EL PATINETE


Pablo tenía un patinete que era lo que más le gustaba en su vida.

Cuando volvía del colegio solía estar patinando en un patio que había cerca de su casa. El patinete era ligero, liviano, de color rojo intenso y con un buen manillar para agarrarlo firmemente. También los fines de semana su padre lo llevaba al retiro y estaba toda la mañana patinando mientras su padre consumía unas cervezas.
También en vacaciones hacía sus delicias con el patinete en un largo paseo matutino, frente al mar azul de casi tres kilómetros de longitud. Le gustaba competir con otros chicos y se encontraba orgulloso de su habilidad destreza y rapidez. Tanto era su amor por el patinete que lo ponía para dormir cerca de su cama.
Sus padres siempre temían que se cayera y le decían con reiteración “Pablo no corras tanto, un día de estos te vas a caer y a romper una pierna”, Pablo hacía caso omiso a las advertencias y confiaba en su seguridad.
Pero un día de los muchos que montaba el patinete, un chico grande fuerte y robusto le detuvo en su carrera y le paró en firme, “oye chaval, dame el patinete por las buenas o por la malas”, el se resistió diciéndole que era suyo y que le daría a cambio cualquier cosa menos esa. Pero el grandullón insistió “si no me lo das en un minuto, te lo quito al instante”.

En efecto, le dio un empujón brusco, Pablo cayó al suelo y el chico mayor salió corriendo con el patinete hasta perderse en el horizonte.
Pablo se levantó trise y empezó a llorar desconsoladamente, le habían quitado lo que más placer le proporcionaba en la vida. Salió corriendo en busca del chico mayor, pero no había ni rastro. Había desaparecido, pues habían pasado varios minutos.
Pensó que su vida sería distinta, que a la salida del colegio no tendría la oportunidad de montar en su patinete hasta la hora de la merienda o la cena.
Se fue a casa no contó nada a nadie y se metió directamente en la cama.
Lloro con rabia y dolor y esa noche apenas pudo dormir.
Al día siguiente faltó al colegió y busco al chicharrón por todo el barrio.
Parecía que se le había tragado la tierra pues no lo encontró en ningún sitio.
De pronto vio una tienda de juguetes donde vendían entre otros objetos, patinetes, pero eran diferentes, más pesados, menos ligeros. Desistió en al idea de ahorrar y comprarse uno.
Seguiría buscando al chico robusto que le despojó de su juguete, si pensar que aunque le encontrase sería imposible arrebatárselo. Pero no se resistía a perder su querido patinete
Lo buscó, pero no lo encontró.

 

 

DÍAS DE FÚTBOL


Pablo iba aun colegio mixto cercano a su casa. Fundamentalmente lo que más le gustaba del cole era el recreo, pues tenía la oportunidad de practicar su deporte favorito, el fútbol.
Las chicas también participaban en los partidos, y Pablo que jugaba de portero, tenía un amplio horizonte de visión para contemplar a sus compañeros y compañeras.
De pronto las chicas se lanzaron al ataque y una de ellas metió un gol tras golpear el balón con la zurda. Pablo observo a la chica y se quedó prendado de ella. Era morena, de ojos azules, esbelta y de cabello negro muy brillante, tenia una sonrisa dulce y tierna y su cuerpo estaba bien moldeado.
“¡Que guapa!” dijo para si Pablo, “me gustaría conocerla y tratarla más, pues me gusta mucho”
Al final del partido, que ganaron las chicas, Pablo se armo de valor, pues era bastante tímido y se dirigió a las chicas que se llamaba Ana, “perdona Ana, me gustaría hablar un momento contigo”. Ana asintió y Pablo le preguntó si quería ir con él al cine el próximo fin de semana.
Ana, un poco dubitativa al principio, le contestó afirmativamente y Pablo se sintió la persona más feliz de la tierra.

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