Quentin
(descargar
todos los cuentos de Quentin hasta abril en pdf)
La vida
es literatura...todo lo demás es cuento
by Quentin
Quentin se parecía a Quentin.
Su infancia no había sido fácil, pero tampoco
había sido tan mala, desde luego había merecido
la pena vivirla.
Él tenía una frase favorita ,sacada de las peliculas
del oeste que su padre solía mirar sin solución
de continuidad cuando estaba en casa. "Los golpes en la
espalda que no me matan, me hacen más fuerte"
Él nunca había sido un quejíca y estaba
convencido, a sus 16 años, que por muy dura que se pudiera
presentar la vida, valia la pena vivirla.
Quentin es una persona curiosa por naturaleza . Se hace constantemente
pregúntas sin respuesta. Que lo convierten en un buscador,
rastreador y aventurero eterno.
¿Quién es Quentin?
¿De dónde viene Quentin?
¿Hacia dónde se dirije Quentin?
¿Y cuándo hay descanso entre tanto ir y venir?
!Sí, Quentin era un optimista!
Cuaderno de tapas doradas
Su cuaderno de apuntes personales se había
mojado en el trayecto de la escuela a la casa de Quentin.
Aquel cuadernillo dorado que con tanto mimo
y devoción había cuidado que tanto tiempo y esfuerzo
le costó conseguir . era muy especial, con finas tapas
de papel-cartón machimbrado, traído del Oriente,
de color dorado. Las hojas del interior de un amarillo pálido.
Simplemente esperaban. Esperaban ser escritas de historias mágicas.
Era un placer escribir. Aunque Quentin no tenía
muy claro que debía escribir. Si era consciente del encanto
que su cuadernillo ejercía sobre él.
Él apuntaba nombres de personas, por
ejemplo la lista negra de profesores insoportables, confidencias
que no se atrevía a contar a nadie más, hacía
dibujos, también metió el único billete
de 100 pesetas que se encontró y algo que no encajaba
en sus patrones .Apuntó un nombre: CARLOTTA y un deseo
hasta entonces desconocido para él : Ser amigo de Carlota.
Nunca se despegaba de su cuaderno. En cierto
modo era su mejor amigo, era su confidente.
Que nunca lo defraudaba ni le hacía quedar en ridículo.
Siempre estuvo ahí. Para él .
Quentin sabe que su cuadernillo encierra otros
mundos que aun están por descubrir y que todos los mundos
están en uno, ahí , en su maravilloso cuaderno
de tapas doradas, para siempre, para él.
Carlotta
Le daba igual., el apuntaba nombres de personas,
apuntaba confidencias, hacía dibujos o metía un
billete de 100 pesetas, el único que se encontró.
Nunca se había despegado de su cuaderno
hasta aquel día inhóspito y gris, desgraciado
día en el que se atrevió a hablar con Carlotta,
también alumna de los Salesianos, para invitarla a subir
a su Mobilette y llevarla de vuelta a casa.
Carlotta que era un año mayor que Quentin.
Iba un paso-Madre de Dios ¡ cómo evoluciona la
Naturaleza!- por delante en lo que a la (re) evolución
hormonal se refiere. Cuerpo esbelto y las redondeces exactamente
donde manda la Madre Natura.
Quentin continuaba en la edad del pavo- o sea en plena adolescencia
y con la cara llena de granos. Si, sus hormonas estaban también
trabajando pero en otra dirección.
Mientras ella hacía uso de sus primeras armas de mujer.
Podía sentir su cuerpo aferrado al suyo
y sus brazos agarrados a la cintura . Los baches, que él,
a conciencia, cogía de lleno, no hacían sino que
empeorar la situación. Ella parecía ansiosa de
sentir el cálido cuerpo de Quentin y él se siente
por primera vez deseado.
El desencuentro
A partir de aquel día, Carlotta le pidió en muchas
ocasiones que la acompañase con el motorino. Simple Excusa.
Pasado un tiempo ya no montaban en mobillette, sino que daban
grandes paseos por las montañas de Sierra de Tramuntana
que tenían cerca. Allí fue donde el ciclo al cual
está subyugado todo ser viviente volvería a empezar
.
Poco a poco, Quentin fue olvidando a su apreciado Amigo de tapas
doradas. Ya que ella ocupaba todo su tiempo. Él quedó
arrinconado en la parte inferior de una mesita de noche... Fue
el principio de una historia de amor... y una fina capa de polvo
se fue depositando sobre las tapas doradas que algún
día alguien volvería a abrir y tratar con mimo
para escribir las más bellas historias de Amor.
¿Quién
es el lobo?
Micro de Caperucita 30/03/05
Quentin fue siempre un misántropo. Era
consciente del avanzado estado de putrefacción y vacío
humano que acompañaba a la mayoría de personas
durante toda la vida.
Razón de más para apreciar una buena amistad.
El lobo era un buen lobo.
¿Quién
es el lobo? 2parte
continuación Micro de Caperucita 01/04/05
Ya en su etapa de adolescente empezó a interesarse por
escritores tan poco recomendables (según su cerrado circulo
de amigos) como pueden ser H.Hesse, Cortázar, Henry Miller,
Nietzsche o Bukowski. Que según sus iletrados compañeros
eran aburridos y eran una perdida de tiempo, desde luego era
más interesante pasar la tarde en el bar del pueblo jugando
al “tute loco” y mirando el partido de fútbol,
que no pasarla sujetando un estúpido libro entre las
manos.
Para Quentin los amigos y los libros eran dos extremos que se
complementaban y cada uno ejercía su función,
él era consciente de ello. Por una parte asimilaba la
teoría de sus autores favoritos, que ejercieron de manual
de instrucciones en este complicado proceso que es la vida.
La parte práctica, naturalmente, sí que se atreve
a hablar de ella, aunque no tiene nada que ocultar, además
el instituto anatómico forense ofrecía escasísimas
plazas para empezar a trabajar como funcionario...
...Plaza a la que se hizo acreedor escalpelo en mano.
Quentin a día de hoy no tiene amigos.
Todos los colores están en el
blanco
Quentin siempre estuvo al margen nunca encajó.
Todo estaba impregnado por una luz mareante, por una luz blanca.
Especialmente cuando recibía bofetadas en su escuela.
Instantes muy especiales, el sonido del entorno desaparecía
para dar paso a un silbido pasajero de orejas. Pabellón
enrojecido. En ese momento se sentía como un estúpido,
aunque él sabia, en un rinconcito de su corazón,
que no era así.
Las hostias que se pegaba bajando las empinadas
cuestas de su pueblo, con la bicicleta prestada y sin frenos
también estaban bañadas en color blanco. Al fin
y al cabo nadie le había avisado que una bicicleta tenia
que poseer un sistema de frenado.
Él, Quentin Quijano, sólo advertía la expresión
de velocidad en aquellos chicos mayores, bajando a todo pedal
y con cara de felicidad fugaz.
Quizás fue el recuerdo antaño
de aquellas expresiones de felicidad pasajera, que años
más tarde vería reflejado y plasmado en los caretos
del piloto y copiloto del primer descapotable -Cabriolé
era de uso exclusivo de los Snobs- que se paseaba por su pueblo.
Los de la pandilla lo llamaban el descapullable, sin poder disimular
su deseo secreto de poseerlo.
Ni que decir tiene que aquel sucedáneo de coche fue rápidamente
catalogado, por los “sabios” del barrio, de un lujo,
caro y sin espacio.
Si, aquellos recuerdos y la sensación
de no haber llegado al punto álgido, a su cuota de felicidad
asignada, y tan deseada lo obligaban a seguir buscando.
.
. Quentin descubrió que unos de los peldaños insalvables
para seguir sobreviviendo, necesariamente tenía que pasar
por una fase de egoísmo supremo: BMW Z3, biplaza, Azul,
cielo, sin espacio, absolutamente innecesario, un placer absoluto.
La campiña, la luna, el sol, las estrellas. Aquellas
lejanas montañas azules... le esperan.
Blanco Celestial
28/04/2005
Todos los colores están en el
blanco.
Quentin siempre estuvo al margen nunca encajó.
Todo estaba impregnado por una luz mareante, por una luz blanca.
Especialmente cuando recibía hostias en su escuela Católica.
Instantes muy especiales, el sonido del entorno desaparecía
para dar paso a un silbido pasajero de orejas. Pabellón
enrojecido. En ese momento se sentía como un estúpido,
aunque él sabia, en un rinconcito de su corazón,
que no era así.
Las hostias que se pegaba bajando las empinadas
cuestas de su pueblo, con la bicicleta prestada y sin frenos
también estaban bañadas en color blanco. Al fin
y al cabo nadie le había avisado que una bicicleta tenia
que poseer un sistema de frenado.
Él, Quentin Quijano, sólo advertía la expresión
de velocidad en aquellos chicos mayores, bajando a todo pedal
y con cara de felicidad fugaz.
Quizás fue el recuerdo antaño
de aquellas expresiones de felicidad pasajera, que años
más tarde vería reflejado y plasmado en los caretos
del piloto y copiloto del primer descapotable -Cabriolé
era de uso exclusivo de los Snobs- que se paseaba por su pueblo.
Los de la pandilla lo llamaban el descapullable, sin poder disimular
su deseo secreto de poseerlo.
Ni que decir tiene que aquel sucedáneo de coche fue rápidamente
catalogado, por los “sabios” del barrio, de un lujo,
caro y sin espacio.
Si, aquellos recuerdos y la sensación
de no haber llegado al punto álgido, a su cuota de felicidad
asignada, y tan deseada, lo obligaban a seguir buscando.
Quentin descubrió que unos de los peldaños
insalvables para seguir sobreviviendo, necesariamente tenía
que pasar por una fase de egoísmo supremo: BMW Z3, biplaza,
Blanco, celestial, sin espacio, absolutamente innecesario, un
placer absoluto.
La campiña, la luna, el sol. Aquellas lejanas montañas
azules, donde al final de una tarde lluviosa se posa el arco
Iris... le están esperando.
Ora et Labora
4/5/2005 1 vers.
Desgraciadamente tuvieron que transcurrir muchos anos.
Su juventud la pasó simplemente trabajando, aportando
todo su tiempo, toda su energía en hacer su trabajo bien
hecho. ¡Todo por la empresa! El sentimiento de la obligación,
y algo más, bien cumplida lo llenaban de orgullo.
Los pocos amigos que tenía simplemente
iban desapareciendo de su vida, sin dejar rastro.
-Eres un reservado, no te haces con nadie- le dijo descaradamente
Marcelino el municipal.
Eran las frases que con tono recriminatorio
escuchaba antes de despedirse de sus amigos que para aquel entonces
habían dejado de serlo.
El trabajo lo había absorbido completamente.
Su mujer y su hijo estaban mirando una película
de esas, americanas, en las que sólo se escuchan los
disparos y los diálogos quedan en segundo plano, simplemente
no existen o si existen, con toda seguridad hay que pertenecer
a una casta privilegiada para poder entenderlos. No quería
saber nada de aquellas bestias “born to kill”.
Él seguía saboreando su cena,
un simple “Pà amb oli”. Últimamente
tenía el colesterol muy alto.No hacía deporte.
Tampoco era infiel; lo que en un momento dado podría
haber suplido al deporte. Era educado con los vecinos, que lo
tenían catalogado como un personaje extraño. Tampoco
le importaba. En absoluto.
Salió de casa dispuesto a dar un paseo.
No sin antes coger las llaves de su centro de trabajo. Como
jefe tenía algunos privilegios, como hacer más
horas de la cuenta o poseer las dichosas llaves. Si seguramente
era un vicio, pero él, Quentin Quijano era imprescindible.
Se sentía algo intranquilo y un leve
tic en la mano izquierda delataba su estado de ansiedad
Decidió pararse en el bar de la calle Cabana. Lleno de
obreros, eufóricos. Aquella atmósfera lo tranquilizaba.
Se tomó un reventado de Amazonas y salió sin haber
hablado con nadie.
Ya en el centro puso el canal de música clásica.
Un fuerte olor a desinfectante y éter dominaban la estancia.
El bisturí bajaba con destreza por la piel del fiambre,
su mano zurda seguía su curso de forma metódica.
Lástima que Marcelino no hubiese sido en vida más
atento con Quentin.
El trabajo es un placer, casi un vicio.
Yo soy mís infiernos
20/05/2005
El día había transcurrido marcado por una normalidad
absoluta. Nada que resaltar, nada que contar. Ni siquiera unas
breves notas al margen de su estúpida y rutinaria vida.
Aunque pensándolo bien, su aportación a este mundo
se podría describir como una cascada de acontecimientos
faltos de valor y sabor, sin solución de continuidad.
Llegada la hora de la cena, la mayoría de las veces,
en un barucho a mitad de camino entre el trabajo y su casa.
Sus dos pilares que justificaban la existencia de Quentin Quijano:
ir al instituto anatómico forense y volver a casa.
El día solía concluir tras el
regreso a casa con el besito de buenas noches y una serie de
marcados movimientos mecánicos, más obligación
que devoción. Esos momentos de extenuación solía
compararlos con la realización de una declaración
de hacienda, un coñazo y por lo general un callejón
sin salida.
Exceptuando el tic de la mano izquierda, que
aquél día, nublado y falto de color, delataba
que algo diferente iba a ocurrir. Esclavo de sus manías
y de sus caprichos para con los demás.
Hastiado hasta la saciedad de la repetición sin fin,
del -buenos días, del -buenas noches y de todo lo que
solía ocurrir entre saludo y saludo. Aquel tic no era
más que la punta del iceberg. Él, siempre con
su sonrisa en la cara y con los zapatos brillantes. Quentin
estaba convencido de que cuando uno estaba desahuciado o le
van las cosas mal, precisamente eran esos detalles los que se
debían cuidar en extremo.
-¿Cómo dice el Sr. Director?
-Si claro, el interés general y por supuesto mío
es que aumentemos la productividad y bajemos los costes. -
-Sí, desde luego que podemos prescindir del ayudante.
En realidad no era tan bueno. Simplemente realizaba su trabajo.
-...Bien, vendré los sábados.
Era lo único que esperaba oír de él , pensó.
Quentin no había claudicado ante su jefe. Simplemente
había pospuesto su respuesta que ya empezaba a saborear
para sus adentros, para sus infiernos.
La conversación había concluido de forma espontánea
y sin previo aviso. El muy cabrón disponía del
tiempo de los demás a placer. Con su sonrisa de porcelana
y traje-chaqueta del corte Inglés lo despachó.
-Si no fuera por los plazos del piso y la enciclopedia Británica...,
además su mujer estaba en paro aunque no paraba de echar
mano a la visa.
Salió del despacho aprovechando para echar una sonrisa
canina a la secretaria. Sacó un pañuelo para secarse
las babas al mismo tiempo que observaba con depravación
las carnes prietas de Pepita. La muy zorra, era consciente de
sus armas que ponía a disposición del mejor postor.
No sin antes regalarle una generosa porción visual de
su cuerpo que no paraba de destilar feromonas. La muy golosa...
No, no caería en su(s) trampa(s). Aunque aquella exhibición
había acentuado su tic nervioso de la mano izquierda.
Llegado a ese punto no era dueño de sus actos y necesitaba
un esfuerzo sobrenatural para poder salir de la situación
sin percances.
Decidió salir aquella noche. Se excusó
con su esposa
–hay que hacer un inventario cariño, y llegaré
tarde a casa. No me esperes despierta.
En realidad sólo quería evadirse, perderse por
la ciudad, beber hasta perder el conocimiento.
Sin embargo tenía la necesidad de pasar
por el instituto anatómico, contemplar los distintos
preparados en formol, aquellas visiones lo solían tranquilizar.
Trozos de muchos cuerpos que es su día vivieron y sintieron,
o simplemente pasaron por este mundo sin más, totalmente
inadvertidos. Hasta que la muerte los reunió en aquellos
frascos . Observar el cuerpo de una persona en delgadísimas
lonchas y al trasluz.
El típico olor a éter inundó sus pituitarias.
Escuchó ruidos, había alguien. Se dirigió
hasta el fondo del pasillo, tras las cortinas pudo observar
como dos cuerpos desnudos se revolcaban y gemían en la
mesa de disección. Eran “el sonrisas de porcelana”
y “la secretaria generosa”
Nadie se había percatado de su presencia, solamente se
oían unos resuellos interminables, un placer robado que
no les pertenecía...
En ese preciso instante decidió que
aquella sería su última noche de trabajo y ultimaría
la colección de preparados en formol que tanta ilusión
le hacia al director. Naturalmente haciendo hincapié
en los órganos genitales
Mientras los salpicones de sangre iban manchando su pulcra bata
y su canal de música clásica preferida deleitaba
las duras horas de trabajo, que naturalmente Quentin no pensaba
cobrar.
-bajar los gastos y aumentar los beneficios, el director estaría
orgulloso.
Horas extra que hacía con sumo placer y sin cobrar...Grecia
le estaba esperando.
Perpetuum mobile
31/05/05
El tiempo, que todo lo suele borrar y que incluso
todo lo puede curar. Haciendo gala de un refinado manto color
sepia...
Fugaces instantes de felicidad brillan en la
existencia de Quentin.
Dónde la felicidad transcurre al ritmo
marcado por una hormiga recorriendo un hipotético globo
terráqueo de diamante e intentando hacer un sendero,
resultado de las veces necesarias que tiene que pasar por ese
mismo camino para desgastar el diamante terráqueo.
Mientras se va desgastando ese sendero Quentin
es feliz.
opcional
Instantes que gravaron su mirada límpida y en el
océano de su alma atesora sus preciados, pequeños
y eternos momentos, quizás soñados, quizás
vividos, quizás de eternidad .
El trabajo de su vida
12/06/2005
Era una oportunidad única, y, Quentin sabía que
si la dejaba pasar, la plaza sería ocupada por otra persona,
sin lugar a dudas. No se podía permitir el lujo de titubear,
candidatos había suficientes. Jefe de departamento de
una gran compañía internacional. No dejaba de
ser un sueño, casi una utopía, pero a su alcance,
había esperado toda su vida, se había preparado
desde que estaba en el colegio y no sabía escribir su
nombre.
El Sr. Madrigales dio la entrevista por concluida y al despedirse
con el consabido apretón de manos, que por cierto Quentin
notó húmedas y escurridizas. Seguramente tenia
una conciencia lavada con jabón lagarto, pensó.
En ese instante del apretón una descarga eléctrica
de baja intensidad recorrió su cuerpo.
Su interlocutor se había mostrado amable,
pero de una forma un tanto teatral. Parco en palabras. Analizando
en todo momento las reacciones de Quentin a su bien estudiado
y exhaustivo interrogatorio. “La tranquilidad del manager”,
de saberse respaldado por una gran empresa y la protección
psicológica de una amplia, pulcra y ordenada mesa de
despacho.
-“Precisamente ésa casta de personajillos que no
saben ver más allá de sus pringosas gafas bifocales
y que tienen la plaza asegurada en los libros de contabilidad
en donde siempre cuadran las cuentas desde antes de nacer. Gracias
a un padre previsor y contable. Si, tuvo que hacer un esfuerzo
para no perder el control sobre si mismo. Precisamente ellos
eran los que exigían, ellos que no habían tenido
que demostrar nada.”
El proceso de selección había sido de lo más
riguroso. Excepto un pequeño detalle que en un principio
no le dio más importancia pero que pensándolo
luego con más detenimiento, si que lo supo valorar.
En una de las estanterías repletas de
archivadores”AZ” y libros de dirección de
empresa, había algo disimulado en un rincón, un
libro, que no cuadraba ni en la simetría ni en la óptica.
Era un libro de C.Bukowski, titulado la máquina de follar
y otros relatos.
Aquel detalle hizo automáticamente al señor Madrigales
más humano, más sensible.
Pasadas varias semanas por fin le llegó la carta de la
empresa con la sensacional noticia Sr. Quentin se debe incorporar
el próximo lunes como responsable de departamento.
Estaba orgulloso de sí mismo, feliz,
había conseguido el puesto sin la ayuda de nadie, sin
enchufes.
Todos sus esfuerzos y sus tardes en soledad serían recompensados,
El futuro le había hecho un guiño y él
lo había entendido.
No podía esperar, después del
desayuno se dirigió a la imprenta “Aurora boreal”,
del pueblo a solicitar sus nuevas tarjetas de presentación.
“Quentin Quijano
Representante de Lencería y ropa privada”
Su futuro se empezaba a definir, estaría
envuelto entre sostenes Chantillí, medias Mary Claire
o bragas Belcor. Especialmente tendría que trabajar con
la población femenina. Cosa que por otro lado estaba
deseando. Èl con su corbata fina y su coche azul brillante
estaba seguro que ellas se abrirían como el Mar Rojo
ante Moisés.
To be continued
By Quentin
El trabajo de su vida (versión del texto
anterior)
12/06/2005
2° versión
Era una oportunidad única, y, Quentin sabía que
si la dejaba pasar, la plaza sería ocupada por otra persona,
sin lugar a dudas. No se podía permitir el lujo de titubear,
candidatos había suficientes. Jefe de departamento de
una gran compañía internacional. No dejaba de
ser un sueño, casi una utopía, pero a su alcance
Había esperado toda su vida, se había preparado
desde que estaba en el colegio y no sabía escribir su
nombre.
El Sr. Madrigales dio la entrevista por concluida y al despedirse
con el consabido apretón de manos, que por cierto Quentin
notó húmedas y escurridizas. Seguramente tenia
una conciencia lavada con jabón lagarto, pensó.
En ese instante del apretón una descarga eléctrica
de baja intensidad recorrió su cuerpo.
Su interlocutor se había mostrado amable,
pero de una forma un tanto teatral. Parco en palabras. Analizando
en todo momento las reacciones de Quentin a su bien estudiado
y exhaustivo interrogatorio. “La tranquilidad del manager”,
de saberse respaldado por una gran empresa y la protección
psicológica de una amplia, pulcra y ordenada mesa de
despacho.
-“Precisamente ésa casta de personajillos que no
saben ver más allá de sus pringosas gafas bifocales
y que tienen la plaza asegurada en los libros de contabilidad
en donde siempre cuadran las cuentas desde antes de nacer. Gracias
a un padre previsor y contable. Si, tuvo que hacer un esfuerzo
para no perder el control sobre si mismo. Precisamente ellos
eran los que exigían, ellos que no habían tenido
que demostrar nada.”
El proceso de selección había sido de lo más
riguroso. Excepto un pequeño detalle que en un principio
no le dio más importancia pero que pensándolo
luego con más detenimiento, si que lo supo valorar.
En una de las estanterías repletas de
archivadores”AZ” y libros de dirección de
empresa, había algo disimulado en un rincón, un
libro, que no cuadraba ni en la simetría ni en la óptica.
Era un libro de C.Bukowski, titulado la máquina de follar
y otros relatos.
Aquel detalle hizo automáticamente al señor Madrigales
más humano, más sensible.
Pasadas varias semanas por fin le llegó la carta de la
empresa con la sensacional noticia Sr. Quentin se debe incorporar
el próximo lunes como responsable de departamento.
Estaba orgulloso de sí mismo, feliz,
había conseguido el puesto sin la ayuda de nadie, sin
enchufes.
Todos sus esfuerzos y sus tardes en soledad serían recompensados,
El futuro le había hecho un guiño y él
lo había entendido.
Su futuro se empezaba a definir, estaría
envuelto entre sostenes Chantillí, medias Mary Claire
o bragas Belcor. Especialmente tendría que trabajar con
la población femenina. Èl con su corbata fina
y su coche azul brillante estaba seguro que ellas se abrirían
como el Mar Rojo ante Moisés.
No podía esperar, después del
desayuno se dirigió a la imprenta “Aurora boreal”,
del pueblo a solicitar sus nuevas tarjetas de presentación.
“Quentin Quijano
Representante.
Lencería y ropa privada”
To be continued
By Quentin
Continuación I
21/06/2005
Es una simple historia, quizás de amor,
o egoísmo pero no por ello deja de tener su pizca de
ternura y su punto egocéntrico que al fin y al cabo es
el amor. Todo lo que importa es que no importa nada.
Quentin conoció a Hortensia sin apenas
darse cuenta. Es decir su presencia pasó desapercibida,
a excepción de sus contorneadas piernas, es el único
recuerdo que tiene de aquel primer encuentro, lejano en el tiempo.
Sólo vio una “terrible” minifalda de color
rosa y conforme fue bajando la vista dos fuertes columnas, moldeadas
y diseñadas por uno de los mejores creadores de prototipos
femeninos, en este caso un hipotético Dios, eran la base
de un portentoso y no tan hipotético cuerpo.
Fue un encuentro motivado por exigencias laborales. Naturalmente,
y Quentin lo sabe, jamás habría conocido a una
chica como aquella en otras circunstancias. Es más la
hubiera rehuido o apartado de su camino. Con toda seguridad
atemorizado por sus aquellas piernas dignas de una portada de
revista de divulgación cultural, por ejemplo “el
Play-Boy”.
Tenía clase, sabía moverse y
lo que más le llamaba la atención era la forma
de juntar los dedos a la hora de dar la propina al camarero
en el restorán. Sabía estar en este mundo y cual
era su misión.
Por otro lado, Quentin era un tipo totalmente
opuesto en la forma y en las formas.
Es sabido que polos opuestos se atraen. Quizás fue este
el ingrediente que hizo cuajar la relación que no se
hubiera dado en ningún otro lugar ni circunstancia.
A ella le gustaba ser vista, incluso dar la nota, ser el centro
de atención en determinados momentos. Hortensia sabía
cuidar los contactos y tenía una antena fina para conseguir
entrar en círculos de influencia.
Él, un personaje introspectivo, escurridizo, quasi oscuro
que odia a la gente y su falsa amabilidad. Los falsos vecinos,
los falsos compañeros, los domingueros con sus bermudas,
haciendo gala de piernecillas enclenques y buche “Prêt-à-Porter”
con sus polos de cuello ribeteado, en fin toda la barbarie y
mal gusto que comporta el ser humano.
Naturalmente su trabajo como representante
de ropa privada le obligaba a ponerse una máscara, a
realizar su papel en la obra de teatro. Y, se convertía,
como por arte de contrato en una persona simpática, abierta
y afable. Era la doble personalidad de Quentin, la única
que los demás conocían, y la única a la
que él daba acceso.
Él, con su corbata fina y su coche azul brillante. A
la caída de la noche bajando por la calle Primo de Rivera
con Hortensia, saboreando aquellos instantes de eternidad que
nadie le podía robar.
Una caricia, un beso. Lentamente, sin prisa.
El torso desnudo y apoderándose de sus protuberancias.
Donde la necesidad se convertía en el momento cumbre
de su existencia.
Continuación II
Tormentos
29/06/2005
Hortensia detestaba el trabajo de Quentin. Que por aquel entonces
ya había conseguido una importante cartera de clientas,
ansiosas de nuevos modelitos y con los únicos temas de
conversación girando alrededor de las prendas intimas
y sus efectos.
Ella que ya se había percatado de la doble personalidad
y que en más de una ocasión lo había visto
bajar por la avenida iluminada en compañía de
otras mujeres le propuso abandonar el trabajo.
-! O lo dejas o te dejo Yo!
Fue lo que ella le dijo.
Él objetaba que eran contactos de futuros clientes, dueñas
de mercería o tiendas de ropa.
Quentin no quería perder a Hortensia pero tampoco consentía
perder aquel bello trabajo, y sus conversaciones íntimas,
confesiones y deseos no satisfechos.
Ellas, las dueñas de mercerías
y tiendas de ropa, esperaban ansiosas la llegada del representante.
Con toda seguridad necesitaban suplir más de una necesidad.
Evidenciaban una necesidad patológica de verdadero contacto
humano, de ser poseídas. La hora del cierre era la preferida
y allí mismo en la trastienda y con persiana medio bajada
acometía Quentin acometía sus obligaciones mercantiles,
rodeado de cartones y cajitas con inscripciones tales como Belcor
o Mary Claire.
Desgraciadamente y por amor Quentin tuvo que
abandonar el trabajo. Causa principal de la tensión entre
Hortensia y él.
Sí, había renunciado al trabajo pero chapotear
en la lluvia, comer pan con chocolate, no dejar de ser un niño.
Son cosas a las que Quentin a sus 33 anos no pensaba renunciar.
.
Los
Relatos de LA TRIPULACIÓN
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