Yo solo nada puedo
El próximo miércoles día 30
me toca gran baile de salón: presento en sociedad a
Blanco y Negra, una novela corta y diecisiete relatos;
y gracias al hermano de mi buena amiga alhameña, Magdalena
Sánchez-Blesa, he conseguido que la puesta
de largo se realice en el lugar más prestigioso y de
moda, a fecha de hoy, en la Villa y Corte. Me refiero, naturalmente,
a la celebérrima, vanguardista y ultra eficaz Casa
Encendida, la Casa Encendida,
que amén de gestionar la obra social de CajaMadrid
se ha convertido en el buque insignia de la cultura en la
capital; e incluso en la totalidad del reino que todavía
abarca las regiones vasca, catalana y valenciana (en el futuro
Dios y los políticos dirán). En un principio
la puesta de largo no tendría porque tener mayores
problemas si yo no fuese como soy: un tipo absolutamente incapaz
de ver la realidad tal como es y empecinado por explicarle
al mundo que tiene que ser de otra manera. Dicho de otra manera:
un soñador. O de otra más cruda: un colgado.
Sí, un poco colgado tengo que estar, o un mucho, porque
cuando me ofrecieron una sala para cincuenta personas puse
cara de "a mí no me des limosnas ni salitas pequeñas,
que yo he vendido ocho mil ejemplares de mi anterior novela
y lleno el triple".
¿Llenas el triple, Javier Puebla, Javierito Puebla,
Javier Panizo? Pues te vas a enterar. Quieres triple pues
toma triple.
-El auditorio.
El auditorio. El salón de actos. La sala más
importante y grande del edificio. El miércoles 30 y
a las 20,30; el mejor día y la mejor hora. ¡Toda
para ti!
¡Para mí! Salí hinchado como un pavo y
en mi miopía que roza la ceguera tardé varios
días en darme cuenta que en lugar de pavo soy gallina,
gallina mojada, y que llevar a ciento cincuenta personas a
la presentación de un libro es algo que quizá
consigan Dan Brown, Pérez-Reverte y algún otro,
pero no el resto de la profesión. Traté de animarme,
mis plumas de gallina mojadas, echando gargajos por el pico
atragantado, pensando que había conseguido -eso sí-
que me presentase el mejor showman que conozco, Emilio
Pascual, el mismo que me hizo el honor en la presentación
del Nadal, y allí sí que había doscientas
personas y venimos setenta y ocho libros (pero era el Nadal).
Mi editor, José María de la Quintana,
que ya me va conociendo, puso toda su maquinaria en marcha
para ver si la gallina volvía a transmutarse en pavo.
-Dos posters gigantes de un metro veinte por noventa, doscientos
tamaño A3, quinientas invitaciones en cartoné
y dos mil flyers.
-Marchando cocina.
Mis amigos Jesús Urceloy, Paco Sevilla
y Nacho Fernández, los mayores agitadores
culturales de la ciudad, repicaron mi e-mail de invitación
a través de sus gigantescas listas de correo. Y gracias
a ellos, a todos ellos, quizá no queden demasiadas
plazas libres el miércoles 30, a las 20,30 en el salón
de actos de La Casa Encendida. Pero, en cualquier caso, voy
a intentar no olvidar que yo solo nada puedo, que la vida,
como el cine, es suma de inteligencias y voluntades y que
hincharse como un pavo... sólo sirven para que te acaben
trinchando en una mesa de señoritos cuando llega Navidad.