CUANDO
AÚN ERA GRANDE
Cuando aún era grande, de pequeño, Salvador
llegaba hasta los cielos cuando corría sobre peces pintados con
tiza en la terraza. Y en una tarde nublada los vencejos chillaban volando
bajo, mientras gigantes corrían mesas sobre las nubes , justo antes
de acurrucarse en la escalera de madera y de oir crepitar toda la casa
con la lluvia percutiendo en el cristal .
Pero ahora , bien entrado Noviembre,Salvador Cabezón no puede escribir.
No puede escribir. Su vida es demasiado intensa y confusa para ser contada.
Los cables del tiempo tambien los tiene cruzados : no sabe si fué
ayer cuando aprendió a bailar el tango a la luz del mar de la China
o si será mañana cuando la luna evocará un relámpago
azul sobre los gatos en las fosas magrebís de Mogador.
Cuando visite las murallas de Manila , recordará sin duda al abuelo
que los suspiros le trajeron a su padre sólo como el recuerdo ajeno
de una guerra . Pero esa orfandad le hará perdonar mucho despues
su indiferencia cuando un calorón de Mayo inesperado , volteó
a sus tres pececillos panza arriba , traídos con mimo del estanque
en autobús, dejándolos inmóviles para siempre , con
su rallita plateada sin brillar nunca más entre las algas , tambien
recolectadas con esfuerzo para que les sirvieran de adorno y de solaz
. Allí , ante la pecera en la ventana ,con el agua haciendo lente
del potente sol poniente de Madrid , los ángeles se le fueron por
un rato , y no tuvo a nadie a quien preguntar el por qué de esa
extraña oquedad en el esternón.
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