada y ella podrá entrar al baño para subsanar lo de la palomita en sus dientes. De paso se refrescarán un poco con el aire acondicionado del local. Pero la heladería está cerrada. Tienen que andar un poco más. Cien metros y … el Corte Inglés. Qué más da…Entran y allí, en la sección de deportes (la que hay que atravesar para acceder al baño)…hay un dependiente que parece aburrido. Es alto. Corpulento. Atlético. Tiene ojos verdes. Pelo corto, castaño y muy ralo. Al pasar Africa, la mira con detenimiento. Ella se sonroja. Quique se ha parado a mirar unas raquetas. Africa entra al baño. Libera a sus encías de la incómoda presión del pellejito de maíz. Sonríe mientras se mira al espejo. Y, antes de salir, decide soltarse el pelo. Quique la espera. El chico de ojos verdes se diría que también, porque nada más salir le pregunta si quiere algo. Ella improvisa "un bañador para natación. Y también un gorro". "Qué talla". Africa vuelve a sonrojarse. Quique mira la escena y se empieza a poner verde. Africa detecta cómo Quique se va poniendo color alga, y calla…el de los ojos verdes mira a su vez la cara aceituna de Quique y le pregunta si se encuentra bien. Quique dice que sí, que no es nada, si acaso un leve empacho "de palomitas, claro". Y después, dirigiéndose a Africa articula un torpe "te espero fuera" mientras camina con paso confundido hacia el fuego que a esa hora todavía fagocita la calle…Africa mira al dependiente del Corte Inglés con gesto extraño. Trata de expresar algo. Sin éxito. El comenta a Africa que le suena su cara, ella pone cara de pócker, a lo que él insiste, mostrando sus ases "¿no dabas clase con Dolores Montilla, en Literatura?" Ella asiente, desconcertada…él le aclara "es mi madre; me pareció verte en la fiesta de fin de curso. Yo estaba trabajando en la barra"… Africa cae en la cuenta… Aquella fiesta se celebró en un pub de la sierra, con precio especial para las copas, generosidad del dueño del local, uno de los hijos de "la moño" (el alias de Dolores Vázquez, la profesora de Literatura) ¡¡Qué gracia!!. "Cuando quieras te invito". " Pero, ¿dónde trabajas, aquí o allí?" "Allí de noche, aquí de día. En los dos sitios, sólo en verano. Ven a verme cuando quieras. Allí te invito a una copa. Aquí no puedo regalarte nada…Bueno, sí, llévate el gorro…" Africa se pone roja. Tartamudea. Se tiene que ir. Quique la está esperando. Sale con el gorro en la mano. Tropieza con los expositores. Tira una estantería de zapatos. Y ni siquiera mira hacia atrás. Su cara pasa del rojo al blanco al chocar de frente con la de Quique. Que sigue verde. Está enfadado. De vuelta a casa, no hablan. Pensaban ir al cine pero es obvio que se han esfumado las ganas. Africa se siente culpable. Pero, ¿por qué? Quique es su mejor amigo. Y quiere que lo siga siendo pero…parece que él ya no pensara lo mismo. Le ha molestado el coqueteo con el chico atlético de los ojos verdes. Africa intenta ponerse en su lugar. ¿Qué pasaría si él coqueteara delante de ella con otras chicas?…¡¡Nada!! O sí…Africa se confiesa a sí misma que no sabe si le gustaría…¡¡es tan especial su relación!! …y…esto no estaba previsto en su código…en los dos meses y medio que llevan pateando calles como almas gemelas no se han dado ni un solo beso en los labios… ¿Qué hay de verdad entre ellos? Africa no lo sabe. Cree que el chico de los ojos verdes le atrae…Pero, no tanto como para poner a prueba su relación con Quique…¿Entonces?…
Africa llega a casa. Se cambia. Coge el bañador y la toalla. Se enfunda el gorro. Y se tira a la piscina.
Se baña.

PLENITUD

 

UN DESCAPOTABLE BLANCO DE MOTOR O UN MINI ROJO CON PILAS

Estaba esperando a que llegara Paula en el Paseo de Rosales. Hacía un sol espléndido y Paula se retrasaba. Así que, Africa se quitó las gafas y se puso de pie aprovechando la espera para tomar el sol. Le molestó un destello en los ojos. Los abrió y se dio la vuelta buscándolo. Brillaba como una estrella. Metal rojo. Acabado plateado y alguna raya color crema. Nunca se había interesado por los coches. Por las motos tampoco. Pero aquello fue un flechazo. Se acercó. Lo miró, pero el reflejo de los cristales no le dejaba apreciar bien los detalles, aunque pudo ver un cartoncito con el precio. Y no parecía muy caro. Entró en la tienda. "¿Me puede sacar aquel mini rojo del escaparate? " "Ahora mismo… es automático. Funciona a pilas y apretando el botón que tiene entre las ruedas traseras, anda"

Sonaba un claxon. Paula estaba allí. Rubísima, con un foulard al viento en su descapotable blanco. Africa subió al asiento del copiloto. Paula no se disculpó por el retraso. Tenía una sonrisa pletórica, olía a una mezcla de tabaco con jazmín y tenía borroso el color de los labios. Cuando Africa se sentó, subió el sonido de la música. Pisó el acelerador y sus dos melenas volaron. Madrid estaba radiante y Paula completamente loca. Una pija loca. Se conocieron en la facultad. Desde el primer café en el bar supieron que no tenían nada que ver. Saberlo, les enganchó con una fuerza inusitada. Paula pintaba un poco a lo Tamara de Lempicka. Africa a lo Frida Kahlo, a lo Maruja Mallo…Paula estaba forrada y compraba los lienzos por docenas. Africa no tenía un duro y le enorgullecía reutilizarlos "¿Cuándo te vas a comprar un coche, Africa?" …"De eso vengo, de comprarlo" "¡¡bromeas!!" Africa sacó el mini rojo del bolso…"¿te gusta? …es lo más parecido a un coche que yo tendré nunca porque, como dice un amigo de Córdoba yo he nacido para que me lleven, me traigan y me abran la puerta cuando entro y salgo" "Estás loca" decía la pija loca de Paula riendo y empezando a desgañitarse con el "first i was afraid" de Gloria Gaynor…

Crack…el coche se paró en mitad de una carretera comarcal a Soria…Iban a la finca de los padres de Paula, a pasar un fin de semana de reinas. Paula, la pija, la precoz, la loca, se casaba. Y las dos amigas habían decidido darse dos días de solitaria charla. Y allí estaban, tiradas en la carretera. Ni un alma en los alrededores, ni un teléfono, ni un ladrillo…"¿Se te ocurre algo, Africa?"…"first i was afraid, now i´m petrified!!!…" (primero tuve miedo ahora estoy petrificada, cantó Africa rescatando las palabras de la Gaynor) "Venga Africa, ¿qué hacemos?" Africa no dijo nada, sacó el mini rojo del bolso y lo depositó sobre el hormigón recalentado. "Como no subamos en mi coche…!!!"Apretó el botón bajo las ruedecitas y…el mini empezó a andar… El cansancio y la insolación les estaba afectando. Reían sin motivo, a carcajadas. Y así las encontró la policía. Sin triángulo rojo de avería, sin chaleco reflectante y muertas de hambre. "Jodidas, pero contentas" Eso dijeron al poli que las rescató. Con él, acabaron contando chistes en el BAR TOLI, mientras el descapotable blanco se teñía de grasa entre las manos del mecánico.

 

DISQUISICIONES A COLOR

El mío es el amarillo. Lo dejé muy claro en mi primer recuerdo de la infancia. El de la escuela. El del brasero y la allella…venga May, ¡acuérdate!…el de la parada de autobús en un día lluvioso…El de las "Botas amarillas"…Deberías haber empezado por ahí, Africa…¿cómo me voy a acordar después de tanto tiempo si no me dices el símbolo, el detalle en el que se cifraba toda aquella historia? Han mediado muchas palabras en estos meses. Muchos papeles se han llenado de ideas, de anécdotas, de frases, de miedos, de alegrías, de temores…Escribo a menudo, tú lo sabes y no sólo de ti… ¿qué te has creído? Oye, oye, no te pases, que yo no me creo nada. Eres tú quien me ha creado. Y yo, bueno, yo…sólo te he salido un poquito contestona…Pero es que no puedo creer que tenga que recordarte a ti que el amarillo es mi color. Desde que tú me lo atribuíste, yo me lo he creído. He vivido con él como una presencia diáfana en mi vida. Como con el sol, que también es amarillo. O el color de mi pelo, "color heno, color paja", como tú misma lo describiste cuando me preparabas las maletas para mi primer viaje a solas…Sin embargo, amarillo no es el color del mini a pilas que me hiciste comprar el otro día. Aquello me dejó un poco confundida. Fue ahí donde empecé a pensar que quizá te estabas haciendo un lío...por eso quería discutirlo contigo…Mira Africa, que el amarillo sea tu color, no implica que todo en la vida tenga que ser amarillo. Las cosas no son así de lineales. Tú lo sabes. El amarillo lo eliges y el rojo, como era aquel mini que compraste, te elige. ¿Por qué? Quizá por tu estado anímico ese día (o el mío, ¡¡vale!!) o porque está despuntando tu carácter pasional y aventurero…o quizá es porque te estás haciendo mayor y al crecer las personas cambian y ese cambio se manifiesta hasta en los más ínfimos detalles, como ése de la elección de un color…Pues lo siento pero no. Sigo fiel al amarillo. Me he acostumbrado a su luz, y no puedo prescindir de él. A propósito de esto, quería pedirte una cosa…¿Puedo? Ahora me estás hablando con propiedad…ese tono me gusta más…¿qué quieres? ¡anda! Me gustaría que me hicieras pintar un cuadro, (por cierto…¿en qué curso de Bellas Artes crees que ando…? no lo tengo muy claro) aunque bueno, no hay tanta prisa… como me hiciste decir un día…el camino es tan interesante como el objetivo, como la meta. Y yo, te aseguro que, después de aquellos días grises que me hiciste pasar al llegar a Madrid, lo estoy pasando bien. Disfruto cada línea que me haces decir, cada situación en la que me metes, y cada nueva persona que me presentas…Vale Africa, pero no estás siendo concisa como a mí me gustaría que fueras…ya sabes lo que yo quiero para ti…que hables guionizada…con libertad, pero diciendo las palabras justas, las precisas, con sus comas y sus puntos. En su sitio. Como en las películas buenas, cuando te dan ganas de rebobinar porque sabes que acabas de escuchar una perla… ¡¡eso es!!… para ti, Africa, yo sólo quiero perlas…Bueno pues eso depende de ti…yo me limito a ser una aplicada actriz, que disfruta, eso sí, y mucho , diciendo lo que tú quieres que diga…pero lo que te quería decir antes de perderme con las palabras (¡cómo se nota que no eres tú quien las está poniendo ahora en mi boca…!) ¡¡Qué pelota!!… es que me encantaría que pronto, me hicieras pintar un cuadro. Porque, ultimamente, me traes y me llevas por los "vericuetos de la amistad", los descubrimientos musicales y también los personales pero, no te detienes mucho en mi " interioridad". Y tengo que decirte que mi "interioridad" está creciendo a pasos agigantados. Y vamos, que me está empezando a pedir el cuerpo pintar un mural, un fresco. Y utilizar pinturas alegres llenas de bermellones, magentas, amarillos, sienas, prusias y verdes…Acabas de pulsar la tecla. El verde. De sobra sabes que ese es mi color. Y que si a ti te di el amarillo sólo fue por su vecindad con el verde. Me gusta ese color. La esperanza que entraña. El prado que evoca. El olor que uno imagina a fresco, a espacios libres y abiertos... ¡¡Me has tocado la fibra!!. Empezamos hablando de amarillo y terminamos en verde. ¡¡Está bien, acepto!!. Será la primera vez que un personaje dé órdenes a su mentor…pero ¡¡qué tontería!! ¡¡qué cosas digo!! ¿no es siempre así? Si los hijos sabéis mucho más que los padres. Nos ganáis en todo…¡¡Píntame ese cuadro!! Haz que llore y ría; que me remueva por dentro... Solo así aceptaré que tu obra sea sólo tuya. Sin mediación mía. Toma el lienzo Africa, y pinta…


Y Africa pintó el rayo verde.

ROBO PORQUE LO SUEÑO Y TAN ALTA VIDA ESPERO, QUE ROBO PORQUE NO MUERO

Y dicen que el orgullo es bueno.

El es orgulloso y ese ramalazo suyo a mi me mata.

Africa va extendiendo las cartas en hilera sobre la mesa. Una a una. Juega un solitario mientras piensa. Se concentra en lo que dice su mente. Casi no mira qué le deparan las cartas. Pero las sigue echando…

Me las va a pagar ese capullo...

Y las cartas se le acaban. El mazo que tiene entre las manos desaparece con una agilidad de escándalo.

Tiene un vodka con naranja debajo de la mesa. En el suelo. Le horroriza el sabor dulzón y amargo de esa mezcla. Pero recurre a ella en momentos de crisis. Es como si quisiera hacerle sitio al asco. Abrirle un hueco para que pueda sentarse a su lado. Para conversar con él, y dejarle su propio espacio.

Estoy harta de mentiras. De estupideces. De engaños. Ese tío es un gilipollas.

Entre sus dedos con anillos se mueven, como en un dibujo animado los lomos rojos, festoneados, de las cartas. ¡Bum, bum, bum! las suelta sobre la mesa con temperamento de bestia.

El muy gilipollas…me reta a robar algo, para que conozca el morbo y cuando me detienen sale corriendo como un diablo…¡¡¡ese tío es un canalla!!

Cuatro reyes. La partida está echada. Pierde Africa. Gana la baraja.

Se echa hacia atrás en la silla. Coge el vodka y bebe, bebe, bebe…vuelve el asco. Y ella le sigue hablando.

Sin un puto duro, sin el puñetero disco robado y con una rabia que me está matando..

Ganas de pintar manchas en la escultura que está modelando. Una maleta vieja, abierta, de la que sale algún zapato roto. Y un camisoncito de dormir sofisticado. Arroja el vodka con naranja sobre la maleta, pero ni se tiñe ni se decolora.

Inalterable, como ese estúpido.

Africa va a por la botella de vodka. Con el Smirnoff en las últimas y en ese estado, toca bajar al supermercado.

Andando por los pasillos, todo el mundo la mira. Siente el síndrome de la asesina. El sudor frío. La mirada inyectada. El corazón palpitando, pero sin dolor.

No ha sido difícil. Piensa cuando vuelve a su silla. De nuevo hay Smirnoff y fanta para el abandono.

Africa se deja llevar por el asco

Y dicen que el orgullo es bueno…ese capullo debería estar encerrado, él me metió en el vértigo éste de robar…y voy, y pago yo el pato. 50.000 pelas por llevarme un disco de Miles Davis…y eso que a Miles no le habría importado, total, un pequeño robo por el placer de escucharlo…

Sigue bebiendo. Y su mente sigue robando: Smirnoff, discos, y algún libro "El cuarteto de Alejandría", empezaría por Justine, acabaría por Mountolive…después vodka, para despresurizar el vértigo.

No soy yo, no me reconozco.

Y saca la baraja y se juega otro solitario. Y no se gusta. Y se castiga con más vodka, con más naranja. Y piensa en robar algunos óleos. Y le entran las palpitaciones. Y la mirada se le vuelve fría y el vaso se le escurre entre las manos y el vodka lo moja todo…

…robarme unos óleos, robarme unos óleos, rojo, azul, amarillo, verde…robar, robarme, seguir robando; dignamente, como a mí me roban. Robarles a ellos, sin que se den cuenta…robar, robar…cuarenta de fiebre y robo. Y me roban. Todos jugamos. Todos ganamos. Nadie pierde porque todos roban…Deliro, y robo…

¿Lo soñé o lo robé?

En la mesilla de noche, el termómetro. Sobre la silla, su cazadora vaquera; los bolsillos abultados por un puñado de óleos…y si se asomara a la cocina, vería que hay tres botellas de Smirnoff vacías revientan la bolsa de plástico.

 

AVERNO

…Un pie primero, después el otro. Le sigue el de antes, y le acompaña el de después…ando hacia delante pero pienso hacia atrás. Y es imposible avanzar hacia ninguna parte. Tampoco nadie sabe decirme cómo, ni indicarme a dónde, ni aconsejarme qué. Pero yo sigo andando. Y como voy mirando al suelo sólo veo latas vacías y aplastadas, condones usados, envoltorios de caramelos y alguna mierda de perro…Un pie delante del otro… Y la cabeza baja hasta doler el cuello. Sin enterarme si es de día o de noche, ¡qué más da!. Estoy oscura por dentro, me da igual si hay sol o llueve. Hoy, me da igual. Salgo sin colorete, sólo pongo atención en descuidar mi aspecto. Ando.

Robas una memez, una pequeña cosa y la travesura se convierte en hábito. Y empiezas a pensar que puedes con todo. Que a ti no te aplican la ley. Que puedes saltártela como se salta un potro en la tabla de gimnasia. Y sigues. Te burlas del desafío y pasas de los que te quieren, porque ellos te desaconsejan hacer lo que no debes. Y tú les contestas “¿ quién puso la norma?” Y así con todo. Lo de robar es un ejemplo. Pero es que últimamente, todo se tuerce. Los amigos me abandonan. Y eso duele como una raja de costado a costado. Nunca pensé que dolería tanto. Paula se casó y se dedicó al pijismo en cuerpo y alma. Se hizo pintora de ese tipo de cuadros decorativos que aborrezco. A Quique fui yo quien le salió rana. No soy ya la mujer que él descubrió hace años. ¿Cuatro? Me he endurecido y eso no le gusta. Busca melocotón en almíbar y encuentra la aspereza del coco. Esther es la única que no se ha ido de mi lado. Será porque es mi hermana. Mi sangre. Mi coraje. Pero está enfadada conmigo. Se enteró de mi cleptomanía y fue ella la que me mandó al psicólogo. Vengo de la primera sesión y siento que me han puesto bocabajo como para obligarme a expulsar un corazón de manzana que me hubiera tragado. Pero fue el mío el que tragué. Y eso, no puedo expulsarlo. Así que, he roto a llorar y no he podido articular palabra. Dice el psicólogo que indague en mis objetivos. Que trate de mirar hacia delante para saber dónde llegué en estos meses de atrás. Y lloro y lloro. No lo sé. No puedo saberlo.

Con un pie subo la acera. El otro sigue al primero. No tienen intención esas pisadas. Tampoco destino. Ando. Sigo andando. ¿Por qué me parecen todos tan falsos? ¿por qué me veo en la obligación de mentirles? Porque me censuran. Porque no escuchan lo que les molesta. No aprendieron a escuchar y esa es una larga carrera. Mi pintura estos meses se ha vuelto negra, hasta goyesca, por lo dramática. ¿Qué me pasa?. ¿Qué quiero?. No lo sé.

Pero por primera vez, tengo miedo.

 

PERDICION Y ENCUENTRO

Perdición era la película que le había cautivado cuando su perdición era el cine negro que se colaba por la ventana del televisor de casa, llenando de claroscuros el hueco de la alfombra en que se sentaba. Eso fue en la adolescencia.

Y de eso han pasado unos años. Los últimos (de visita al psicólogo) han tenido sobre Africa el efecto de una cortadora de césped. Le han segado la alegría, hasta que le crezca de nuevo. Y en esa fase está. Esperando sin esperanza a que "esa loca vestida de verde" pare un poco por su casa

Africa nota en la nuca la dureza de su pelo cortísimo pinchando las yemas de sus dedos. Le parece estar acariciando otra cabeza. Se mira al espejo. Su culo ya no es tan redondo. Ni su cadera tan esbelta. Todo en su cuerpo está escurrido, como si la carne, los kilos y las contundentes formas se hubieran ido imantadas por la fuerza de la gravedad. El corte radical de pelo subraya aún más esos cambios. Está vestida de negro, como si el color nunca hubiera tenido hueco en su vida.

Ha pasado estos años trabajando en una biblioteca y pintando, tratando de encontrar su lugar en el mundo. Padeció cleptomanía, se hizo fumadora y ha estado triste por espacio de un par de años. En ese tiempo, varios hombres y ningún destino. Exposiciones sin ruido con cuadros sobre cosas que le nacían por dentro. En concreto hijos muertos. Porque sufrió un aborto y le siguió una tentativa de suicidio. Se abrazó mucho a Esther en esos tiempos. Buscó besos a la desesperada y también los dio a la desesperada. Pero no encontró la paz.

Ahora querría dejar atrás todo eso. Así que, como parte de la terapia, en estos días ha vuelto sobra la obra de Edward Hooper, un pintor que siempre le ha cautivado. Sus faros remotos, las casas de madera húmeda y esponjosa por el salitre de mar, los cines sin gente los bares de carretera…esos escenarios desolados siempre han aliviado un poco su vacío.

Tanto, que va a dejar el estudio donde pinta. Ha pedido una excedencia en la Biblioteca y se va a Boston. Especialistas de Hopper de todo el mundo dan allí un curso sobre "la geometría en Hopper", "el color en Hopper"," la soledad en Hopper"," la mujer en Hopper","los mares de Hopper"...

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Acabó el curso y el último día de clase hay cena de despedida. El profesor de "geometría", Mark, clava sus ojos en el triángulo de su escote. Juntos, charlando, llegan a la cena. Africa se sienta entre dos compañeros del curso: un mexicano vanguardista que no sabe por qué se ha apuntado y un francés, Didier, que fuma y riega sus palabras con un continuo lagrimeo de ojos.

En la cena Africa mira a Mark por la esquina del ojo izquierdo. Mark hace lo mismo por la esquina de su ojo derecho. Africa se siente reforzada en su vestido de seda negra. Cuando se levanta para ir al baño el escote le pinta una V de victoria (el vértice en su ombligo).


La noche termina bien: sábanas por el suelo, rimmel oscureciendo la ojera y rastro de besos por todo el cuerpo. Se levanta, abre las cortinas, mira por la ventana y antes de doblar el cuello ya presiente el aliento de él, aproximándose de nuevo.

El avión sale esa misma mañana, a las doce.


Llega al aeropuerto con Mark, que la abraza en la frontera, en el quicio metálico que separa a los que se van de los que se quedan.

Africa lleva 12 horas en la comisaría del aeropuertode Boston. Al parecer, Mark sabía más de tráfico de coca que de geometría. Puso el paquete prohibido entre los libros que le regaló. Y ahí está Africa mirando de nuevo esos libros bajo una luz azulada y frente a un policía gordo, de camisa blanca y pistola bajo el brazo que habla por teléfono examinando fotos y documentos. En ese inhóspito lugar Africa descubre lo que había ido a buscar a Boston sin saberlo:

Que los solitarios personajes de Hopper sólo son el otro lado de su espejo.

Al maestro:

Mario Benedetti de su "No te salves" (con su venia)…

SALVATE

Anda hasta el borde mismo del camino

Ríe, hasta que duela

Quiere con brío

Lo de salvarte,

si ha de venir,

ya vendrá luego

Pero cuando te salves (si has de salvarte)

que sea para llenarte de calma,

para preservar tu mundo,

para mantener intactos tus rincones

dejando caer los párpados

ligeros como plumas.

Quédate en los labios,

duérmete en el sueño,

piensa en el poder de tu sangre.

Y no te juzgues,

date tiempo.

Y si,

te descubres incapaz,

y ríes sin gana,

y quieres a medias,

y te quedas inquieta

y no sabes cómo reservar del mundo

tu rincón secreto,

y no dejas que los párpados

caigan ligeros como plumas

y no bebes el zumo

de los labios que besas

y duermes sin soñar

y te juzgas

y no te das tu propio tiempo,

y si,

ni siquiera sabes cómo salvarte

entonces…

te sentirás perdida y sola,

quizá querrás no haber nacido.

Pero tú siempre acuérdate

De lo que un día yo escribí pensando en ti

Pensando en mi,

Como ahora pienso…


Y al maestro José Agustín Goytisolo, de sus estremecedoras "Palabras para Julia"


Por hacerme sentir tantas y tantas cosas como me gustaría hacerle sentir a Africa

 

ALAS DE MARIPOSA AZUL SOBRE PAREDES BLANCAS

A Africa, desde niña, le ha gustado sentir cómo las sábanas frescas se arrugaban contra su cara, sus piernas; le fascina esa manera de sentirse libre tirada sobre la cama. Con la persiana bajada produciendo una penumbra refrescante en los días de más calor. Una penumbra íntima. Ella en pijama de pantalón corto, tumbada, viendo cómo la luz penetra a cuchilladas por los agujeritos de esa persiana que la cobija del calor que, fuera, abrasa. Las paredes con dibujos pintados (brochazos difusos) por cada coche que cruza la avenida. Destellos de prisa en una tarde lenta. Sosegada, que se arrulla contra las ganas de hacer nada. Africa disfruta ese contexto perezoso, acogedor y único en el que tan pronto hace planes de vida futura, como echa alguna lágrima por cosas del pasado. Ese tiempo que engloba todos los estados anímicos, y que, al final, siempre acaba arrancándole carcajadas. Son las salidas ingeniosas de su hermana Esther. Ahí están las dos, con los pies por alto. Estiradas las piernas contra la pared blanca, cremosa, bajo esa luz tamizada de la hora de la siesta en la habitación callada. Un verano más sobre esa cama es una delicia después de un año sin verse, sin comer juntas, sin compartir siquiera un café. Cuando sus agendas convergen, sus piernas acaban estiradas siempre sobre la pared de la cama. Y desde esa posición tan cómoda, dicen chau a todo lo feo, lo triste, lo amargo.

Esos oasis de calma reconcilian a Africa con la vida. Esa amalgama de segundos mágicos. Luminosidades que ciegan hasta arrancar lágrimas. Muy breves. Duran lo que un instante. Quizá sólo un poco más. Por eso hay quien se cruza con la felicidad como con un tren de alta velocidad. Y no la ve. Africa entiende que esa euforia llega siempre envuelta en gestos cotidianos y hasta se siente capaz de discernir cuándo se aproximan esos momentos. Sabe detectarlos, (erizo de piel adentro) como un animal. Y cuando los presiente, se dedica en cuerpo y alma a ellos: les abre sus pulmones, sus venas. Airea su sangre y su risa surge bruta como una erupción volcánica que le libra de tensiones hasta dejarla floja. Entonces le salen alas. Y vuela. Con los pies por alto, pegada a su hermana. Juntas viajan a muchos sitios y a ninguno. Sintiéndose un poco como el tipo de mujer que buscaba el protagonista de "El lado oscuro del corazón". Aquella película argentina en la que, Darío Grandinetti se afanaba en encontrar sólo a mujeres que supieran volar. Ellas vuelan y con una gasolina de palabras que las deja exhaustas. Al final, todos esos viajes terminan sobre la misma cama. Cuando el simple tic-tac del reloj vuelve a hacerse audible. Cuando el teléfono (después de la sagrada espera de la hora de la siesta) empieza a importunar de nuevo. O al tiempo que un golpe de calor les obliga a poner los pies sobre el suelo en busca de una ducha, de un vaso de agua. Movimientos que vuelven a poner las cosas en su sitio. Que dejan que la vida siga, con su aleteo...

DETRÁS DE UN MARCO, UNA FOTO, UN CUADRO, UNA PUERTA…SE ESCONDE LA MAGIA. AGAZAPADA

Cuando Africa entró en la Galería OUGOUM no sabía por qué lo hacía. Le atrajo el nombre, le resultó una palabra musical y arcana…

"No sé qué me quise imaginar dentro. Pero lo que quiera que fuese me hizo entrar. Y aquel paso sobre el suelo de mármol blanco me llevó de golpe a un después diferente al que preveía para mí misma tan sólo unos segundos antes"…Eso es lo que contaría después de, esto:

Buenas tardes,
Buenas tardes. Si necesita cualquier información, dígamelo.
En realidad quería preguntarle por el nombre de la Galería.¿Significa algo?
Era una galerista de unos cincuenta años, moderna y elegante. Pelo corto a lo garÇon cubierto de canas grises y blancas. Tez morena. Tenía personalidad. Se veía. Hasta un halo le pareció entrever sobre su cabeza. Al acercarse a ella, notó como un campo magnético.

La galerista miró a Africa por encima de sus gafas ( modelo italiano de montura estrecha en pasta color turquesa) Le sonrió mientras se las quitaba para dejarlas suspendidas del cordón que oscilaba con la respiración de su pecho.

- Ese nombre tiene una larga historia. Proviene de Africa. Pero, para contarle, debería tomarme un poco de tiempo. ¿Dispone de tiempo?

Claro. Es mi día libre. Hoy, precisamente, puedo hacer con mi tiempo lo que quiera.
Siéntese. ¿Le apetece un té?
Por supuesto.
¿Su nombre?
Mi nombre…sí, me llamo Africa, Africa Molina
Yo soy Ursula Copack. Encantada, dijo la galerista extendiéndole una mano suave y blanda que se convertía en nervio puro al estrecharla contra la suya. Acompañaba el gesto con unos ojos magnéticos, como su aura.

Pasaron dos horas charlando. Ursula le contó que la palabra ougoum provenía de una tribu congoleña. Más que una palabra, era un símbolo que designaba a la "caza". Pero no sólo a la caza de animales, sino a cualquier tipo de caza, entendida en un sentido mucho más amplio: "cazar" una idea, "cazar" el alma de alguien asomándose a otros ojos, "cazar" sentimientos y ensartarlos como mariposas sobre una rama... Algo a medio camino entre "captar" y "cazar"…

De las paredes de la Galería colgaban cuadros pesados. Cargados de materia. De barro, de hojas secas, de paja… Interpretaciones de una tierra baldía. Africa al mirarlos sintió que se le removía algo. Indagó de quién eran. Ursula le dijo que era la obra de un artista etíope que vivía desde hacía años en Francia y alguna vez, muy pocas, se dejaba ver por España…

El té se terminó después de un par de tazas bebidas a trago lento. Africa sintió que estaba recuperando algo que se le había ido hacía tiempo. Y cuando lo pensó, en ese preciso momento, el aura de Ursula refulgió como un relámpago, como queriendo recordar que seguía ahí. Sobrevolándolas.

Ursula tenía que cerrar. Eran las nueve y la esperaban en otra galería. Un amigo fotógrafo inauguraba una exposición patrocinada por OXFAM. También sobre Africa. Sobre niños enfermos que mueren de pandemias que aquí en Europa podrían curarse como leves constipados. Ursula le contaba todo esto mientras buscaba las llaves en su bolso de piel. Con mucho fondo. Metía la mano y su brazo desaparecía dentro. Y volvía a salir con algún objeto. Nunca las llaves. Una vez el lápiz de labios, otra el monedero, los pañuelos, un espejito…hasta que tiró todo en el suelo y de golpe, salió despedido el llavero. A esas alturas a Africa no le resultó extraño que fuera una bola de bruja, aunque algo más pequeña. Portátil. Irradiaba arcoiris sin estar expuesta a la luz.

Al agacharse a recogerlo, Ursula le dijo:

¿Y si te quedaras a trabajar conmigo?
Africa no lo dudó. La magia, le abría sus puertas. Y, ¿quién diría "no" a una bruja buena?

 

ESOS LOCOS BOLUDOS

La cogió de la mano en la cola de un cine. Le tapó los ojos. Ella sintió que le faltaba el aire. Reconoció su olor. Una mezcla de muchas cosas, rozada por un toque de canela.

Reconoció la textura de sus manos. Después su risa.

No quiso abrir los ojos para seguir redescubriéndolo paso a paso. Filtrar los recuerdos por la melancolía de sus sentidos. El último, la vista.

Tocó su pelo. Mucho más corto.

Tocó su cara, mucho más blanda. Escuchó su risa, segura, muchísimo más segura. Abrió los ojos. Y… ¡¡¡no era Quique!!! Africa quiso morirse. Se puso roja como no se ponía desde la adolescencia. Pero aquel desconocido sonreía de un modo irresistible a su vergüenza.

El la había confundido con otra. Pero la respuesta de Africa (su tacto dejándose guiar por sus ojos cerrados) dio alas a su descaro.

No te abrumés, sho también os confundí con otra persona. Soy sho quien debería disculparse. Pero, perdoná que me ría…es que ¡fue tan linda vuestra reacción!! Me caíste simpática…¿Te molestá que te diga esto?
…(rubor)
Mirá …me gustaría pedirte algo. Hagamos que nos conocemos. Sigamos como si fuéramos esos conocidos que se reencuentran. Al fin y al cabo, los dos nos confundimos con otro, y los dos vinimos al cine solos…¿Qué decís?

¿Jugás?… ¿Podés jugar?… ¿Querés?
Africa rió y así Fernando, aquel argentino espabilado, ganó la partida.

El vodevil empezó con dos besos de Africa (uno Fernando) Risas y sobreactuados "¿Qué haces aquí?" o "¿Qué ha sido de ti en todo este tiempo?

- Qué película pensabas ver vos?

La de Woody Allen. ¿Y tú?
..es increíiiiiible, sho también!!! ¿No es fantástico? Te invitó a un cine, andá elijá vos la fila…
No atendieron a la película. La pasaron mirándose sin disimulo por el rabillo del ojo. Sus manos se tropezaron varias veces sobre el brazo de la butaca cuando intentaban recolocarse tratando de evitar al melenudo de pelo rizado que les tapaba la vista a ambos.

Después se fueron a cenar. Conversaron bajo identidades falsas, pero se intercambiaron números de teléfono auténticos.


Dos meses después andaban por todas partes pegados.

Por qué no la dejás respirar? Le decía su amigo Diego a Fernando.
¡¡Porque la amo, la amo, la amo!!! ¿vos no entendés esto? Es bien sencillo: ¡¡me enamoré viejo!! Me enamoré, y estoy loco por ella. No querrás que la dejé por ahí ir sola a la compra, al cine, esperando que algún loco le tapé los ojos y le diga que la confundió con otra y, con la bromita consiga apartarla de mí y me la robe…
¡¡Mirá que sos boludo Fernando!! ¿No me digas que vas a creer ahora esas boberías que cuentan las películas...?

 

CANCION DE IDA Y VUELTA

"Buenos Aires es como contabas, hoy fui a pasear, y al llegar a la Plaza de Mayo me dio por llorar y me puse a gritar: "¿Dónde estás?"

La canción de Sabina en el estéreo se le clavaba como un puñado de espinas en el pecho. Fernando la había convencido de irse a vivir a Buenos Aires por un tiempo. Y ella, que tenía ganas de vivir muchas vidas no necesitó argumentos. Se fueron con poco. Y al llegar a Argentina lo arrinconaron. Africa empezó a pintar desatada: Cuadros rojos. Violáceas puestas de sol. Acechantes paisajes sin figuras. Como bocas sangrientas abriéndose sobre el vacío gris de los muros. Con sus cuadros, predijo lo que vendría. Porque Fernando, desadaptado en su propio país más que un extraño, se hartó de aquella vida prestada y quiso volver a España. Ella se negó. No quería claudicar tan pronto. Siguieron meses de discusiones y sinsabores. Pocos. Fernando se fue. Y unos días más tarde, Africa volvía a España.

A VECES SE APAGA, A VECES SE ENCIENDE…


….agaffhhh…. uffffja… hhhh

Diez minutos después Africa está en la ducha tratando de despojarse de su recuerdo. Pero él y los recuerdos relacionados con él son mucho más fuertes que ella.

Antes de salir del piso, Quique (ahora sí que es él. Aquel amor adolescente vistiendo canas) la acorrala en el pasillo…

-…Tantos años para volver a este encuentro furtivo…Que no será el único, ¿no? ¿Cuándo volvemos a vernos? …Ha sido salvaje…

La mente de Africa quiere dibujar un "nunca" pero elude el autoengaño y articula un

- … Mañana.

Por espacio de tres meses se ven casi a diario. Hasta que un día ella no quiere desnudarse. Con su vestido empieza a dibujar la forma redondeada de su incipiente barriga y espera a ver la reacción de Quique en su cara…Tiene miedo… Pero él sonríe nervioso, la abraza y la tira sobre la cama. Nuevo asalto… Ruedan sábanas, almohadas…ruedan cuerpos lado a lado. Ruedan risas y carcajadas; hasta los gritos, la sorpresa y la locura ruedan como en un carrusel de feria.

 

ALEJANDRIA

¡¡¡Buahhhh!!!!….

Aquí está. Es el grito de Alejandría al nacer. Un bebé con carácter y poco sueño. Con los ojos muy grandes y algo rasgados. Ojos que más que mirar, parece que vigilan. Siempre está en guardia.

Ahora duerme y Africa aprovecha para hacer cosas. Ordena fotos de su vida para un álbum que dará a su hija cuando crezca y esto de las fotos en papel le resulte un exotismo de otro siglo.

Clic!!! Africa exultante con sus botas amarillas de la mano de Esther en la parada del bus Clic!! Africa mellada exhibiendo orgullosa la hucha de plata que robó del vestuario de las niñas en la hora de gimnasia. Clic!! Estudiando selectividad de noche, en la terraza del piso de Còrdoba. Clic!! Dando un beso a Quique, (¡qué ironías tiene la vida!)los dos con melena larga. Clic!! Riendo en mitad de la carretera; Sandra en el descapotable blanco, Africa junto al mini rojo a pilas que compró ese día. Clic! Joçim tocando bossa nova a la guitarra mientras Africa lo mira desde el sofá mugriento que recogió de la basura. Clic!! En el piso de estudiante, en Madrid, junto a la tetera roja que compró en Oxford y el poster de la gran Barrera de Coral al fondo. Clic! Pintando en un gran lienzo su obra maestra "el rayo verde" Clic! Africa en la cena de despedida del curso sobre Edward Hopper que hizo en Québec, antes de que la detuvieran en comisaría Clic! Africa con un halo luminoso junto a una bruja buena, Clic! Africa feliz con Alejandría que esboza una de sus primeras sonrisas… Clic!

THE END



Con veinte soñadores por banda, no corta el mar sino vuela, un velero bergantín, bajel pirata al que llaman, por su bravura, El Temido... si quieres más busca a Espronceda, baby Los Relatos de LA TRIPULACIÓN

 

La continuidad conseguida en los relatos de adolescencia convierte sus trabajos en uno de los más interesantes de este Barco-Taller.